Este Búho leyó con atención la entrevista que le hizo mi colega Jhonny Valle en trome.pe al curtido periodista José María ‘Chema’ Salcedo, quien en sus largas décadas de trayectoria ha transitado con destreza por diarios, canales de televisión y, finalmente, la radio. Nadie como ‘Chema’ conoce este oficio. Es, tal vez, uno de los últimos representantes de esa ‘vieja escuela’ que hicieron del periodismo un estilo de vida o una religión. Sus reportajes se leen hoy en las universidades y sus charlas son las que convocan más estudiantes. Ingreso al túnel del tiempo. Este columnista aún era ‘calichín’ cuando leyó aquella memorable crónica que el gran ‘Chema’ publicó en la revista ‘Quehacer’ en 1984: ‘Vida, pasión y muerte de la salud mental en el Perú’.
Para su texto, el intrépido reportero se hizo pasar por un enfermo mental. De esa manera se internó en el Larco Herrera para conocer los pormenores de aquel hospital psiquiátrico que por esos años era duramente cuestionado por el trato a sus pacientes. “Dos días de barba, una pequeña revolución en el orden del pelo, una vestimenta holgada, triste, descuidada, permitieron completar el cuadro. Y una mañana enrumbamos hacia el Hospital Larco Herrera”, escribió ‘Chema’, quien realizó aquella memorable crónica flanqueado por el no menos legendario fotógrafo Carlos ‘Chino’ Domínguez, ‘La retina del Perú’. El trabajo generó un revuelo en los ochenta y no solo por la grave denuncia que significó, sino por la magistral pluma de ‘Chema’. Desde entonces y hasta ahora se ha convertido en un referente para las nuevas generaciones.
En entrevista para la versión digital de este diario, el hombre de prensa recordó con nostalgia: “En mi época no había internet ¡Perdón, en mi época no había ni teléfono celular! Cuando querías hacer un reporte, te ibas al teléfono público, entonces el instrumento principal del periodista eran las monedas de cincuenta centavos y de un sol. Tenías que caminar, salir”. Y también estaban esos cierres malditos a medianoche entre piscos y cigarrillos, al ritmo de los estruendosos sonidos que generaban las teclas de las máquinas de escribir. No diré que eran tiempos mejores, sino tiempos en los que había más mística. Consumido por este oficio, a ‘Chema’ no le dio tiempo para formar una familia: “Hay momentos del día en que sí me arrepiento y otros en los que no. La lucha de arrepentimientos en mí, a medida que se acerca el ocaso de mi vida, es tremenda porque comienzas a recordar tu infancia, comienzas a pensar todos los días en tu papá y tu mamá. Te entra una serie de arrepentimientos”.
Su espíritu de reportero no descansa jamás, por eso recientemente estrenó el documental ‘Rwanda, mi última utopía’ y ya tiene un proyecto para un programa de viaje. Ha publicado libros e incluso ha compuesto canciones. Con esa autoridad que le dan sus años de experiencia, ‘Chema’ resaltó la importancia del periodismo popular y lamentó que ‘pseudo intelectuales’ lo menosprecien. “Gravísimo error. Ese es un grave error de pseudo intelectuales y gente que se cree muy culta y superada, pero en el fondo son perfectamente ignorantes. Pero hay una cosa que no conocen que es la mentalidad popular. ¿Cómo haces leer un diario a centenares de miles de personas peruanas del país real? No del país intelectual que tienes en la cabeza. Ellos realizan un seminario de discusión sobre la literatura de Kafka. Muy bien, hermano, van 20 y aplauden. El asunto es cómo ser popular”, dice el maestro, quien en 2018 superó un cáncer a la encía por el que tuvieron que extirparle parte de la mandíbula. Como él mismo dice, en el ocaso de su vida ya no le tiene miedo a la muerte, con esa alma aguerrida y aventurera asegura que los planes no paran, que aún hay comisiones que cubrir. Y así será, maestro. Apago el televisor.