Perros de Berlín. (Difusión Netflix)
Perros de Berlín. (Difusión Netflix)

Este Búho se deslumbró con la alucinante serie alemana ‘Dark’, de Netflix. Por eso, cuando descubrió de casualidad que ‘Perros de Berlín’ (Dogs of Berlin, 2018) era la segunda serie germana de la plataforma de ‘streaming’, no dudó en comenzar a verla y, la verdad, me quedé impresionado. A diferencia de ‘Dark’, la tremendamente compleja serie de ciencia ficción, ‘Perros de Berlín’ es brutalmente real, actual, donde la otrora brillante ciudad histórica, la ‘joya’ del régimen nazi de Adolfo Hitler, es hoy una urbe lúgubre, oscura, corroída desde sus cimentos, como su viejo Estadio Olímpico de 1936, donde defecan los perros, por la corrupción policial, política y las mafias deportivas y criminales.

El inicio de la historia es atrapante para cualquiera: la estrella del seleccionado alemán de futbol, Orkam Erdem, el ‘Messi teutón’, ídolo del Manchester United, es encontrado brutalmente asesinado en un terreno baldío de un barrio neonazi. Pero ese no es el único problema. La noche siguiente a su homicidio debía dirigir el ataque de su equipo que enfrentaba a Turquía por las eliminatorias mundialistas en el Estadio Olímpico. ¿Quién lo mató? Hay muchas sospechas: los turcos radicales que lo consideraban un ‘traidor’ a su pueblo, los neonazis, quienes exigían que lo saquen del equipo ‘por turco’, o los mafiosos del negocio de las apuestas ilegales.

Un policía intrépido, pero problemático, Kurt Grimmer, neonazi en su juventud, compulsivo apostador ilegal, mujeriego y con otros ‘chicharrones’ y algunos valores, es el único que descubre, de casualidad, el cadáver y hace lo imposible para que la noticia no se divulgue a la prensa. Todo para apostar a Turquía y saldar una deuda de vida o muerte con la mafia de las apuestas.

Su superior, otra ‘joyita’, le exige que comparta el liderazgo del escuadrón ‘Tarjeta Roja’, que investigará el homicidio, con un policía que es su antítesis. El escogido es rechazado de plano por Kurt. Erol Birkan no solo es de ascendencia turca, incorruptible, idealista, sino también es gay con novio. Lo que no sabe Grimmer es que también tiene calle porque fue ‘rapero’ de bandas criminales.

La investigación del homicidio de un famoso es solo el pretexto de la serie para desnudar la triste realidad de una urbe despedazada por los odios raciales que subyacen a todo nivel, una olla que ya hirvió demasiado y cuya tapa volará en cualquier instante. Donde ya no hay supremacías arias como en los lejanos tiempos del Tercer Reich, sino bandas salvajes y asesinas de todos los colores e idiomas disputándose los negocios ilícitos como perros rabiosos por un hueso con sebo: desde neonazis desafiando el tiempo y la razón contra los turcos y otros extranjeros.

La ciudad alberga 800 mil inmigrantes turcos musulmanes, la mayor colonia de Europa, quienes también tienen su propia y feroz mafia ‘Tarik-Amir’, que controla el negocio de las drogas, pero ambicionan quitarles a otra banda criminal foránea, ‘Los Kovac’, el lucrativo y millonario negocio de las apuestas ilegales.

Correrá muchísima sangre en esta primera temporada. La serie comienza con las calles de la ciudad en llamas, policías, peleas salvajes, perros, balazos, fuego, sirenas. ¿Cuándo y por qué ardió la ciudad? Luego hay un flashback de siete días antes, la noche en que Grimmer sale del departamento de su ‘rayada’ amante con el bebito de esta en brazos y encuentra el cuerpo del delantero, al que le falta un dedo.

Una serie de diez trepidantes capítulos, no solo para amantes del fútbol, con subtramas de alto contenido social. La disyuntiva de los hijos e inmigrantes: convertirse en ‘alemanes’ progresando, estudiando una carrera, o seguir siendo turcos con mucho dinero sucio, integrando mafias. O los conflictos internos, sentimentales de los dos policías protagonistas. Grimmer, con su intensa e insatisfecha esposa Paula y todavía misio por ludópata, se consigue una amante, Bine, que tiene dos niños pequeñitos, alcohólica, con ‘una pelea de gatos’ en la cabeza y juega al borde del abismo.

Mientras que Erol tiene que luchar para hacer respetar su orientación sexual en la machista sociedad turca, empezando por su padre. Una serie para verla con calma, no para ‘maratonearla’ en una noche. Mención aparte merecen los jerarcas de la FIFA y la Federación Alemana, siempre siniestros, manejando los hilos por lo bajo y sin escándalos. Y en el capítulo del partido Alemania vs. Turquía en el Olímpico de Berlín, mismo play station, en la cancha, y en el palco más lujoso, los líderes de las dos mafias apostando: 10 mil euros el croata, por dos dedos del turco, si gana o pierde Alemania. Apago el televisor.


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