Las cartas de Vargas Llosa a Isabel Preysler.
Las cartas de Vargas Llosa a Isabel Preysler.

Este Búho sospechaba que tras la muerte de Mario Vargas Llosa saltarían —como grillos y sapos— personajes cercanos a su entorno a revelar intimidades, secretos y confidencias de nuestro más grande escritor. Bastó un poco más de medio año desde su fallecimiento para que así sucediera.

La socialité Isabel Preysler anunció al mundo la publicación de su autobiografía titulada: ‘Mi verdadera historia’. En ella, la exmujer de Julio Iglesias expone cartas de amor que el arequipeño le envió durante sus ocho años de romance. En las misivas, Vargas Llosa se muestra ‘desnudo’, como cualquier humano enamorado. Parece un jovencito con las hormonas revueltas, encandilado e ilusionado por la filipina de belleza frágil y elegante.

Son en total ocho cartas, cuatro que pertenecen a los primeros años de relación y otras cuatro que fueron escritas ya en la agonía del romance. La socialité explicó en conferencia de prensa que hizo públicas las epístolas para demostrar que el Nobel sí fue feliz a su lado, contrario a lo que aseguró su familia.

“Pertenecíamos a mundos diferentes, pero tengo que desmentir rotundamente que él se sintiera desgraciado con el mío. Es imposible ocultar la infelicidad durante tantos años”, dijo a la prensa rosa.

Pero la vida amorosa de Varguitas siempre estuvo salpimentada por la polémica. Comenzando por su primer matrimonio. Con apenas 19 años enfrentó a su familia y conquistó a su tía Julia Urquidi, una mujer alta, buenamoza, con garbo. Cuando la tía Julia aceptó la propuesta de un jovencito flaquito, pero brillante, y menor de edad en esa época, nadie presagió que a los pocos meses terminarían casándose a escondidas, al sur de Lima, en un pueblito llamado Grocio Prado. El matrimonio al poco tiempo se instalaría en Europa. Y es en el Viejo Continente donde se abre otra etapa llena de luces y sombras en la vida sentimental del escribidor.

En su libro ‘Lo que Varguitas no dijo’, Urquidi cuenta detalles íntimos de cómo su matrimonio se vino abajo por culpa de su sobrina Patricia, la hija de su hermana Olga, jovencita que llegó a Londres a estudiar inglés y se alojó en la casa del matrimonio Llosa-Urquidi.

Con la prima de ‘naricita respingada’, como llamó Vargas Llosa a Patricia durante su discurso al recibir el Premio Nobel de Literatura en 2010, tuvo tres hijos: Álvaro, Gonzalo y Morgana. Luego de cincuenta años de matrimonio, se escribió un nuevo capítulo en la atormentada vida sentimental del arequipeño. Después de la celebración por sus bodas de oro, el autor de ‘Conversación en La Catedral’, llamó a su aún esposa para comunicarle que estaba enamorado de otra. Y esa otra era Isabel Preysler.

Para la estoica Patricia, esa historia de Mario le era recontraconocida. A lo largo de medio siglo de vida marital, su esposo había hecho maletas para buscar otras faldas en otras latitudes, pero siempre volvía al redil de la madre de sus tres hijos. Esta vez el amorío no fue pasajero, sino duró aproximadamente ocho años. Fueron ocho años en que la pareja vivió al acecho de los paparazzi. De esa época data la primera carta de Vargas Llosa. 21 de marzo de 2015.

“Procuraré llamarte en el día para darte la bienvenida al nuevo mundo y, sobre todo, saber que no hemos perdido el contacto. Una de mis pesadillas desde hace algún tiempo es precisamente esa: que quedemos desconectados y no sepa dónde y cómo encontrarte. Te echo mucho de menos y pienso todo el día en la felicidad que será volver a verte. Nunca imaginé que me harías tanta falta, que, en tan poco tiempo, te hubieras vuelto alguien tan imprescindible y querido en mi vida. Te quiero mucho y te mando muchos besos y palabras bonitas para esas orejitas que parecen dos signos perfectos de interrogación”, le escribe a su novia, quien estaba de viaje por México.

En otra carta, también del 2015, el escritor deja ver su lado más ‘calenturiento’: “... Ahí estaba tu linda silueta, tu cintura de avispa y tus pasos como de danza, balanceándote muy despacio, con mucha gracia, como una bailarina y acompasando todo el movimiento con el vaivén de los brazos [...] Me moría de ganas de acercarme a ti y besarte en el cuello y abrazarte por la cintura, pero no lo hice por no destruir ese maravilloso espectáculo que es verte caminar”.

En el libro, Preysler también incluye una misiva que envió al Nobel, en ella resalta sus ataques de celos y el deterioro de la relación. Incluso le pide que envíe a un emisario para recoger su ropa. “Hemos perdido ilusión, complicidad, alegría y se ha hecho más difícil la comunicación entre nosotros. Y como, afortunadamente, no estamos casados porque no acepté tus proposiciones durante el tiempo de felicidad, ni tenemos hijos ni intereses en común que nos obliguen a permanecer juntos cuando ya no estamos bien el uno con el otro. Lo mejor es que demos por terminada esta relación ya tan cargada de costumbre y de rutina. Lo que de verdad hace imposible la convivencia es la mala educación y tú estás muy mal educado. Por favor, manda a alguien a recoger todas tus cosas”.

Finalmente, Mario Vargas Llosa regresó otra vez a los brazos de Patricia, quien lo cuidó hasta sus últimos días. El escritor fue un genio, pero también fue —como diría Nietzsche— ‘humano, demasiado humano’. Apago el televisor.

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