Este ve a embarcarse rumbo a tierras rusas para asistir al sorteo de los grupos para el del próximo año. está definitivamente de moda. No puedo evitar recordar que cuando era niño no existía Rusia, sino era la comunista Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS). Un experimento socialista que eliminó a la fuerza a las distintas nacionalidades del vasto territorio bajo una bandera, un himno y una ideología. Bajo una sola conducción política, la del partido de un dictador como Joseph Stalin. Pero la Rusia no podía morir. Allí estaban su idioma, sus grandes literatos como León Tolstói y Antón Chéjov, sus religiones que no pudieron desaparecer todos los materialismos y también sobrevivió una siniestra cofradía que se atrevía a constituir un poder paralelo, secreto y todopoderoso al Estado: la mafia rusa.

Ni la KGB, los desalmados servicios secretos soviéticos, pudo desarticular a la mafia. Claro, después de la Segunda Guerra Mundial, cuando la URSS anexó varios países satélites a los que debió subsidiar y las condiciones de vida en Moscú se volvieron extremadamente duras, varios jefes de la mafia fueron exterminados o mandados a campos de concentración, así empezaron un éxodo a Estados Unidos o Inglaterra, para hacer de las suyas. Hay una película del notable director canadiense David Cronenberg que retrata a la perfección y con crudeza, el comportamiento de la mafia rusa en Inglaterra: (2007).

Como en casi toda su filmografía, Cronenberg se adentra a las más recónditas y repulsivas manifestaciones humanas.
Esta vez se centra en la comunidad de inmigrantes rusos en Londres, donde Nikolai (notable Viggo Mortensen) es aparentemente el chofer-guardaespaldas de Kirill (extraordinario Vincent Cassel), el desquiciado y atormentado hijo del dueño de un restaurante, el viejo Semyon, pero que es realmente el líder de la mafia rusa en la ciudad. Para Cronenberg, la naturaleza humana puede ser más cruel incluso que la animal. El viejo Semyon no solo recluta adolescentes de humildes poblaciones mineras de Rusia con el cuento de hacerlos estudiar inglés y conseguirles trabajo en Londres. En realidad es el cabecilla de un infame comercio de ‘trata de blancas’, donde las niñas son transformadas en prostitutas dependientes de la heroína y varias muchachas terminan tiradas en basurales muertas por sobredosis.

Nikolai es en realidad un agente encubierto que arriesga su vida introduciéndose en la mafia, convirtiéndose en el mejor amigo del retorcido Kirill. Pero en ese círculo de muerte aparece un ángel, la enfermera Anna Khitrova (Naomi Watts), que trabaja en un hospital adonde llega una jovencita rusa para dar a luz y fallece en el parto, pero la niña se salva. Anna llega al restaurante para pedirle que traduzca un diario en ruso que la infortunada joven llevaba en su cartera, para poder ubicar a su familia y entregarle a la bebé, sin saber que aquellas anotaciones detallan las monstruosas condiciones de explotación y violencia sexual a la que fue sometida y que incriminan al viejo y su sucio negocio. Anna está en peligro de muerte. Nikolai es un antihéroe que se introduce en las fauces del demonio y se ensucia en su miasma con un fin supremo, destruir a la mafia. Un filme violento y distinto a los del género. Un ambiente de desarraigo, frustración, donde reina el miedo y donde los débiles son aplastados como insectos y los villanos se creen dioses. Una mafia diferente, porque diferentes son también los rusos. El final no lo cuento, pero es una película que nos debe llevar a pensar que el cine de mafias no es solo un parto italiano, y recuerden que ‘Don Corleone’, a diferencia del viejo Semyon, que es un violador de menores, consideraba el abuso de jovencitas como ‘una infamita’ (una infamia).

Solo espero que de todas esas maravillas que nos muestran de la Rusia de hoy, no esté escondida la mafia rusa y sus sucios tentáculos. Esperemos que el presidente no trate de presionar a la para que los sorteos y hasta los árbitros sean ‘dirigidos’. Y, sobre todo, tener cuidado con el tema de las apuestas, donde esos mafiosos intentarán ensuciar el lema del ‘Fair Play’. Apago el televisor.

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