Este Búho cree que el Perú llega a los 100 días de cuarentena conectado a un respirador artificial. La maldita pandemia nos viene mostrando los distintos rostros de un país que se desmorona como un castillo de arena. Me gustaría ser optimista, les confieso, pero la realidad me golpea en la cara. A estas alturas, los ciudadanos ya no dependen de las decisiones del gobierno, sino del propio instinto de supervivencia.
EL ROSTRO POLÍTICO: Las decisiones del gobierno central no evitaron la ola de contagios ni salvaron la economía. A pesar de ser uno de los primeros países en la región en ejecutar una estricta cuarentena e implementar paquetes económicos a los sectores más vulnerables, convirtiéndonos en la nación que más gastó para luchar contra la pandemia, hoy de manera vergonzosa nos ubicamos en el puesto 6 a nivel mundial con más casos de Covid-19. Grandes fueron los errores del gobierno de Martín Vizcarra ante esta crisis sanitaria, desde la ineficiencia de su equipo para detectar los principales focos de contagios (mercados y bancos), hasta sus presentaciones en vivo y en directo donde anunciaba erróneamente, hace un mes, que se había llegado a la famosa ‘meseta’, mientras miles de compatriotas agonizaban a la espera de una cama en UCI. Punto aparte merece la descoordinación del Ejecutivo con los gobiernos regionales para trasladar a una legión de peruanos que se vieron obligados a regresar a pie a sus ciudades natales, transportando con ellos el mortal virus. Según el Banco Mundial, este año Perú será el país con mayor caída de PBI en Sudamérica y ante esto el mandatario anunció ‘Arranca Perú’, un plan para generar un millón de empleos, pero solo en Lima más de 2.3 millones de personas perdieron sus trabajos. ¿Qué hacemos con el otro millón, señor presidente?
El ROSTRO FEO: Aquí no vamos a señalar únicamente a las grandes empresas, sino también a las pequeñas, que con total desparpajo acapararon medicamentos vitales para el tratamiento de la enfermedad. Por mencionar un par, si hasta antes de la pandemia en una botica de barrio la azitromicina costaba entre 3 y 10 soles, durante la crisis se elevó a 50. De igual manera sucedió con el vital oxígeno, tan indispensable para estabilizar a los pacientes críticos mientras se busca una cama en cuidados intensivos. Los usureros hicieron su agosto a expensas de la desesperación de hijos, esposos, padres que veían morir a sus seres queridos y los obligaron a pagar hasta 6 mil soles por un tanque de oxígeno. Un partido aparte jugaron las ‘prestigiosas’ clínicas privadas que para admitir a un paciente solicitaban ¡¡100 mil soles al cash!! Y si el paciente, después de coger sus ahorritos, prestarse de la familia y amigos, vender propiedades, lograba ingresar, debía pagar 10 mil soles diarios para mantenerse conectado a un respirador mecánico. La denuncia la hicieron personas que al encontrar todos los hospitales estatales colapsados, se vieron en la necesidad de llevar a sus familiares a una entidad privada. Esto no fue, como dice una influyente tuitera, un simple ‘gusto’, sino la última opción ante la inminente muerte. Hay familias que adeudan hasta 700 mil soles, cifras escandalosas que un ciudadano común no puede pagar ni en dos vidas.
EL ROSTRO DE LA ESPERANZA: Entre tanta calamidad, debo resaltar la generosa labor de peruanos como Luis Barsallo, ‘El ángel del oxígeno’, quien con un corazón enorme ofreció oxígeno medicinal a precio justo en el Callao. Pero quién entiende al destino, el hombre que con su generosidad salvó tantas vidas, hoy llora la muerte de su hermana a consecuencia del coronavirus. Para ese hombre generoso va un abrazo. Hay que subrayar también la labor del sacerdote Raymond Portelli, quien logró recaudar más de un millón de soles para implementar una planta de oxígeno en Iquitos, la ciudad más golpeada por la pandemia en el país. El reconocimiento sincero para Jacqueline Párraga, quien gastó sus ahorros universitarios para alimentar indigentes en el Centro de Lima. Y también un aplauso a los médicos, enfermeras, policías, militares, trabajadores de limpieza pública, y todos quienes ofrendaron sus vidas por el bienestar común. Ellos son y serán el rostro de la esperanza en este país noqueado por el coronavirus. Apago el televisor.