
Este Búho defiende el derecho de los peruanos a protestar en las calles, pero sobre todo el derecho a la vida. Por eso, condeno la absurda muerte de Eduardo Ruiz Sanz, de 32 años, quien fue asesinado la noche del último miércoles por un balazo disparado por un policía, en las inmediaciones de la plaza Francia.
Las cámaras de seguridad de la Municipalidad de Lima grabaron el momento del crimen, así que el responsable debe pagar las consecuencias. Todo ciudadano debe poder salir a manifestarse de forma pacífica en la vía pública sin temor a ser agredido o, peor aún, baleado. Sobre todo ahora que estamos padeciendo una inseguridad ciudadana nunca antes vista en el país, cuando matan a los choferes del transporte público, a los bodegueros y pequeños empresarios.
Cuando la Policía está corrupta y varios de sus miembros son descubiertos integrando peligrosas bandas de extorsionadores y asaltantes. Pero las manifestaciones deben ser pacíficas, sin los salvajes ataques contra la Policía que vimos la noche del último miércoles, a pedradas y con mortales avellanas, que dejaron decenas de efectivos hospitalizados. No se puede destruir los bienes de la ciudad, a la que algunos parece que odiaran por la manera en que se ensañan al momento de romperlo todo.
Si se perpetran actos como esos, entonces ya no estamos hablando de protestas ciudadanas pacíficas, sino de graves actos delincuenciales. Es evidente que en la última manifestación han habido infiltrados del antaurismo y del terrorismo que solo buscan el caos y muerte para llevar agua a su molino.
La Municipalidad de Lima mostró ayer imágenes de sujetos en moto cortando en la víspera de la marcha la fibra óptica que interconecta las cámaras de seguridad del centro de Lima. Dejaron inoperativas más de 400 para que no registren los delitos que iban a cometer al día siguiente, pero felizmente fueron puestas en funcionamiento a tiempo.
Esas mismas cámaras fueron fundamentales para identificar al suboficial que baleó a Eduardo Ruiz. Toda muerte es lamentable, pero es lo que buscan ciertos grupos de dementes radicales y ambiciosos cuyo único objetivo es alcanzar el poder a cualquier costo. Para esos malos peruanos las muertes de inocentes ‘son necesarias’, así que las provocan, las celebran y les sacan provecho político de la manera más ruin. Por eso, cuando en las calles hay protestas de ciudadanos de bien, como el último miércoles, salen de sus guaridas a infiltrarse y sembrar la violencia.
Mientras ayer, antes de conocerse al autor de la muerte de Eduardo Ruiz, el ministro del Interior, Vicente Tiburcio, rendía cuentas ante el Congreso por lo ocurrido el miércoles, lo que está bien que haga, pues vivimos en un Estado de derecho, nadie por el lado de quienes organizaron las protestas respondía. Nadie asumía ninguna responsabilidad, por mínima que sea. Ni un mea culpa por la violencia y los destrozos.
En la protesta del miércoles también se oían pedidos sin sentido, como la libertad de Pedro Castillo y su restitución en Palacio. Él está bien preso, como ordenan las leyes, por haber dado un golpe de Estado que felizmente fue fallido. También exigían el cierre del Congreso y hasta quemarlo.
Este columnista es el primero en condenar a este Parlamento desprestigiado por dar leyes pro crimen y en el que abundan los ‘mochasueldos’ y otros impresentables que merecen estar en prisión. Pero si cierran ese poder del Estado estaríamos más cerca de la anarquía, pues el Legislativo es necesario como institución que hace contrapeso, aunque este ni esa función la cumpla a cabalidad.
No podemos patear el tablero. Castiguemos a los malos políticos, a los sinvergüenzas y ladrones en las urnas en abril próximo. Dejemos de elegir a rateros y burros. Los partidos, por su parte, tienen la obligación de presentarnos mejores candidatos.
En estos momentos hay tanta inestabilidad política que hasta se habla de militares preparando un golpe de Estado. Nuestra democracia es débil y no podemos cometer el error de creer que es algo seguro. Radicales de izquierda, de derecha y otros grupos ansían tomar el poder. Tenemos que cuidar esta democracia que tanto nos costó lograr y que, con todos sus defectos, es la mejor forma de gobierno. Si no están seguros, salgan a la calle y pregúntenle a un hermano venezolano qué opina. Apago el televisor.
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