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Muchos jóvenes ni saben quién era Ferrando. Debo ingresar al túnel del tiempo. Los años maravillosos. Don Augusto, el ‘Zambo’ o simplemente Ferrando, así era llamado por el pueblo, que lo idolatraba, y cada sábado las familias se reunían frente a un tremendo televisor en blanco y negro para matarse de risa con ese programa que, bajo el pretexto de ser de formato concurso musical, derivaba en un verdadero circo, donde el público y sus coanimadores eran los payasos de un claun mayor e implacable: el propio Ferrando.

Con treinta años al aire, la mayoría de ellos en vivo, ‘Trampolín a la fama’ se convirtió en el programa más longevo de la televisión peruana y el más exitoso en rating. Los intelectuales, desde la época en que se inició en la pantalla en 1966, pasando por los doce años de gobierno militar con los canales estatizados, despotricaron contra el programa calificándolo de ‘racista’, ‘vulgar’ o ‘degradante’.

Recuerdo que a inicios de los noventa, un estudiante de Antropología de la Universidad Católica, Alexander Huerta, deslumbrado e intrigado por los mensajes y la fiel audiencia del programa, decidió convertirse en un asistente más, semana a semana, de ‘Trampolín a la fama’.

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INVESTIGACIÓN SOBRE TRAMPOLÍN A LA FAMA

Su experiencia fue alucinante y publicó su investigación revestida en el libro: ‘El chongo peruano - Antropología del humor popular’ (Estruendomudo, 2019), un texto indispensable en donde se zambulle con la rigurosidad del científico social en el ‘chongo’, esa escuela de la calle para hacer reír. Pero, definitivamente, el capítulo referido a ‘Trampolín a la fama’ y Ferrando es el más sabroso y revelador. Aquí algunas de sus experiencias vividas:

LA COLA: “Difícil y pesada, por frío, por la humedad, por las peleas y la gente que entraba a la fuerza, por hambre, por tedio y por la incertidumbre de entrar o no entrar (...) Al animador le interesaba seleccionar a personas subidas de peso o adultos mayores para que hagan striptease o intenten acrobacias (...) Veía en la fila a personas que entraban con palomas vivas en las manos, papas rellenas gigantes, periódicos antiguos, pingüinos de Humboldt vivos, una mujer vestida con un vestido hecho íntegramente con etiquetas de leche Gloria”.

EL PROGRAMA: “Pero Augusto era jodido con sus coanimadores (...) Felipe Pomiano recibía el sobrenombre de ‘Tribilín’, destinatario de los más extremos comentarios, como ‘mi compadre no es más bruto porque no ensaya’ (...) Ingeborg Zwinkel, una alemana radicada en el Perú, aparecía bajo el seudónimo de la ‘Gringa Inga’ (...) Siempre mostraba su solidaridad por los chistes contra Pomiano y lo abrazaba.

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Ferrando señalaba el brazo y gritaba: ‘¡Miren, la bandera pirata: un fondo negro y una calavera!’. Uno de los pilares del programa eran sus auspiciadores y le ponía su toque especial al anunciarlos: ‘¡Cocinas Coldex, te duran hasta que te la roban!’; una marca de cerveza que, al tomarla, afirmaba: ‘La penúltima es mejor que la primera’; o había un banco: ‘¡Ahorra o nunca!’.

“LOS TALLARINES LOS PONE: COGORNO”

Fue un pionero en el tema del bullying escolar: ‘Que a tu hijo no le pongan chapas en el colegio, dale leche Gloria’. Muchos cómicos salieron de ‘Trampolín’, por eso el animador hizo popular una frase: ‘¡Yo lo descubrí!’, por lo que utilizaba a algunos de ellos también en sus propagandas, como

Ferrando contribuía a la fama que este tenía y para hacer una publicidad de tallarines nos preguntaba como público: ‘¿Los tallarines los pone...?’ y todos respondíamos gritando ‘¡Cogorno!’, y luego aseveraba: ‘¿Y la pasta...?’. Y todos respondíamos ya condicionados: ‘¡Barraza!’”.

Pero ¿por qué lo querían a Ferrando? El antropólogo cierra su revelador libro con la anécdota de un anciano que ganó un jugoso premio: ‘¿Qué vas a hacer con este suculento premio, viejito?’. Este respondió con gracia: ‘Con este dinero, Augusto, ¡voy a pagar a todos los que les debo!’, haciendo carcajear al público. Ferrando, complacido, aumentó el monto del premio: ‘Muy bien, entonces esto es para que pagues a todos los que les debes y esto para que te vayas a un hostal’. Apago el televisor.

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