Vladimiro Montesinos. (Archivo Histórico El Comercio)
Vladimiro Montesinos. (Archivo Histórico El Comercio)

Este Búho lee que seguirá encerrado en la Base Naval del Callao hasta el 2032. Tiene otra sentencia por la muerte de un ciudadano evangelista. El siniestro asesor de Alberto Fujimori actualmente tiene 80 años y es probable que muera en prisión. Para este columnista, que ha escrito ríos de tinta sobre su vida, aún me resulta alucinante que fuera uno de los hombres más poderosos del Perú y haya acumulado millones de dólares sucios que ahora no puede disfrutar porque está encerrado en una fría celda.

Las historias que se han escrito sobre su vida lo ‘pintan’ como un enfermo y retorcido. Una de las amantes del ‘Doc’ fue la ‘Pollito’, Matilde Pinchi Pinchi, quien precisamente lo hundió ante los jueces: “En épocas de reelección ingresaban al Servicio de Inteligencia nueve millones de dólares al mes, plata robada de instituciones del Estado, de la caja militar-policial, de las cutras por compra de armamento chatarra o el narcotráfico. Todo era para pagar a congresistas tránsfugas, diarios chicha, jueces, canales de TV, radios y periodistas ‘famosos’”.

Pinchi Pinchi declaró eso en el juicio, en la misma ‘pepa’ de Vladi, que la miraba con odio. Y la ‘Pollito’ continuó: “Al principio poníamos el dinero en cajas de leche, pero cuando ya eso rebalsó, compramos una caja fuerte gigante”.

En sus años de todopoderoso, incrementaba su patrimonio cobrando cincuenta mil dólares por cada avioneta que despegaba repleta de cocaína desde las pistas clandestinas en el Huallaga. Su ‘gendarme’ era un oficial del Ejército apodado ‘Capulina’.

En ese entonces, el principal abastecedor de drogas del ‘Patrón’ Pablo Escobar, jefe del Cartel de Medellín, era Demetrio Chávez Peñaherrera, ‘Vaticano’, quien operaba en el Huallaga, vecino a la Base Antisubversiva de Campanilla. Tan contento estaba Vladimiro con los suculentos pagos que realizaba el narco, que aceptó su invitación y viajó a esa zona para festejar el cumpleaños de Demetrio.

Este gastaba decenas de miles de dólares en llevar desde Lima a las más cotizadas vedettes y modelos. No soportó que el ‘Doc’, lujurioso y ebrio por beber finísimas botellas de champán Cristal intentara besarlo y, peor, osara tocarle su miembro viril. ‘Vaticano’ contó esa historia mil veces. “El Doc era del otro equipo”, concluía.

Quién sabe si resentido por el rechazo del traficante, ni bien regresó a Lima ordenó a ‘Capulina’ aumentar el precio por avioneta a cien mil dólares. Cuando el narco se negó, el ‘Doc’ le declaró la guerra y mandó dinamitar las pistas de despegue. ‘Vaticano’ huyó a Colombia, pero Montesinos lo denunció a la DEA, lo apresaron y extraditaron.

Cuando Chávez Peñaherrera contó que el ‘Doc’ era su socio, la audiencia se suspendió. Al día siguiente llegó como un zombi, se autoinculpó y fue sepultado en la Base Naval. Lo habían ‘enderezado’ a punta de electroshocks.

En el libro de Toño Angulo Daneri, ‘Llámalo amor si quieres’, se narra una historia pervertida del jefe del Servicio de Inteligencia. Un día le dijo a uno de sus oficiales de confianza en la playa Arica, el que monitoreaba los videos de los ambientes de su ‘búnker donde vivía con su amante Jackeline: “Quiero que veas la pose del esquiador”.

Colocó unos videos donde se veía a Vladi, su ‘gatita’, como llamaba a Jackie, y un stripper afroamericano de Nueva Orleans, al que contrataron para que venga a Lima, abonando miles de dólares robados al fisco. La orgía empezó cuando se despojaron de toda la ropa y desnudos bailaron los tres.

Luego -refiere Angulo- se sentaron en un sillón. La ‘gatita’ al medio y los dos varones a sus costados. En eso, ella comenzó a agarrarles a ambos sus partes íntimas ¡¡como si de verdad estuviera cogiendo y jalando los dos fierros de esquiar en la nieve!! Lo alucinante, según el testimonio del ayudante de Vladimiro, contado en el libro de Toño, es que en un momento el asesor exclamó al ver las imágenes: “¡Mira, mira, ella lo mira a él y no a mí!”. Y según el ayudante, efectivamente, la mujer del ‘Doc’ le lanzaba miradas lujuriosas y le sacaba la lengua lascivamente al morocho bailarín. Vladi, al ver eso, ‘comenzó a llorar desconsoladamente’. Ahora resulta alucinante que muchos lo vean como el ¡gran asesor!, que sería el único capaz de derrotar a la delincuencia. Apago el televisor.

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