Este Búho pasó el ‘Día del padre’ en ‘cuarentena’ y al mirar por la ventana recordé las estrofas de una entrañable canción de Charly García: ‘Están las puertas cerradas y las ventanas también, no será que nuestra gente está muerta (yo no quiero volverme tan loco)’. Por un momento me imaginé que vivía en una ciudad fantasma. Que me había vuelto loco. A eso nos ha confinado esta maldita enfermedad. Los números son de infarto. Las líneas de llamada para reportar casos son un saludo a la bandera. Ya no recogen a nadie, los enfermos deberán llegar al hospital por sus propios medios y esas líneas no atienden ni a los llamados de la Polícía.

Por eso resulta cuestionable que el ministro de Salud, Víctor Zamora, afirme que ‘la bajada es sostenida’. Maneja una ecuación polémica: ‘¿Bajan los contagios pero suben los muertos?’. ¿Cómo es eso? En ese desastroso panorama sanitario se encuentra la destrucción de la economía. Ni en la hiperinflación del primer gobierno de Alan García sucedió algo tan traumático, algunos tremendistas compararon esta situación con la devastación que dejó la guerra con Chile en 1879. Los pequeños y medianos empresarios de los emporios comerciales como Gamarra y otros se pusieron en pie de guerra y salieron con sus mercaderías a la calle, rompiendo la cuarentena. Allí el gobierno puso un puente entre la disyuntiva de ‘salvamos la salud’ o ‘salvamos la economía’. El gobierno optó por lo segundo, abrumado por la ‘rebelión’ de los comerciantes.

Pero también por la presión de los grandes centros comerciales que, primero, recibieron ‘luz verde’ gracias a las ‘movidas’ de un siempre efectivo Carlos Neuhaus y hoy, ambos negocios, los emprendedores y ‘grandazos’, abrirán sus puertas. Es una noticia saludable porque evidentemente significará una reactivación económica con miles de negocios abiertos, miles de puestos de trabajo, pero también el riesgo de que miles de peruanos que guardaban el ‘aislamiento obligatorio’ quieran salir a ‘pasear’ sin darse cuenta de que serán como bocaditos salidos del horno para que los engulla el diabólico virus.

Porque si los peruanos van a seguir comportándose como lo hicieron al ‘romper de facto la cuarentena’, los contagios se van a disparar. Si van a salir a los centros comerciales con la hija, la vecina, la comadre y el amigo, como vimos con estupor en las calles de La Victoria o en los mercados de zonas populosas, podemos terminar en el primer lugar en número de contagios y fallecidos del mundo. Esta nueva etapa de la fase 2 de la reactivación económica debe significar un cambio en la actitud ciudadana. Quien va a comprar o a trabajar, por ejemplo, a La Victoria, sabe que se sumerge en la mata de los contagios, en la zona amarilla, térmica, temible, como muestra el mapa de la pandemia en la ciudad en tiempo real.

Por lo tanto, como recomienda Pilar Mazzetti, la única forma de que no haya un rebrote es seguir el protocolo sanitario: el uso obligatorio de mascarillas, respetar la distancia, lavado de manos constante, pero sobre todo evitar en lo posible exponerse. Recuerden que en los centros comerciales con aforo reducido solo podrá ingresar una persona por familia. La cuarentena no es ningún juego, señores. Han muerto más de 8 mil peruanos, enfermos que expiraron solos, aislados, sin una oracion que los acompañe, ni los santos óleos. Algunos ni siquiera tuvieron un velorio o entierro y fueron cremados. Ninguna familia debería pasar por ese episodio tan traumático y doloroso. Piensen en eso cuando quieran salir sin motivo, sin guardar la respectiva distancia, sin usar mascarilla, sin lavarse las manos cuantas veces sea necesario. Apago el televisor.


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