Este Búho, como buen apasionado del fútbol, estará esta noche frente al televisor para ver la gran final de la Copa América entre Argentina y Colombia. Ahora que se habla del gran país de la cumbia y el café, me permito recomendar a los jóvenes que lean al mejor escritor de ese país, el gran Gabriel García Márquez (Aracataca, Colombia, 1927-México DF, 2014). Precisamente, la vez pasada leía una entrevista inédita de Gabo que fue publicada en España, pero realizada en Cuba en 1994.
Nunca olvidaré cuando se me abrieron los ojazos y el corazón como nunca cuando me sumergí jovencito en la lectura de la impresionante novela ‘Cien años de soledad’ (1967). Por primera vez me introduje en ese mundo alucinante, mágico, del pueblo de Macondo, la inacabable familia Buendía y los indescriptibles personajes de ese mundo que describió como lo ‘real maravilloso’.
Esa novela marcó a muchas generaciones. Hablábamos en los cafés, el patio de Letras de San Marcos y los bares, de Remedios la bella, Melquiades y los distintos militares Buendía envueltos en sempiternas guerras civiles. Gabo se desempeñaba como un excelente cronista del diario ‘El Espectador’ de Bogotá, desde 1954, pero ante todo quería ser escritor. Publicó tres relatos: ‘La hojarasca’ (1955), ‘El coronel no tiene quien le escriba’ (1961) y ‘La mala hora’ (1962), obras que no lograron colocarlo en el boom literario latinoamericano, ni en el catálogo de la mítica editorial Seix Barral.
En 1967 esa misma editorial rechazó su borrador de ‘Cien años de soledad’, que terminó siendo publicado en una pequeña editorial argentina, Sudamericana. La novela fue un boom que vendió más de 50 millones de ejemplares y fue traducida a 40 idiomas. Gracias a esa joya obtuvo el premio Nobel de Literatura en 1982. El colombiano, a diferencia de Mario Vargas Llosa, no era muy afecto a brindar entrevistas.
Pero se sometió al interrogatorio de dos jóvenes cubanos. “Yo creo que ‘Cien años de soledad’ -apunta el premio Nobel en la entrevista- es un vallenato de 450 páginas, y lo digo con absoluta seriedad. La estética es la misma, el concepto es el mismo, el recurso es el mismo: historias que andan por ahí y que se pierden, se pierden en el olvido popular.
‘El amor en los tiempos del cólera’ es un bolero de 380 páginas y lo digo con toda seriedad. Cuando nadie sabía qué eran los cantos vallenatos, recuerdo que de muy niño iba a oír a los acordeoneros, que llegaban durante las fiestas, porque el origen de la música vallenata es esa, es juglaresca: eran unos músicos viajeros que iban de pueblo en pueblo contando un acontecimiento que había ocurrido en alguna parte, eran periódicos ambulantes y se acompañaban con acordeones.
A mí, al principio, lo que más me interesaba era el cuento que contaban, no tanto la música. Pero después siempre se me quedó vinculada la historia, los hechos y prácticamente la vida de la región a una música. Tengo la impresión de que de todos mis libros el que mejor sintetiza el Caribe es ‘Del amor y otros demonios’”.
P: Y en tus noches de Barcelona, ¿qué boleros escuchabas?
GGM: Escuchaba unos boleros que no eran del Caribe: era Bach, de origen igualmente popular. Al fin y al cabo, toda la música, la música culta y la música popular tienen un mismo origen en las canciones populares. No la escucho mientras escribo, pero estoy siempre sumergido en ella, particularmente cuando estoy escribiendo.
Cuando estaba en Barcelona, en un paréntesis después de ‘Cien años de soledad’, buscando un camino y ver por dónde seguía, escuchaba mucha música. Siempre había oído música, música culta, sobre todo, pero no la tenía organizada. En Barcelona la ventaja era que uno podía escuchar música en todas partes, es una ciudad eminentemente musical.
García Márquez debía de saber mucho de las noches musicales de Barcelona
Gabo debía de saber mucho de las noches musicales de Barcelona. Jaime Bayly en su libro ‘Los genios’ cuenta que el colombiano se encontró con Patricia, la esposa de Vargas Llosa, en la discoteca Boccaccio. Esa noche, Patricia festejaba ‘su libertad’ y que ‘se iba a convertir en una escritora’, como se lo prometió a la editora Carmen Balcells.
Esa noche bailó solo con el colombiano temas de The Beatles, Beach Boys y baladas como ‘Por qué te vas’, de Jeanette. La historia de Jaime sostiene que la ‘primita’, en lugar de irse a su hotel en el auto con chofer que le puso Balcells, feliz de tanto champán, aceptó la propuesta del colombiano de llevarla en su lujoso BMW descapotable. Apago el televisor.
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