FestiTrome
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Este Búho se abruma con las noticias del día a día, sangre, corrupción y traiciones. Los muertos se siguen contando por decenas, producto de la criminalidad desbordada. La crónica roja nunca ha tenido tanto material a disposición como en estos años. Y eso a veces aturde y asusta. Como saben mis lectores, para aligerar la mochila, normalmente me sumerjo en la lectura, las series o películas. Pero también soy un infaltable asistente a los conciertos y, como debe ser, mis fronteras musicales son extensas y variadas. En mis épocas de joven reportero asistía a las presentaciones del gran papá Chacalón, en la famosa Carpa Grau, pero también disfrutaba con las presentaciones del inmortal salsero Héctor Lavoe en la Feria del Hogar. Me volaron la cabeza conciertos como el de Andrés Calamaro en el hipódromo cuando empezó a lanzar ‘porritos’ a los asistentes o el de Coldplay con su alucinante experiencia inmersiva en ese inolvidable espectáculo en 2022. Pero dentro de mis favoritos están esos dos shows que presentaron los británicos de The Cure, en 2013 y luego en 2023. En ambas presentaciones, el gran Robert Smith, vocalista, demostró con creces el talento de esa voz que –como un susurro– parecía que salía del mismísimo elepé. Y uno se transportaba de inmediato a esos años insanos de los ochenta, filos de los noventa, en pleno auge del terrorismo, en los tonos del recordado Nébula. En 2013 pude escuchar por primera vez en vivo uno de los temas que marcaron mi vida: ‘Boys don’t cry’.

De los eventos más importantes a los que pude asistir fue, sin duda, el de Bob Dylan, que se realizó en Costa Rica. El legendario trovador y premio Nobel de Literatura llegó hasta el bucólico barrio de Cartago, a las afueras, en un Palacio de los Deportes atiborrado de gringos y lugareños informados. Con ellos exigimos a todo pulmón que tocara ‘I want you’, de sus primeras épocas, a lo que el maestro sonriente accedió. Otros eventos musicales que me marcaron a fuego tuvieron como protagonista a uno de los músicos más grandes de nuestra historia: Paul McCartney. El Beatle se enamoró del Perú, de su comida y del cariño de su gente. Este columnista estuvo en sus dos grandes conciertos, el primero ante ochenta mil personas en un Monumental que nunca antes lució tan majestuoso. En el 2014 llenó el Estadio Nacional para los fanáticos que lloraron por no asistir a Ate. ‘Hey Jude’, ‘Let it be’, ‘Yesterday’ y ‘Silly love songs’, ‘Band on the run’, ‘Live and let die’ y otras clásicas de su época de los Wings. El último al que asistí fue en el que se presentaron diversos salseros, entre ellos el ‘cara de niño’ Jerry Rivera, que interpretó sus clásicos ‘Amores como el nuestro’ o ‘Qué hay de malo’ o ‘Mi libertad’, un tema de Frankie Ruiz. Para mí, la música alivia y sana. Es una manera saludable de distenderse. A propósito, este sábado 15 no me perderé el megaevento que está realizando Trome con motivo de su aniversario. Además de un cartel alucinante de músicos, con la Bella Luz y Deyvis Orosco a la cabeza, tendrá una feria gastronómica muy variada. La cita es en el Green Arena de Lurín. Ahí nos vemos. Apago el televisor.

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