Parque Nacional de El Manu (Foto: Wikipedia).
Parque Nacional de El Manu (Foto: Wikipedia).

Este Búho, en estos días de invierno y cercanos a , recuerda con nostalgia sus viajes por los calurosos parques nacionales de nuestro extraordinario Perú. He visitado varios países del continente y pude comparar estas reservas con las de otros pueblos. Ninguna como el Manu o Tambopata. Por eso me da rabia e indignación cómo la miserable minería informal está destruyendo cada vez más esos ‘pulmones’ del Perú ante la pasividad de nuestras autoridades.

En el Congreso hay hasta parlamentarios ‘operadores’ de estos mineros que mueven millones, incluso más que la droga. Y Dina es como un fantasma. ¡Hagan algo! Ingreso al ‘túnel del tiempo’: 1988. Chibolo, trabajaba en un suplemento de un importante diario. El editor, un viejo y curtido periodista, me dijo: “Flaco, estoy rodeado de periodistas que están anclados”. ‘¿Anclados?’, pregunté, ya que no entendía esa palabra.

“Chibolo, te voy a explicar. Anclados se les dice a los periodistas que son muy viejos y ya no quieren arriesgar el pellejo en una comisión, donde no hay hotel ‘cinco estrellas’ y taxi en la puerta. O lo peor, son jóvenes, pero están casados o con novia y se mueren de miedo de que sus mujeres les pongan los ‘cuernos’. Tú, ¿tienes novia?”, me dijo. “Sí”, le respondí, pensando en mi amor de toda la vida en la universidad. “Pero ella no se molesta”, le mentí, porque quería ese viaje.

Llegar al Manu fue toda una odisea. Una hora en avión y horas interminables en carro y balsa o peque peque. Pero lo que uno ve allí no tiene parangón. No sé cómo será ahora, pero hace más de 25 años era alucinante, una selva virgen.

Por eso, cuando viajé a otros países y visité sus parques nacionales, no me parecieron tan impresionantes. Por ejemplo, en verano fui a Nicaragua y Costa Rica. Son países pequeños y a todos sus parques puedes llegar por carretera asfaltada, que te dejan en la puerta del mismo. Para ir a un volcán como el Poás, hasta tienes un mirador donde puedes ver el cráter y las fumarolas. Unos turistas, arriesgándose, bajan hasta la misma punta del volcán.

Viajo por todo el país desde que ingresé a la universidad, a inicios de los años ochenta. Lo malo es que ya se ha vuelto frecuente que los buses se caigan al abismo y hablamos de veinte o treinta muertos como si fuera algo normal.

En el país hay excelentes destinos

Ahora que se vienen las Fiestas Patrias, miles de pasajeros se irán a provincias. Solo queda encomendarse a Dios y buscar buses de calidad en terminales seguros. Y creo que el deber del periodista, que tiene la suerte de llegar por trabajo, es transmitirles esas experiencias a los lectores que creen que no hay nada mejor que veranear en Aruba, República Dominicana o San Andrés, cuando en el país hay excelentes destinos.

A comienzos de año estuve con mi familia en Piura y Tumbes. En Máncora, donde con mi hijita montamos a caballo y nos paseamos en un yate en busca de delfines. Luego nos fuimos a Punta Sal —no a la casa del ‘Cholo’— y de allí al criadero de lagartos, a los impresionantes manglares de la alucinante desembocadura del río Tumbes.

Allí divisamos iguanas gigantes, serpientes. Hay que valorar lo que tenemos, no solo Lima es el Perú. Creo que conozco la mayoría de países de América, pero me sigo emocionando cuando recorro los caminos de mi país. Y mi homenaje al arquitecto Fernando Belaunde, por proyectar esa carretera Marginal de la selva.

Pero creo que se volvería a morir si ve el grado de deterioro y destrucción que exhibe, sobre todo en el tramo que llega al famoso Boquerón del Padre Abad, donde se encuentra una de las cataratas de agua cristalina más lindas del Perú. Apago el televisor.

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