Mis lectores saben muy bien que este Búho ama el mar. Desde niño, no sé por qué, desde que lo vi por primera vez. Sería a los cuatro años. Desde la azotea del edificio de la Unidad Vecinal Mirones donde vivía, se veía claramente el mar y la inmensa isla San Lorenzo. Poco después lo vería en vivo y en directo. En la aterradora playa del Club Cultural Lima en Chorrillos, en ese tiempo de moda. Pero esas inmensas olas me hicieron no solo querer al mar, sino también respetarlo.
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Después conocería grandes playas del Pacífico, Atlántico y el Caribe. Grandes plumas de la literatura universal han caído bajo su hechizo e influjo. Hombres de mundo que seguro lo han navegado y recorrieron sus aguas de distintos colores y temperaturas. Me gustaría recoger algunas ‘joyitas’ de maestros que escribieron sobre el mar.
Empiezo con un mítico poeta peruano, Martín Adán, quien respondió así a una periodista argentina, quien era admiradora de su poesía y quería viajar a Lima para entrevistarlo: ‘Si quieres saber de mi vida, vete a mirar el mar’, le dijo a través de un admirable poema.
El gran William Shakespeare, en su alucinada obra teatral ‘La tempestad’, nos muestra una historia con tormentas, tempestades, naufragios. Allí el mar tiene un poder mágico, transformador, sino lean este párrafo de un amante de los océanos: ‘A cinco brazas profundas yace tu padre/sus huesos hechos coral, son perlas los que fueron sus ojos/nada en él se ha descompuesto, aunque el mar lo transformó en algo rico y extraño/las ninfas, cada hora, tañen su campana’.
El inmenso poeta español Rafael Alberti nació en el puerto de Santa María, en Cádiz, donde vivió feliz su niñez. Poeta comprometido con la República en la Guerra Civil española, tuvo que exiliarse en Argentina, en Córdova, donde no había mar, y también en Roma, que tampoco es ciudad de litoral. Por eso se entiende este poema que es la alegoría de lo doloroso que fue para el vate verse obligado a dejar su puerto amado para vivir lejos del mar: ‘El mar, la mar/¡El mar! ¡la mar! ¿Por qué me trajiste a la ciudad? ¿Por qué me desenterraste del mar? En sueños, la marejada me tira del corazón/se lo quisiera llevar/Padre, ¿por qué me trajiste aca?’.
El poeta chileno Pablo Neruda, premio Nobel, se identificó tanto con el mar que prefirió vivir en Isla Negra, con una vivienda frente al océano. En su imaginario, el pueblo era su puerto, su casa -hoy museo-, su barco y él un capitán, porque fue un marinero frustrado. Como no podía ser de otra manera, escribió un impresionante poema titulado ‘El mar’. Aquí un fragmento: ‘Necesito del mar porque me enseña/no sé si aprendo música o conciencia: no sé si es ola sola o ser profundo/o solo ronca voz o deslumbrante suposición de peces y navíos’.
El célebre novelista y premio Nobel Ernest Hemingway redactó la imborrable novela ‘El viejo y el mar’. Ahí el personaje es un anciano pescador, al cual describe como si el novelista se mirara en un espejo: ‘Todo en él era viejo, salvo sus ojos, y estos tenían el mismo color del mar y eran alegres e invictos’. La trama nos presenta la lucha descomunal entre el viejo pescador que atrapó un escualo de grandes dimensiones y los habitantes del mar que se lo van devorando. Por eso, ‘Ernie’ escribe en la novela: ‘El mar es dulce y hermoso, pero puede ser cruel’. O una definitiva de lo inmenso y poderosas que pueden ser sus aguas. ‘Miró sobre el mar y se dio cuenta cuan solo se encontraba’.
En esta selección, no podía faltar Gabriel García Marquez, quien tenía una casa frente al mar de Cartagena de Indias y que este Búho conoció, que se ubica a la espalda de las imponentes fortalezas que construyeron los colonialistas españoles para defender la ciudad del ataque de los piratas y corsarios. En ‘El mar del tiempo perdido’, Gabo narra: ‘Una noche de marzo llega hasta el pueblo, proveniente del mar, un olor a rosas que solo algunos de sus habitantes sienten y del que solo dos están seguros, Tobías, un joven, y Petra, una anciana’.
Y el gran Herman Melville nunca fue un marinero arponero en busca de ballenas en ultra mar, pero escribió la extraordinaria novela ‘Moby Dick’. El mar es el escenario para que el monstruo blanco se enfrente al capitán obsesionado con aniquilarlo. No consiguió ningún trofeo, sino la muerte inexorable. Melville plasma las dramáticas situaciones: ‘El mar había mordido su cuerpo finito, pero ahogó el infinito de su alma’.
Pero no podíamos finalizar si no es con un poema al mar del incomensurable argentino Jorge Luis Borges: ‘Antes que el sueño (el terror) tejiera mitologías y cosmogonías/antes que el tiempo se acuñara en días/el mar, el siempre mar ya estaba y era/¿Quién es el mar? ¿Quién es aquel violento y antiguo ser que roe los pilares de la tierra y es uno y muchos mares y abismo y resplandor y azar y viento? Se acuñara en días/quien lo mira por vez primera siempre/con el asombro que las cosas más elementales dejan, las hermosas tardes, la luna, el fuego de una hoguera/¿Quién es el mar, quién soy? Lo sabré el día ulterior que sucede a la agonía’.
Con estos hermosos versos me voy a dar un chapuzón en el agua salada. Porque como cantaba Carlos Argentino con La Sonora Matancera: ‘En el mar la vida es más sabrosa’. Apago el televisor.