El libro que impactó al Búho
El libro que impactó al Búho

Este Búho no tiene amigos políticos. Jamás me reúno con ellos, tampoco con dirigentes de fútbol, empresarios, dueños de universidades, gobernadores ni alcaldes. De lejitos me va mejor. Cada vez que puedo sí recibo a estudiantes de Comunicaciones. Hace unas semanas llegaron jóvenes de una universidad del centro del país. Me sorprendió que algunos, en estos tiempos, tengan la intención de ser periodistas. ¿Cuál fue mi primer consejo? Lean todo lo que puedan, literatura, los clásicos, en fin, todo lo que llegue a sus manos.

El periodista es una esponja. Me pidieron que les recomiende algunos libros. Recuerdo que en cuarto de secundaria de mi entrañable colegio Hipólito Unanue me mandaron a leer ‘La metamorfosis’ de Franz Kafka, nacido en la hoy República Checa (Praga 1883-Kierling, Austria, 1924).

Me quedé atónito cuando leí: ‘Una mañana Gregorio Samsa despertó transformado en un monstruoso insecto’. Nunca había leído, hasta entonces, una historia fantástica ambientada en el mundo moderno. Se publicó en 1915, en medio de la Primera Guerra Mundial. Nada sería lo mismo en la literatura y el pensamiento de la cultura occidental, al punto de que lo ‘kafkiano’ se convirtió en un término universal para definir lo inverosímil, lo absurdo. Marcó un antes y un después en la cultura de occidente.

Pocos escritos han atrapado tanto a los lectores de todas las latitudes durante tantas décadas como este, sobre todo porque se trata de una narración corta, pero demoledora. Es la historia de la transformación de un oscuro viajante de comercio en un insecto y la reacción que provoca en su familia, sentimientos que navegan desde la solidaridad y la pena, para transformarse después en asco y odio, lo que llevará a un trágico desenlace. Kafka influenció a escritores de la talla de Albert Camus, Jean Paul Sartre y Thomas Mann.

Jorge Luis Borges, quien tradujo el relato para una editorial argentina, encargándose del prólogo, escribió: ‘La más indiscutible virtud de Kafka es la invención de situaciones intolerables’.

Relato de terror, fábula sobre la incomunicación humana y el conflicto con la autoridad, espejo de la extrañeza frente a las arbitrarias leyes del mundo, parábola sobre la angustia y desamparo del hombre moderno, metáfora de la trágica historia del pueblo judío, opresión de la sociedad aristocrática sobre el individuo de su época son algunas de las maneras de analizar este relato, ‘más allá de lo evidente’.

La Metamorfosis emociona y conmueve a todos los que lo leen

Esas son algunas de las formas de entender este libro que, al margen de interpretaciones intelectuales, emociona y conmueve a todos los que lo leen como solo la gran literatura consigue. Salió de la imprenta en 1915. Porque antes de su deceso, en 1924, Kafka tenía inéditos un cerro de cuentos, cartas personales, como a su enamorada Felice, e inclusive tres novelas: ‘El proceso’, ‘El castillo’ y ‘El desaparecido’. En su lecho de muerte le hizo prometer a su gran amigo Max Brod que quemara toda su obra inédita.

Gracias a la ‘traición’ de este gran amigo y admirador suyo, la posteridad pudo tener en sus manos obras tan ‘kafkianas’ como ‘El proceso’, que fue adaptada al cine por el gran Orson Welles. Otro premio Nobel que se sintió cautivado desde su juventud por ‘La metamorfosis’ fue el colombiano Gabriel García Márquez. ‘Gabo’ inmortalizó estas palabras sobre la obra: “Sentía que yo conocía el argumento de los cuentos, pero no los sabía escribir.

Siempre, todas las tentativas que hacía, notaba que eran fallidas, que faltaba algo, y ya cuando entré a la Facultad de Derecho en Bogotá, una noche entré a la casa del cuarto de la pensión donde tenía un amigo que leía mucho y me pasó un librito amarillo y me dijo: ‘Léete esto’. Como era lo único que quedaba disponible en ese momento, entonces yo me acosté. Leía mucho, leía todo lo que me caía en las manos y abrí ese y decía: ‘Al despertar Gregorio Samsa una mañana, tras un sueño intranquilo, se encontró en su cama convertido en un monstruoso insecto’.

Lo recuerdo como si me hubiera caído de la cama en ese momento y fue una revelación, es decir, si esto se puede hacer, esto sí me interesa. Yo antes de eso, probablemente había pensado que eso no se podía hacer a pesar de que me había tragado completitas ‘Las mil y una noches’. Pero aquí había una cosa importante que era de método, ese era un método para contar una cosa que yo no tenía. Fue una verdadera resurrección, de ahí me levanté a escribir mi primer cuento, el primero que se publicó en El Espectador, ‘La tercera resignación’.

Lo escribí a partir de esa lectura y a partir de ese momento todas mis lecturas se orientaron en ese sentido que era la novela contemporánea, y ahí me quedé, todavía no he logrado salir: todas mis lecturas se orientaron en ese sentido”.

En el Perú, de 1979 para adelante, los ‘lagartazos’ salseros que escuchan por primera vez el tremendo tema ‘Pedro Navaja’ tuvieron que correr a buscar un diccionario para saber quién era ese escritor al que mencionaba Rubén Blades en la última estrofa: ‘Como en una novela de Kafka, el borracho corrió por el callejón’. Apago el televisor.

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