
Este Búho ha viajado un par de veces a Colombia, tierra hermosa por sus playas, su cultura, su gastronomía y su gente. Por eso veo preocupado cómo su máximo representante político, Gustavo Petro, es un díscolo y antiguo guerrillero. Un afiebrado izquierdista que, acusado de ser un consumidor de estupefacientes, se embarca en enfrentamientos que ponen contra las cuerdas las relaciones diplomáticas de su país. Recién, el gobierno de Estados Unidos le revocó su visa.
En las antípodas hay grandes personajes como el inmenso Gabriel García Márquez, un colombiano digno, majestuoso e inmortal. Como saben mis lectores, el caribeño es mi escritor de cabecera y mi eterno acompañante de pernocte. Sus libros me salvaron de la cotidianidad, en los descorazonados tiempos de mi adolescencia, o me sirvieron en mi formación de periodista.
Su historia de vida está llena de aristas, de episodios novelescos y de lo ‘real maravilloso’, ese género literario que fabricó y entregó al mundo. ‘Gabo’ nació en una familia humilde, pero su talento lo llevó a ser uno de los intelectuales más respetados, importantes y queridos en lengua castellana.
Este fin de semana me topé con un hermoso documental en Netflix, ‘Gabo: La magia de lo real’, dirigido por el inglés Justin Webster. En la cinta se hace un viaje por los lugares que marcaron la vida del escritor y dan testimonios sus amigos más cercanos.
Desde la pequeña y pobre Aracataca (Caribe colombiano), en donde vivió hasta los nueve años, criado por su abuela supersticiosa hasta el tuétano y su abuelo, un veterano y estricto coronel, hasta la entrañable Ciudad de México, lugar donde escribió su más grandiosa novela: ‘Cien años de soledad’ y donde pasó sus últimos días de vida.
Están los relatos de su hermana Aída García Márquez, así como el del expresidente estadounidense Bill Clinton, quien en una entrevista aseguró que ‘Gabo’ había sido importante para él: “Porque sus libros y amistad han constituido preciosos regalos en mi vida. Porque compartíamos el amor por la democracia y la libertad, el odio por el poder brutal y arbitrario, y la preocupación por la vida y el bienestar de la gente común. Porque Gabo marchaba al ritmo de su propio tambor y dedicó su vida a crear memorias que nos estremecerán para siempre”.
Paradójicamente, García Márquez también fue íntimo de Fidel Castro y muchas veces intercedió para que Estados Unidos restableciera lazos con Cuba, y aunque estuvo a punto de lograrlo por su amistad con Clinton, nunca se concretó.
Uno de los momentos más emotivos en el documental es cuando visitan la vieja casa de quien sería su esposa, Mercedes Barcha, en Sucre. Él tenía 14 años cuando la pretendía y ella 9. “Mercedes ha quedado regada por todos mis libros. Pedazos por todos lados”, diría alguna vez el novelista. Para nadie es un secreto que ‘La Gaba’, como se le conocía a Mercedes, fue el pilar más importante para la carrera de García Márquez.
Fue ella quien hizo ‘magia’ para que, durante un año y medio, el narrador se dedicara únicamente a escribir ‘Cien años de soledad’, sin ningún tipo de preocupación o desconcentraciones. “Tú no estás aquí para preocuparte por plata. Tú dedícate a escribir, que del resto me encargo yo”, le advirtió su mujer.
Por eso el autor siempre decía: “No supe cómo se las arregló Mercedes para que no faltara la comida cada día. Lo cierto es que en los últimos balbuceos de la novela debimos empeñar el secador, el calentador, la batidora y las últimas máquinas que nos quedaban”.
En esos días de total pobreza, y cuando sus hijos le pedían comida, ‘Gabo’ los consolaba diciendo que pronto llegaría un hombre con un maletín con tanto dinero que no volverían a pasar necesidades. Luego de algunos meses, con el éxito inesperado de ‘Cien años de soledad’, un representante de la Editorial Sudamericana llegó a México para entregarle al autor de la obra un cheque con las regalías del libro.
“Hágame un inmenso favor, cambie el cheque por dinero, compre un maletín y métalo allí”, le pidió el escritor. Al llegar el hombre con el maletín negro, sus hijos quedaron tan sorprendidos porque se había cumplido el presagio de su padre.
Otras voces, como el de su editora Carmen Balcells, su íntimo amigo Plinio Apuleyo y el veterano reportero Jon Lee Anderson dan luces del hombre detrás del escritor. Pero entre todos sorprende la aparición de Tachía Quintana, exnovia española del célebre integrante del ‘Boom Latinoamericano’ cuando este era corresponsal de El Espectador en Francia, por los años 50.
“Gabo era delgado y tímido, al principio me pareció algo petulante. Pero muy rápido me di cuenta de que era un hombre dulce y muy romántico: me regalaba la puesta de sol y me decía cosas fascinantes”, recuerda la ‘vasca temeraria’, como la llamaba el premio Nobel.
El documental aborda diversos ángulos de la vida del colombiano, desde lo familiar, sentimental, social y político. En resumen, da cuenta de cómo un niño que nació en uno de los pueblitos más recónditos de Colombia, en donde no había más de 5 mil habitantes y tenía todas las condiciones en contra, se convirtió en una celebridad de las letras a quien hasta el día de hoy se sigue venerando y extrañando. Apago el televisor.
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