Este Búho teme que el conflicto entre Israel y los terroristas de Hamás desate una guerra de grandes proporciones. Leo que el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, dijo que el ataque de Hamás fue un acto de ‘maldad pura’ y anunció que su país está listo para desplegar más activos militares en la región para apoyar a Israel.
El grupo islamista palestino cometió atrocidades que incluyen asesinatos de familias enteras y violaciones de mujeres. Es que el pueblo estadounidense nunca podrá olvidar aquel 11 de setiembre de 2001 del indenoscriptible atentado contra las Torres Gemelas, el orgullo de Nueva York y de la economía norteamericana.
Los dos edificios integraban el World Trade Center y aparecieron en mil películas hollywoodenses. Hasta en un afiche con King Kong, de Dino De Laurentis, trepándose entre las dos tremendas construcciones. Eran, junto a la Estatua de la Libertad, el símbolo de la Gran Manzana, desplazando, incluso, al viejo Empire State.
Esa mañana, este columnista estaba en su dormitorio y se había levantado temprano, porque en el cable había un programa norteamericano, creo que era ‘Today’, que transmitía conciertos mañaneros en vivo, desde Times Square. Agarré el control remoto, sintonicé el canal y me di con una imagen espantosa.
No había concierto, solo escenas de una de las Torres Gemelas que se quemaba. La locutora señalaba que se había producido un incendio. Algo entendía de inglés. Dudaban si había sido accidental o provocado, pero todavía no hablaban de algún atentado. Me quedé viendo y pensando qué iban a hacer los que estaban en los inmuebles superiores, pues el fuego parecía consumir por completo el piso sesenta y la torre tenía más de ochenta. La reportera seguía especulando, nadie sabía lo que ocurría realmente.
Todavía no se conocía que había cuatro aviones comerciales secuestrados. Pasaban los minutos y, en eso, ocurrió la más terrorífica escena que he visto por TV, porque no cuento películas de terror, de la ficción. Hablo de la vida real. La cámara, de lejos, capta cuando aparece una nave, clarito, ¡un tremendo avión comercial y se estrella contra la otra torre! Lo primero que dijo la reportera es ‘¡¡Oh my God!!’ (oh, mi Dios). Salté de la cama y grité ‘¡¡m…!!’.
Había visto cosas inolvidables en directo, vía satélite: De muy niño, la llegada del hombre a la Luna. El partido Perú-Argentina, con goles de Oswaldo ‘Cachito’ Ramírez en la ‘Bombonera’. El Perú-Bulgaria en el Mundial de México 70. Cosas positivas, pero nunca algo tan pavoroso como el peor atentado terrorista de la historia en vivo y en directo, a todo color. Porque allí murieron más de tres mil personas en un santiamén.
Ya no quiero recordar cómo después las personas empezaron a lanzarse desde los pisos de más altura, porque el fuego provocó temperaturas infernales de 1100 grados. Eso también se filmó y las imágenes se difundieron, porque en ese momento los productores de las cadenas norteamericanas estaban en shock y no editaban nada.
Después se supo que dos aviones más habían sido secuestrados. Uno se estrelló contra el Pentágono, donde fallecieron, ahora se sabe, los 64 pasajeros y 125 militares. Pero la última nave, el vuelo 93 de United Airlines, partió tarde y ya los pasajeros sabían de los atentados. Decidieron enfrentarse a los terroristas, al menos esa es la versión oficial, pues ese avión tenía como objetivo el Capitolio o la residencia de verano del presidente en Camp David.
Ese vuelo no llegó a destino, sino que se estrelló en un campo agrícola de Pensilvania. El grupo Al Qaeda y su líder, Osama bin Laden, fueron aniquilados, el terrorista fue ‘cazado’ en su guarida de Paquistán y sus restos fondeados en el mar. Otra vez, puntualizo, según la versión oficial.
Ahora aparece Hamás, una sanguinaria organización terrorista integrada por paramilitares palestinos. Se declara yihadista (es decir, que busca imponer el islam en el mundo incluso a través de la lucha violenta) y fue fundada en 1987 con el objetivo expreso de establecer un Estado islámico independiente en la región de Palestina, donde está ubicado Israel.
Entre sus actividades se incluyen los ataques a judíos civiles inocentes. El asesinato a sangre fría de al menos 250 jóvenes que la madrugada del sábado participaban en una fiesta electrónica al aire libre en el sur de Israel es un ejemplo de ello. Sádicos comandos de Hamás cruzaron la frontera de manera silenciosa, los rodearon y acribillaron sin compasión.
A los heridos los remataron a balazos en el piso y hasta quemaron vehículos con personas en su interior cuando intentaban huir. Fue un baño de sangre brutal. Los líderes de Hamás han expresado abiertamente su intención de desaparecer a Israel de la faz de la Tierra y están empeñados en ese esfuerzo hoy más que nunca. Apago el televisor.
Contenido GEC