Este Búho, como lo saben mis lectores, es un amante de la literatura pero también un fanático del fútbol. Y como todo el país, espero con ansiedad el partido de mañana contra Australia por el repechaje mundialista. Pero calmo esas ansias escribiendo en esta oportunidad sobre la pasión que ejerce este hermoso deporte en algunos escritores.
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Empiezo con nuestro premio Nobel de Literatura, Mario Vargas Llosa, quien siempre ha confesado que es un apasionado del fútbol y su amor por la camiseta crema. En el año 2011, tras ser declarado ‘socio honorario del club’, dio un discurso emocionado en el Monumental, donde contó anécdotas no conocidas de su relación con el equipo: “Soy un hincha a muerte de la ‘U’ desde hace más de setenta años. Deben saber que la ‘U’ es mucho más que un club de fútbol, es un mito, una leyenda, una tradición.
Por la historia que ha escrito para el deporte peruano”. Y después dejó con la boca abierta a todos los hinchas cuando reveló: “Uno de los recuerdos más hermosos de mi infancia es haberme puesto la crema para defender sus colores jugando en el Estadio Nacional contra el Deportivo Municipal. No sé si pateé la pelota, pero esos recuerdos quedaron grabados en mi memoria”.
En ‘El pez en el agua’ afirma que se hizo hincha de la ‘U’ el día que vio jugar a Lolo. Posteriormente se hizo admirador de ‘La saeta rubia’ Alberto ‘Toto’ Terry’, el puntero crema al que menciona en la novela corta ‘Los cachorros’, donde el protagonista ‘Pichula’ Cuéllar quiere imitar el estilo de jugar del endiablado rubio. Mario es tan aficionado al balompié, al punto que en su luna de miel en Brasil se fue a ver un partidazo al estadio Maracaná. “Fuimos unos días a Río de Janeiro y conseguimos entradas para poder ver a la selección brasileña contra Alemania. Jugó Edson Arantes, Pelé, fue inolvidable. El futbolista más extraordinario que he visto. Un mito y una realidad”, declaró para el diario ABC de España.
El recordado poeta Antonio Cisneros escribió en su buscado libro de crónicas ‘El arte de envolver pescado’ una entrañable narración de cómo se hizo adicto del Sporting Cristal. “Llegué al mundo, es decir, al gramado, con la remera puesta del Sporting Cristal”. Y recuerda que su padre era hincha del Sporting Tabaco, equipo que luego cambiaría de nombre. Según el cronista y poeta Eloy Jáuregui, quien le hiciera varias entrevistas para la televisión, “Toño era todo un señor, pero perdía la calma cuando se hablaba mal de su club”.
“La literatura futbolera tiene en el uruguayo Eduardo Galeano a su buque insignia”
Nuestro notable cuentista Julio Ramón Ribeyro (1929-1994) era un hincha de Universitario de Deportes tan apasionado que incluyó en sus relatos alguna anécdota relacionada con el club de sus amores. Hay un cuento muy sabroso que tiene todo un correlato futbolero: ‘Atiguibas’: ‘Fuimos a ver al campeón nacional Universitario de Deportes, del cual mi hermano y yo éramos hinchas furiosos’. La historia relata las vivencias de dos fanáticos que identifican a un personaje enigmático entre la tribuna.
Pero debajo del misterio asoma un homenaje al fútbol y sobre todo a un ídolo crema, Lolo Fernández, en un partido ante un poderoso rival argentino: ‘Lolo Fernández marcó cinco goles al Racing Club, pero cada uno de ellos fue una obra de arte, un modelo de fuerza, técnica, coraje y oportunismo’. Tanta impresión le causó la actuación de Lolo que inmortalizó ese cuarto gol, que no tendrá video pero sí párrafos que quedan para la posteridad: ‘Los platenses se volcaron con ardor en el campo de Universitario, decididos a defender su prestigio de campeón argentino. Pero Lolo estaba en su tarde gloriosa: aprovechando un tiro de esquina, se elevó por encima del gigante Salomón y envió un cabezazo que rebotó delante del arco y penetró en la valla’.
Pero la literatura futbolera tiene en el uruguayo Eduardo Galeano a su buque insignia y en su libro ‘Futbol a sol y sombra’ su Biblia. Allí nos confiesa: ‘Como todos los uruguayos, quise ser jugador de fútbol. Yo jugaba muy bien, era una maravilla, pero solo de noche, mientras dormía: durante el día era el peor ‘pata de palo’ que se ha visto en los campitos de mi país (...) han pasado los años y a la larga he terminado en asumir que yo soy más que ‘un mendigo de buen fútbol’”.
El maestro describe brillantemente al ‘barra brava’: ‘Nunca llega solo. Metido en la brava barra, peligroso cien pies, el humillado se hace humillante y da miedo al poderoso. La omnipotencia del domingo conjura la vida obediente del resto de la semana, la cama sin deseo, el empleo sin vocación o el ningún empleo. Liberado por un día, el fanático tiene mucho que vengar. En estado de epilepsia mira el partido, pero no lo ve. Lo suyo es la tribuna’. Cuando al uruguayo le preguntaron ¿cómo le explicaría a un niño lo que es la felicidad?, respondió: “No se lo explicaría, le tiraría una pelota para que jugara”. Apago el televisor.
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