Este Búho siente indignación por la muerte en el río Ilave de seis soldados integrantes de una tropa del Ejército, quienes ingresaron a sus gélidas corrientes para huir de una turba de subversivos violentos que les lanzaban piedras y avellanas con el objetivo de matarlos.
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Los 42 soldados, en su mayoría reclutas voluntarios nacidos en la zona, salieron del cuartel de Ilave con dirección a Juli, donde el sábado extremistas habían quemado la comisaría y el local del Poder Judicial. Tras una caminata de una noche llegaron por la mañana al pueblito de Santiago, donde los radicales seguidores de los responsables de ‘secuestrar’ el departamento de Puno y aislarlo totalmente del Estado, los ‘recibieron’ a pedradas.
Los agresores los insultaban gritándoles ‘asesinos’, ‘perros’, ‘miserables’
Una jerga utilizada por el viejo senderismo. Así los fueron emboscando pueblo tras pueblo, hasta llegar al poblado de Ocoña, donde 800 violentistas los hicieron retroceder a rocones hasta que terminaron de espaldas al río y seis soldados se inmolaron. Pero un veterano combatiente, héroe de la guerra del Cenepa, se preguntaba: ¿Por qué esos soldados con el uniforme de nuestro Ejército permitieron que una turba homicida los agreda con piedras?
Estos asesinos son los mismos que desde hace más de un mes han bloqueado violentamente todo acceso de salida o entrada a Puno. Ningún vehículo ingresa, ni siquiera los que llevan ayuda médica o alimenticia. Con ello ahogan económicamente a sus habitantes al prohibir el comercio, la industria, el estudio y el turismo. Los están matando de hambre mientras proclaman que ahora Puno ‘es una zona liberada’. Varios de los cabecillas son dirigentes del Movadef senderista.
Fueron ellos quienes ‘bajaron’ a las ciudades como Puno y Juliaca a literalmente ‘tomarlas’ a la fuerza y bajo amenazas, con violencia extrema, para aislarlas, prohibirles vender, trabajar y así liquidar su pujante desarrollo en base al turismo y el comercio. Resulta erróneo decir que ‘Puno se ha rebelado con el Perú’. Es una minoría violenta la que actúa impunemente. Y ahora han cruzado la línea. Los instigadores y quienes lanzaron las piedras y avellanas a los soldados cuando cruzaban el río tuvieron una intención homicida.
La presidenta Dina Boluarte no puede permitir que esto siga pasando
Por culpa de un grupo con una ideología radical y senderoide, y con la minería ilegal que ahora opera tranquilamente sin ningún control y sin pagar impuestos, y por eso financian las ‘tomas’. Ni qué decir del narcotráfico que está haciendo su agosto, porque no hay control aduanero en Perú. A esta triología siniestra se agrega el castillismo, con un discurso mentiroso de victimización de que ‘los limeños le dieron el golpe por ser serrano’, cuento dirigido a las comunidades envenenadas por los embustes de las radios provincianas, financiadas con miles de soles durante el gobierno del profesor y por el auspicio de Aníbal Torres a su ‘prensa alternativa’.
La muerte de estos seis soldados puso el dedo en la llaga. Si un batallón de 42 soldados termina acorralado en un pueblo de Puno a plena luz del día con testigos, mueren seis uniformados, pero no se captura a nadie, es síntoma de que ni la presidenta ni los altos mandos militares saben exactamente a qué enemigo están enfrentando ni cómo hacerlo.
La mayoría de la población puneña, que está presa de los radicales, pide, reclama y exige que el gobierno restablezca la ley y el orden en el departamento, que ‘retome’ el control total de las carreteras, puestos fronterizos, control de las ciudades para garantizar el normal funcionamiento del comercio, turismo, entidades públicas, colegios y universidades. El Estado tiene la obligación de liberar a Puno de quienes mediante el terror han usurpado el poder en la región. Apago el televisor.