
Este Búho mira con atención lo que viene ocurriendo con el dictador Nicolás Maduro y Donald Trump. El presidente norteamericano está decidido a derrocarlo junto a su cúpula delincuencial. El chavismo ya tiene 26 años en el poder y su sueño es quedarse para siempre. Sigue el ejemplo del castrismo, que lleva 66 años en Cuba, con el cuento de la revolución cubana y la ‘lucha por el pueblo’.
Cada vez aumenta la presión norteamericana, y lo último fue la confiscación en el mar Caribe de un enorme buque petrolero lleno de combustible. Esta acción hace prever que en cualquier momento se puede desencadenar algo más contundente contra el sátrapa que a diario hace alarde público de su estupidez, cuando en mítines sale a cantar o amenazar en un inglés inentendible o a imitar lloriqueos de forma patética.
Da pena y hace recordar al golpista Pedro Castillo con su insólito cuento del pollo vivo o muerto. ¡Por qué la izquierda latinoamericana produce tantos ‘líderes’ impresentables! Pero la caída de Maduro sería una estupenda noticia para los millones de venezolanos que día a día soportan en ese país hambre, miseria, escasez, violencia delincuencial y de la guardia bolivariana, conformada por miles de esbirros asesinos del chavismo armados hasta los dientes que secuestran, torturan y matan a los que osen oponerse a la dictadura, así sean menores de edad.
También celebrarían los más de ocho millones de llaneros dispersos por el mundo, sobre todo en Sudamérica, que huyeron de la tragedia en que está sumido su país y que ansían volver a su terruño al lado de sus seres queridos. Por eso, la caída de Maduro y de su régimen también sería un gran regalo para el Perú, donde hay más de un millón 600 mil venezolanos.
Que los hermanos llaneros recuerden que ante la diáspora de su país se les abrió las puertas de par en par. Incluso a los indocumentados, algo que no hace ningún país del mundo. Pero aquí sí se hizo eso, considerando su sufrimiento como víctimas del chavismo asesino.
El problema es que Perú es un país pobre con innumerables carencias y ya no se da abasto para más. Pero lo peor fue que también llegaron de contrabando los más sanguinarios criminales, esos que se deleitan descuartizando a sus víctimas mientras lo graban en video y publican en redes sociales. Vinieron con nuevas y terribles formas de violencia que acá no se conocían, agravando la crisis delincuencial que padecemos. La consecuencia es que los criminales peruanos, para no ser arrasados por los recién llegados, se adaptaron e igualaron los mismos niveles demenciales de violencia. Hoy la delincuencia es mucho más terrible.
El derrocamiento del sátrapa Maduro también sería una excelente lección para los radicales de la izquierda peruana, que lo admiran y lo ven como un ejemplo por mantener su régimen tanto tiempo. Lamentablemente, la gran mayoría de los líderes de nuestra izquierda, salvo excepciones, son tan ignorantes e inconsecuentes con el Perú que con tal de llegar al poder les venden el cuento a los ilusos de que en Venezuela, Nicaragua, Cuba o la Bolivia de Evo Morales la situación es mucho mejor que en el Perú. En general, se niegan a calificar a esas autocracias como dictadura. Hacen malabares verbales para no decir esa simple palabra. Pero cuando hablan del Perú, ahí sí aseguran que vivimos en dictadura. Cinismo puro.
Como decía, la caída del déspota les mostraría a nuestros aprendices de tiranos que quedarse en el poder no es para siempre y al final tiene consecuencias. Pero, lamentablemente, es difícil que los radicales lo entiendan. No respetan a la democracia y más bien la desprecian. Participan de ella y la utilizan solo como un medio para llegar al poder. Cuando lo alcanzan, se sacan la careta y se muestran tal como son.
Antes de que Pedro Castillo ocupe la presidencia del país, se hizo público el revelador audio del hoy condenado a quince años de prisión por el delito de afiliación terrorista, el excongresista Guillermo Bermejo: “Si tomamos el poder, no lo vamos a dejar. Con todo el respeto que se merecen ustedes y sus pelotudeces democráticas, nuestra idea es quedarnos para instaurar un proceso revolucionario”.
Por eso, también, tienen el cuajo de afirmar que el fallido golpe de Estado que Castillo perpetró en vivo y en directo por televisión nacional ante millones de peruanos, el 7 de diciembre del 2022, no fue un golpe de Estado. Y, en el colmo, remarcan que el golpe de Estado se lo dieron a él. Ojalá estemos presenciando los últimos días de Maduro en el poder. Apago el televisor.








