Este Buho se emocionó con los ‘Los Prisioneros’, una serie de televisión chilena que estrenó Movistar Play en enero y fue producida por Joanna Lombardi y dirigida por Salvador ‘Pantaleón’ del Solar, basada en la vida del grupo de rock mapochino que hizo historia no solo en su país sino en toda Latinoamérica.
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No olvido cuando llegó a mis manos el disco en vinilo ‘Pateando piedras’, el segundo Lp del grupo en 1986. No imaginaba, pero lo intuí, que el disco marcaría un antes y un después en el rock de buena parte de Sudamérica. No solo en el oído musical de la gente, sino por una clarísima influencia del tecno pop inglés (Gary Numan, Depeche Mode, pero sobre todo Stranglers) en los gustos del líder de la banda, Jorge Gonzales, quien había anulado los punteos de su guitarra para inundar el disco con sintetizadores que suplían a la batería y a las guitarras, e incluso el ladrido de los perros como en ‘El baile de los que sobran’, que era producto de samplers electrónicos. Pero a ese sonido le incluyó letras contestatarias, descaradamente de protesta contra la dictadura del general Augusto Pinochet y sobre la desocupación.
En ‘Quieren dinero’ bramaban: ‘Es una condición humana o nuestro estúpido sistema/salvavidas o delincuente, conductor o presidente/la cuestión funciona del mismo modo... ¡quieren dinero!’. En ese setiembre de 1986, el dictador regresaba de su hacienda ‘El Melocotón’ y sufrió una emboscada preparada por el Frente Patriótico Manuel Rodríguez (comando armado del proscrito Partido Comunista Chileno) donde murieron cinco personas, entre seguridad del genocida, quien salió ileso del intento de magnicidio. Se declaró el ‘toque de queda’ y una sangrienta represión.
En el Perú, en ese tiempo también había ‘toque de queda’ por los atentados de Sendero Luminoso. La música de Los Prisioneros nos acompañaba en esas encerronas de ‘toque a a toque’ con mi mancha mixta de ‘La Pesada Sanmarquina’, en el barcito de ‘El sillon de las pulgas’.
El Búho: Los Prisioneros por fin llegaron a tocar a Lima
Bautizado así porque había un mullido sillón donde te tumbabas y al rato sentías una molesta picazón. Ni bien cesó el toque de queda, en 1987, Los Prisioneros por fin llegaron a tocar a Lima. El local no podía ser más emblemático. La Plaza de Acho. Las colas eran kilométricas. Recuerdo que llegué con mis patas, el periodista y comunicador corporativo Roberto del Águila y Pedro Solano, sí, el talentoso vocalista del grupo Cementerio Club.
En un coso repleto de 12 mil fanáticos, el grupo tuvo que batallar con un sonido pésimo, pero lo peor es que justo cuando tocaban ‘El baile de los que sobran’, un desadaptado, borracho, drogado o lo que fuera, lanzó una botella que impactó en Narea. Un enfurecido Jorge Gonzales encaró a todo el mundo: ‘Por esta mierda nuestro país sufrió años de violencia’, vociferó, dejo de tocar la canción que todos queríamos escuchar esa noche y se mandó una furibunda versión de ‘Nunca quedas mal con nadie’, un tema que le da duro a los seudointelectuales que evitan expresar sus verdaderas opiniones y evaden hablar claro ‘cuando las papas queman’.
Así terminó aquel inolvidable concierto, que lo pude revivir en la serie de Movistar Play, donde retratan muy bien los pormenores de ese legendario recital. Después escucharía muchas veces al grupo tocar ese tema en vivo: en Lima, en el coliseo San Agustín en 1991, con Gonzales, Narea y la sensual Cecilia Aguayo, en la Concha Acústica del Campo Marte, un año después, cuando nos zampamos en mancha ‘los sin entrada’, y hasta en el propio Festival de Viña del Mar, a donde viajé solo para verlos ante el ‘monstruo’ de la Quinta Vergara. Luego, el último concierto en Lima, en el declive de Jorge Gonzales en solitario, con su grupo Los Dioses, en una playa del sur acompañado por músicos venezolanos. Lamentablemente, después de realizar una extraordinaria tocada por el aniversario del disco ‘Corazones’ en el 2013, el músico sufrió un derrame y, al parecer, nunca más podrá tocar en vivo. Pero ahí está la serie sobre su mítica agrupación, la historia de sus vidas, de su amistad y las traiciones que la socavaron. Una historia iniciada por tres muchachitos de la comuna de San Miguel luchando por alcanzar un sueño y que hoy son ‘prisioneros’ de su propia historia. Apago el televisor.