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Mafias, testigos y soplones

Tras la salida de prisión de Zamir Villaverde, el Búho de Trome recuerda un caso célebre de colaboración y otro emblemático de un fiscal que fue asesinado por investigar a una presidenta.

Este Búho vio por televisión, el martes por la tarde, la salida de Zamir Villaverde del penal de Ancón. Traspuso las rejas del penal tan solo acompañado de su abogada y un empleado penitenciario. Lo que muchos no vieron es que, al salir del perímetro del penal, lo esperaban tres camionetas cuatro por cuatro con lunas polarizadas antibalas. Ni un ministro tiene tanta seguridad y se lo llevaron raudamente hasta su ‘búnker’ en La Molina. Su vida corre peligro. Es que Villaverde es una de las piezas claves en la investigación que se sigue por presuntos actos de corrupción en el Ministerio de Transportes y Comunicaciones y otras entidades del Estado, que alcanzarían al mismísimo presidente Pedro Castillo. Es evidente que hay una organización criminal que busca evitar por todos los medios que los procesados cuenten la verdad. Ante esta situación, a este columnista se le viene a la mente un caso célebre de colaboración y otro emblemático de un fiscal que fue asesinado por investigar a una presidenta.

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EL ‘TORO’ QUE HUNDIÓ A JOHN GOTTI

John Gotti era el sanguinario y poderoso jefe de la familia Gambino, la más peligrosa de las cinco familias mafiosas de Nueva York, y se había librado de tres megajuicios por asesinato y corrupción, por lo que se creía intocable y todopoderoso. Inclusive en vez de mantener el perfil bajo de los gánsteres, salía impecablemente vestido a hablar con los periodistas y a burlarse del FBI. ‘Nunca podrán encarcelarme’, se jactaba. Pero en 1990 fue detenido junto a su brazo derecho Sammy ‘El Toro’ Gravano, gracias a micrófonos ocultos en la oficina del capo. En las grabaciones se escuchaba que Gotti se jactaba de asesinatos y burlaba de su sicario Sammy Bull y deslizaba la posibilidad de eliminarlo. El FBI le hizo escuchar esas cintas a su segundo, quien por ese motivo se convirtió en soplón. El delator había cometido 19 asesinatos (incluido a su mejor amigo y su cuñado) por orden de Gotti y los confesó todos, hasta el asesinato que cometieron al capo de capos de la mafia Gambino, Paul Castellano. La fiscalía le ofreció un trato que no pudo rechazar: cumplir una condena benévola de cinco años y conservar toda su fortuna acumulada durante sus años delictivos si traicionaba a su jefe y a 35 miembros de su ‘familia’. El ‘Toro’ aceptó. Pasados los cinco años de reclusión, Sammy desapareció del mapa. Solo reapareció en 1997 en una entrevista con la cadena televisiva ABC, ‘en algún lugar del mundo’, porque la mafia le ha puesto precio a quien lo mate: ¡un millón de dólares! Confesó que quiso hacerse una cirugía plástica ‘como el rostro de Robert Redford, pero cuando me dijeron que era imposible decidí quedarme con el mío’, declaró cínicamente. La entrevista la dio justo cuando salió a librerías el libro ‘Mi vida en la mafia: el segundo de John Gotti’, del afamado escritor Peter Maas, el autor del best seller ‘Serpico’. Gracias al testimonio de Gravano, Gotti fue condenado a cadena perpetua en un juicio donde el jurado fue anónimo y ni el juez conocía la identidad de los mismos. Gotti murió en el 2002 en el hospital de la prisión de máxima seguridad de Illinois, a los 61 años, de un cáncer de garganta. De Sammy ‘El Toro’ nadie sabe nada.

ACUSA A LA PRESIDENTA Y MUERE

En julio de 1994 se produjo un atentado terrorista en Buenos Aires, con consecuencias más mortales que el de Sendero en Tarata, Miraflores. Un coche bomba explotó en la puerta del edificio de la Mutual Israelita Argentina, mató a 85 personas e hirió a 300. Las investigaciones de la Interpol señalaron a funcionarios de Irán, aliados del grupo libanés terrorista Hezbolá, como responsables del brutal ataque. Lo inaudito es que en febrero del 2003 la presidenta de Argentina, Cristina Fernández, firmó un acuerdo con el gobierno de Irán para proteger a los culpables del atentado y se habló de un pago de varios millones de ‘petrodólares’. Desde esa fecha el fiscal Alberto Nisman investigó este siniestro acuerdo y en el 2015 iba a informar al Congreso sobre la responsabilidad de la mandataria por el delito de encubrimiento. Nisman estaba entusiasmado. Se sabía que recibía amenazas a él y a sus hijas, pero estaba preparándose para la exposición que debía hacer e interrumpió sus vacaciones en España para asistir al Congreso. Increíblemente, el domingo en la noche, horas antes de su presentación, fue encontrado muerto de un disparo en la sien. Las protestas y acusaciones a la presidenta remecieron al país. En el 2019, en Tel Aviv, el presidente de Israel declaró ‘Héroe de la Justicia’ al fiscal en una ceremonia a la que asistieron su madre y sus hijas. Para el Estado de Israel y para la justicia argentina Alberto Nisman fue asesinado, pero Cristina Fernández parece intocable ahora en la devaluada Argentina. Apago el televisor.

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