Este Búho acaba de ver en Star Plus, ‘Lansky’ (2021), biopic del tristemente célebre mafioso judío Meyer Lansky (Grodno, Rusia 1902-Miami 1983), del director Eytan Rockaway, que cuenta con el rol protagónico del gran Harvey Keitel, fenomenal como el siniestro mafioso en su ostracismo de senectud, en Florida.
El gánster tuvo un papel fundamental en el apogeo y auge de la mafia en los Estados Unidos en su alianza con Lucky Luciano y Benjamin ‘Bugsy’ Siegel, el asesino y matón amigo de su infancia. Sobre todo en su condición de visionario financiero para expandir los millones de dólares sucios de la Cosa Nostra: extorsiones, juego ilegal, alcohol, prostitución y drogas, al inédito y mil veces lucrativo negocio de los casinos.
Él hizo invertir el dinero de ignorantes, antiguos matones que eran los ‘capos’ de la ‘Cosa Nostra’, en lujosos casinos y hoteles como el célebre ‘Flamingo’, para construir una ciudad exclusivamente dedicada al juego y la diversión como Las Vegas, convertidos en negocios lícitos.
El mafioso amplió sus horizontes y se trasladó a Cuba, donde asociado al corrupto dictador Fulgencio Batista se hizo de los principales casinos de la isla para convertirlos en el imán turístico y financiero para millones de norteamericanos. La revolución cubana derrumbó sus planes.
Hay una monumental película donde se resalta la figura de Lansky. En ‘El padrino II’ el principal enemigo de Michael Corleone (Al Pacino) es el anciano titiritero judío Hayman Roth (Lee Strasberg). Mario Puzo, coguionista del filme, reveló que el personaje de Roth estaba inspirado definitivamente en Meyer Lansky.
En la película, Roth invita a Michael a Cuba para entrevistarse con el presidente Batista, quien le abrirá las puertas de la isla para que invierta dos millones de dólares, pero su intención era matarlo al salir de la fiesta de Año nuevo.
En ‘Bugsy’ (1991) de Barry Levinson, biopic de Benjamin ‘Bugsy’ Siegel (Warren Beatty), aparece Meyer, su amigo y protector con su nombre real y lo interpreta Ben Kingsley. Curiosamente, Harvey Keitel encarna a Mickey Cohen, jefe de la mafia en California.
En el trabajo de Rockaway, Lansky está en decadencia. Su familia destruida, un hijo muerto en vida en un hospital, su amigo ‘Bugsy’ asesinado con su aprobación, Luciano muerto en el exilio. Las Vegas y los casinos que creó facturan millones de dólares y dan trabajo a miles de norteamericanos, pero nadie se lo reconoce.
Solo unos tenaces agentes del FBI lo acechan porque sospechan que el viejo esconde 300 millones de dólares y lo quieren para el tesoro norteamericano. El mafioso necesita morir dejando no plata sino su historia, pero sobre todo su filosofía de vida. La que lo ayudó a ser millonario, pero sobre todo a ser un cerebro de las finanzas negras y exhibir una sangre fría para sortear todas las adversidades y a la vez cometer atrocidades.
Como todo maquiavélico recurre a un escritor que tuvo un exitoso bestseller, pero está cuesta abajo con problemas financieros y maritales: David Stone (Sam Worthington). En las conversaciones que mantienen en una misia cafetería repasan la trayectoria poco conocida de los ‘aportes’ del gánster a su país en la ‘patriótica’ tarea de poner los muelles y los sindicatos de la costa que controla la mafia durante la Segunda Guerra Mundial, a la caza de espías y saboteadores alemanes.
Y lo hizo sangrientamente. Por años el gobierno se hizo de la vista gorda respecto de este criminal por ese ‘servicio’. Dirigió la intimidación y las golpizas a partidarios nazis en Nueva York porque odiaba a Hitler y simpatizaba con los millones de judíos del holocausto.
Participó también en la creación de la monstruosa organización de asesinos a sueldo ‘Murder Inc’. Pero nos sorprendemos al enterarnos de su vital apoyo al naciente Estado de Israel en guerra en el Medio Oriente, donde se mezclan las traiciones de la política que llegan hasta la mítica primera ministra israelí Golda Meir, quien le niega la residencia en Israel y lo expulsa.
Son esos momentos del flashback los más logrados. Paralelamente, el escritor vive una relación amorosa que termina colocándolo entre dos fuegos. Traicionar a un monstruo como Meyer, que equivale a un suicidio, pero a la vez el FBI no tiene escrúpulos ni moral para extorsionarlo y conseguir que el mafioso le confiese dónde escondió su fortuna.
Pero eso es como querer quitarle el queso a una rata. ¿Lo logrará? Un filme imprescindible para los adictos a las historias de mafiosos. Aunque solo la maestra interpretación de Harvey Keitel hace jugoso ver este filme que al final es parte de la historia norteamericana. Apago el televisor.