Este Búho se quedó impresionado con el documental de Netflix ‘Conversaciones con asesinos: Las cintas de John Wayne Gacy’, también llamado el ‘payaso maldito’. El realizador es el destacado Joe Berlinger, quien nos sorprendiera con su documental ‘Las cintas de Ted Bundy’, otro sanguinario asesino en serie.
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Ahora nos aterra con la historia de Gacy. Como siempre, su base de apoyo y la que le da credibilidad al documental es que está basado en las grabaciones de los diálogos que el criminal entabló con su abogado defensor, los detectives que lo arrestaron y el fiscal que lo acusó. En la cinta, el psicópata muestra una total sangre fría y un nulo arrepentimiento. Este individuo se la pasó toda la década de los setenta asesinando jovencitos a los que enterraba debajo de su casa o los lanzaba al río.
Oficialmente fueron 33 restos de cuerpos recuperados por la policía en una penosa remoción de terreno que mantuvo en el estupor a toda Norteamérica y al mundo. Gacy era considerado un buen vecino, un ciudadano modelo que llegó a ser dirigente del Partido Demócrata en Chicago, donde inclusive participaba en reuniones donde se fotografiaba con el presidente Jimmy Carter y su esposa Rosalyn.
Era un contribuyente a las arcas del partido pues era un próspero empresario de construcción. Justamente varios de sus trabajadores, que no pasaban los veinte años, estuvieron entre sus víctimas. Generalmente andaba en su automóvil recogiendo jovencitos en las ‘zonas rojas’ de Chicago, pero también a jóvenes viajeros en las terminales de autobuses. En aquella época era común hacer ‘autostop’ y allí estaba Gacy, dispuesto a darles ‘una jaladita al más allá’. Su ‘modus operandi’ era llevarlos a su casa, allí les daba de beber y les proponía hacer el ‘juego de las esposas’. Primero el asesino se ponía las esposas y hacía como que zafarse de ellas fuera sencillo.
“Tenía un gravísimo antecedente judicial por abusar de un menor”
Luego le tocaba el turno al muchacho, que se las colocaba confiado, pero estas no se podían abrir. Así, inmovilizados, los amordazaba, los violaba y estrangulaba para luego enterrar sus cuerpos debajo de su casa. Lo más alucinante es que en las reuniones políticas para recaudar fondos se ponía su disfraz de payaso de nombre ‘Pogo’. Después de Gacy, ya nadie miró a los payasos igual. Inclusive el gran autor de novelas de misterio Stephen King se inspiró en él para crear una de sus más aterradoras historias, la de un payaso que asesina niños: ‘It’ (‘Eso’), que fue llevada al cine con gran éxito de taquilla.
Lo más increíble es que ese ciudadano supuestamente ejemplar tenía un gravísimo antecedente judicial por abusar de un menor. Todo sucedió cuando egresó de una escuela de negocios y se mudó a Springfield, Illinois. Allí conoció a su primera esposa, Marlynn Myers, con quien se casó en 1964, y trabajaba de supervisor en una fábrica de zapatos. Pero su esposa lo convenció de irse a vivir a Waterloo, Iowa, donde su familia tenía un restaurante.
John aceptó con la condición que lo dejaran ser gerente. En 1967 cruzó la línea. Llevó a Donald Voorhees, de 15 años, a su casa y lo obligó a practicarle sexo oral. El adolescente denunció el abuso y fue condenado a diez años de cárcel. Pero salió en dos al obtener libertad condicional. Al salir le esperaba su demanda de divorcio. Emprendió regreso a Chicago, donde montó una empresa de construcción y le fue tan bien en los negocios como para comprar una casa en una zona residencial.
También se comprometió con una antigua compañera del colegio que tenía dos hijas y se fueron a vivir juntos. No pasó mucho tiempo para que el monstruo saliera de nuevo en busca de víctimas. Pero una en particular ocasionaría el fin de su carrera asesina. El documental muestra el caso de Ron Piets, quien desapareció en 1978 del minimarket donde trabajaba. Una compañera de trabajo estuvo presente en el momento en que su amigo se retiró para ir a conversar con un contratista. Nunca más se le volvió a ver.
Ella también declara 43 años después. Y su testimonio fue fundamental. Los detectives siguieron la pista del ‘contratista’, que resultó ser John Wayne Gacy. Norteamérica se espantó cuando confesó sus crímenes: 33 y seguramente algunos más, dijo cínicamente el ‘payaso maldito’. Fue condenado a muerte en 1980 y cuatro años después le aplicaron la inyección letal. Sus últimas palabras fueron dirigidas a la gente que hacía fiesta afuera de la prisión: “¡Bésenme el trasero!”. Apago el televisor.
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