Benedicto Jiménez.
Benedicto Jiménez.

Este Búho cree que es merecido el ascenso excepcional al coronel en retiro durante los años más cruciales de la lucha contra Sendero Luminoso. Este ascenso lo eleva al grado de general en reconocimiento a sus ‘acciones meritorias que van más allá del cumplimento del deber’, particularmente por su papel en la histórica captura de Abimael Guzmán, el terrorista más sanguinario que ha tenido este país.

De buena fuente sé que el ahora general se encuentra recuperándose de un mal cardiaco. Igual ya salieron los ‘haters’ a recordar que luego de ser pasado al retiro, Benedicto anduvo en malos pasos, pero el Perú le debe mucho. Hay un antes y un después luego de la caída del ‘Camarada Gonzalo’. Y acá se olvida muy pronto la historia, por eso repetimos los errores.

Fue un 12 de setiembre de 1992 que los policías con su ‘Operación Victoria’ capturaron en una casa de La Calera, en Surquillo, al más grande genocida, Abimael Guzmán, el ideólogo del grupo terrorista Sendero Luminoso, culpable de desatar un baño de sangre que acabó con la muerte de miles de peruanos.

Era el hombre más buscado del país. Junto a él cayeron esa noche, en su madriguera, su amante Elena Iparraguirre y los miembros del comité central: María Pantoja, siniestra recolectora de los ‘narcodólares’, y Laura Zambrano, la ‘Camarada Meche’. También los que simulaban ser una pareja de ‘tortolitos’ esposos: la guapa y demoníaca bailarina de danza moderna Maritza Garrido Lecca y el arquitecto Carlos Incháustegui.

En 1992 Julio Becerra -hoy un alto oficial- era un agente que trabajaba como infiltrado en los ambientes donde se movían los senderistas. Universidades, sindicatos y plazas. Se hacía pasar por músico ambulante o vendedor de caramelos. Ese sábado, a las 8:30 de la noche, tenía una misión fundamental: ingresar a la casa de Surquillo a detener a Abimael Guzmán.

Su seudónimo era ‘Ardilla’, quien junto con la agente Ana Cecilia Garzón, ‘Gaviota’, habían estado semanas haciéndose pasar por enamorados, vigilando la casa y los movimientos de Incháustegui y Garrido Lecca.

‘Ardilla’ tocó la puerta y redujo al arquitecto, a Maritza y a dos acompañantes, visitantes circunstanciales: el musicólogo Celso Garrido Lecca y la bailarina Patricia Awapara. Ellos no sabían que arriba se escondía Abimael. El agente vio a una mujer que corría en el segundo piso, era Elena Iparraguirre que ingresó a una falsa pared donde se encontraba, sentado detrás de un escritorio, Abimael Guzmán. Apuntándole con su arma, ‘Ardilla’ le ordenó a Guzmán que no se moviera. Gonzalo estaba blanco como un papel, muerto de miedo. “Me dijo ‘tranquilo muchacho, está bien, ya perdí’”, recuerda Becerra.

La captura de Guzmán, coordinada por Benedicto Jiménez y Marco Miyashiro, fue un punto de inflexión en la lucha contra el terrorismo y la pacificación del país. En el libro de Carlos Paredes, ‘La hora final’, se relata la captura del ‘cachetón’. Sus informantes fueron los miembros del Grupo de Inteligencia y nos transportaron a los recuerdos de los policías mencionados, los que nos conducen por las calles de Lima, ya sea vigilando a Maritza Garrido Lecca, recogiendo la basura de la casa-escondite para comprobar que botaban envolturas de medicinas para las dos enfermedades que padecía Abimael.

El Perú le debe mucho a esos policías. Sus integrantes eran una suerte de héroes incomprendidos: tenían un sueldo miserable, trabajaban hasta 18 horas y se alimentaban de galletas en los días de guardia. En estas condiciones logran la hazaña de capturar al líder terrorista. En ‘La hora final’, Paredes explica que esa historia se completó con la traición de Ketín Vidal, jefe de la Dirección Nacional Contra el Terrorismo, quien les roba el reconocimiento a los verdaderos artífices. Para el periodista, el principal agraviado de la usurpación de Vidal fue el coronel Benedicto Jiménez y esto lo empujaría a su inexplicable y posterior vinculación con la mafia de Rodolfo Orellana.

Como en los cómics de Batman, donde el ciudadano Harvey Dent se convierte en el villano ‘Dos Caras’ a consecuencia de una injusticia recibida por la sociedad, Jiménez aparece como el héroe no recompensado que se pasa al ‘lado oscuro de la fuerza’. Nunca ascendió a general, ni pudo soportar que no fuera él quien apareciera en el video de la captura de Guzmán.

Pero la historia lo coloca junto a Marco Miyashiro como los policías héroes que dirigieron ‘La captura del siglo’. En estos tiempos de extorsiones y sicarios, cuánta falta hace un GEIN para atrapar a las malditas lacras que asesinan a los peruanos de bien que trabajan honradamente. Apago el televisor.

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