
Este Búho observa con preocupación la demencial arremetida de la delincuencia en nuestro país en las últimas semanas. No solo siguen baleando a choferes de buses, sino que les queman sus vehículos hasta dejarlos en cenizas. Se burlan de los estados de emergencia y por eso, incluso, en San Juan de Lurigancho detonaron una bomba en una casa que sería propiedad de empresarios textiles. La onda expansiva también causó daños en las viviendas cercanas y llenó de terror a los vecinos que ya no pueden dormir tranquilos.
Estos brutales atentados de extorsionadores y otras lacras no nos dejan vivir en paz. El presidente José Jerí tiene alta aprobación, pero cuidado porque si las medidas que viene tomando no tienen efecto positivo en un tiempo relativamente corto, la gente se va a cansar, comenzará a caer en las encuestas y las protestas arreciarán, aumentando la inestabilidad.
No olviden que a Dina Boluarte la sacaron de Palacio cuando menos lo pensaba y se creía segura. La gota que derramó el vaso fue el atentado al grupo Agua Marina. Es que la inseguridad ciudadana es un gravísimo problema que enluta a familias y hace cerrar negocios, afectando el empleo y el crecimiento del país. La gente está desesperada. Los conductores de combis, cústeres y buses son padres de familia humildes que pierden la vida de la manera más terrible, solo por salir a trabajar para alimentar a sus hijos.
Hace unos años las extorsiones estaban focalizadas en el norte del país, especialmente en La Libertad, y cuando se advirtió que esta deleznable modalidad del crimen tenía que ser combatida y erradicada cuanto antes, para evitar que se esparza por todo el país como el cáncer maligno que es, las autoridades no hicieron nada y ahora estamos pagando las consecuencias de esa desidia.
Lo más indignante es que los criminales no solo planean sus crímenes en sus madrigueras, sino que también lo hacen desde los penales donde están encerrados. Centenares de llamadas extorsivas salen de los centros de reclusión ordenando asaltos, secuestros, atentados y asesinatos de comerciantes, emprendedores o simples padres de familia.
Estos delincuentes, por cupos, actúan como hienas enloquecidas. Por eso, está bien que se hagan pruebas del polígrafo a los agentes del Inpe, que son los encargados de vigilar a los presos, pues es claro que si estos últimos tienen celulares y wifi es debido a la corrupción. Esas evaluaciones comenzaron en el penal de Lurigancho y deberán hacerse en todas las cárceles del país.
Pero no basta solo esa medida, que para algunos es solo un show, para descubrir a los corruptos y expectorarlos para siempre. Se deben hacer más acciones de limpieza. Además, es buena la idea de crear un pabellón especial de alta seguridad en el penal Ancón I, donde ya están encerrados algunos de los más sanguinarios cabecillas de bandas criminales y asesinos. Pero sería bueno que se muestre qué es lo que realmente está ocurriendo allí. Se aseguró que esas celdas no contarían con energía eléctrica para evitar que los reclusos hagan uso de celulares y del wifi.
También que estarían encerrados en esos pequeños cubículos 22 horas al día, que solo podrían salir al patio por corto tiempo y que sus visitas serían muy restringidas. ¿Se está cumpliendo? Es fundamental que ese pabellón no sea como las otras cárceles donde mandan los ‘taitas’ imponiendo el terror y la muerte.
La intención era replicar ese tipo de pabellones en otras cárceles, pero de nada servirá si de verdad no son de máxima seguridad. No olvidemos que hasta en la prisión de Challapalca, otrora considerada como una de las más seguras, se han encontrado equipos de internet y celulares que los presos usan.
Las bandas criminales utilizan señales piratas, instaladas clandestinamente en los alrededores de los penales. No vaya a ser que pasadas unas semanas de anuncios espectaculares y de operativos, los presos vuelvan a tener en sus celdas televisores smart, teléfonos de alta gama y la señal de las antenas clandestinas.
El gobierno debe actuar con mano dura de verdad, teniendo como ejemplo lo que se hace en las cárceles de máxima seguridad de El Salvador y de Estados Unidos, donde los hampones tienen terror de ser encerrados. Basta de anteponer los derechos humanos de los asesinos sobre los de peruanos decentes. Apago el televisor.
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