Este Búho ve con preocupación cómo se les están abriendo las rejas de la prisión a los cabecillas de Sendero Luminoso, después de haber cumplido sus 25 años de encierro como manda la ley. No solo Maritza Garrido Lecca, la bailarina que servía de ‘dama de compañía’ al genocida Abimael Guzmán. La que le preparaba sus traguitos y le compraba sus cigarrillos Winston. También saldrá el otro mes Martha Huatay, la abogada que integraba el Comité Central y quien firmaba los acuerdos para ‘escarmentar a los campesinos que se oponían a Sendero Luminoso’, vale decir, para asesinarlos de la forma más monstruosa, como en Lucanamarca en 1983, donde masacraron a machetazos a 69 campesinos.
Maritza Garrido Lecca nunca se arrepintió de pertenecer al grupo terrorista y en prisión hizo un posgrado en terrorismo con sanguinarias maestras como Laura Zambrano, ‘camarada Meche’, y la misma Huatay. El problema no es que le hayan abierto las rejas, porque la ley es la ley. Pero sí preocupa que la ‘terruca pituca’ esté suelta en plaza para captar a jóvenes incautos que no saben lo que fue Sendero Luminoso. El Movadef va a utilizar muy bien a la bailarina. La van a pintar como una ‘víctima’ y la van a convertir en un ‘símbolo de la resistencia’. Me sorprende ver reportajes donde los jóvenes no reconocen a Abimael Guzmán. ‘Es un narcotraficante’, dicen. ¿Qué pasa en los colegios? ¿En los cursos de Educación Cívica o Historia no enseñan sobre el terrible daño que le causó al país el grupo criminal maoísta de Sendero Luminoso, que jefaturaba Abimael Guzmán y del cual Maritza Garrido Lecca y Martha Huatay estaban en la cúpula?
No me vengan a decir que Maritza no mató a nadie. Ella cobijaba en su casa al hombre maligno, que desde ese lugar de Surquillo mandaba asesinar a miles de peruanos. Sendero no solo mató a policías, autoridades políticas, militares, campesinos. También asesinó gente inocente cuando colocaba coches-bomba en las calles de Lima.
Este Búho recuerda que caminar de noche por el centro de Lima o por alguna calle donde había edificios públicos podía ser suicida. Recuerdo que en esos años recogía a mi enamoradita Ana, de San Marcos, de la librería ‘El Sótano’, en la Plaza San Martín, donde trabajaba, y nos íbamos a comer anticuchos donde una casera que tenía su carretilla frente al Banco Agrario. Ese día había mucha gente esperando su porción, así que decidimos irnos a tomar el carro a la universidad. A una cuadra, escuchamos una terrible explosión. Un coche-bomba había estallado en la puerta del banco. Fallecieron la casera y algunos comensales. ¡Por minutos nos salvamos de morir!
Igual nos sucedió en el paradero de la Sunat, en la avenida Garcilaso de la Vega. Le dije a Ana para irnos a tomar el carro al otro paradero. Cruzamos el Paseo Colón y ¡¡Pummmm!! Una terrible explosión nos zamaqueó. Vi morir al chofer de un ómnibus y a uno de los pasajeros. Los vecinos de Miraflores sufrieron el terrible atentado dinamitero en el edificio de la Calle Tarata. Con justa razón no quieren que Maritza Garrido Lecca viva en ese distrito en la casa de su madre. Los coches-bomba dejaban cuerpos despedazados, mutilados. Sendero reivindicaba esos atentados. Eran órdenes del ‘camarada Gonzalo’, que había trasladado su lucha del campo a la ciudad, según la estrategia maoísta.
En los mercados se asesinaban policías para quitarles las armas y desmoralizar al personal uniformado. Los senderistas dinamitaban las torres de alta tensión para dejar a oscuras la ciudad. Era una práctica de terror. No tenías luz, no podías salir a la calle por las bombas. Eso no lo han vivido los jóvenes. Una cosa es que te lo cuenten y otra vivirlo. Por ello es importante recordárselos. Por eso me parecía increíble que algunos maestros que estaban en huelga en la Plaza San Martín declaraban en televisión que Abimael Guzmán es un preso político. En ningún momento lo calificaron de terrorista ni de ser el culpable de la muerte de más de cincuenta mil peruanos. Maritza Garrido Lecca fue quien cobijó y apapachó a ese monstruo. Increíblemente, cuando lo presentaron exigió a gritos preservar la vida del ‘presidente Gonzalo’. ¡Abimael se hacía llamar presidente! Pero el muy cobarde, ni bien lo capturaron, se sometió a Montesinos con tal de que le dieran sus traguitos, cigarrillos, le pusieran música de Frank Sinatra y pudiera tener intimidad con su horrible ‘camarada Miriam’. La policía debe tener bien chequeada a Garrido Lecca y a Martha Huatay. Apago el televisor.
Si te interesó lo que acabas de leer, puedes seguir nuestras últimas publicaciones por Facebook, Twitter, y puedes suscribirte aquí a nuestro newsletter.