Este Búho recibe correos de sus jóvenes lectores, que me piden que recuerde aquella inolvidable Eliminatoria en que Perú dejó fuera del Mundial de España 82 a Uruguay, derrotándolo 2 a 1, en el mítico estadio Centenario de Montevideo. Ingreso al túnel del tiempo, año 1981. Para empezar, debo decir que este columnista en ese año futbolístico ya estaba en San Marcos.
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Pero mi mancha mixta de cachimbos estaba más interesada en la política y en apoyar las huelgas, por eso no le daban bola al partido. El ‘Chino’ José, el más politizado del grupo, activista de Vanguardia Revolucionaria, no tardó en calificarme de ‘pequeño burgués’ por mi pasión por la selección y sentenció: ‘Flaco, el fútbol es el opio del pueblo’. Solo la guapa Sofía, que vivía por Atocongo, me defendió y quiso acompañarme a ver el partido en los precarios restaurantes de la universidad, pero todos tenían solo radio o un viejo televisor en blanco y negro.
Y ya estábamos ‘en la era de la TV a color’, como cantaba Charly García. Así que, como tenía ‘doble vida’, me fui con mi mancha de la infancia de la cercana Unidad Vecinal Mirones, los del block 57. Allí la patota de Huracán, con el flaco José García a la cabeza, había organizado una reunión en su casa para ver el partido en televisor a colores de 24 pulgadas marca Quintrix de National, lo más adelantado de la época. Luego, con Perú ya clasificado, los televisores National se venderían por miles porque la estrella de la publicidad era el técnico brasileño Tim.
El Búho: Perú consiguió un triunfo histórico
No sé de dónde mis amigos sacaron una bandera nacional y todos nos enfundamos en ella y cantamos el himno como si fuéramos seleccionados. La recordada señora Maruja nos alcanzó una jarra de chicha morada. Lejos, en el Centenario, no cabía ni un alfiler. Como lo estará para el partido de esta noche. Un peruano que estuvo en la minúscula barra peruana en aquel cotejo me contó que los uruguayos, generalmente muy correctos y educados, lanzaron una bolsa de orines a la barra. Bueno, en todos lados hay energúmenos.
Perú tenía una vieja espina con los orientales, pues nos habían sacado de las eliminatorias mundialistas de Inglaterra 1966 y queríamos la revancha. El técnico Elba de Pádua Lima, Tim, mentalizó a los peruanos de que podíamos ganar. Los charrúas estaban confiados porque habían campeonado en su ‘Mundialito’, donde llegaron las selecciones campeonas mundiales de Brasil, Argentina, Alemania, Italia, Uruguay y, de invitada, Holanda, dos veces subcampeona del mundo. Campeonó Uruguay al vencer a Brasil y su moral estaba al tope y pensaban que se ‘almorzaban’ a Perú y ya hablaban de campeonar en España 82.
En esa selección celeste, Rubén Paz era el cerebro, los goleadores Waldemar Victorino y Venancio Ramos; Hugo de León y Ariel Krasouski los ‘macheteros’, y el portero ‘Pantera’ Rodríguez, que militaba en el fútbol brasileño. Perú salió con una oncena ofensiva, anoten: Quiroga en el arco. Duarte, Díaz, Chumpitaz y ‘Cucurucho’ Rojas atrás. Un solo volante mixto, el enorme José Velásquez, junto a un extraordinario Julio César Uribe, César Cueto, y como punta, Guillermo La Rosa junto a Oblitas, quien jugaba como ‘puntero mentiroso’, y ‘Patrulla’ Barbadillo.
La selección se jugó un partidazo, sobre todo Uribe. Perú consiguió un triunfo histórico y un paso de gigante a la clasificación. Después del partido salimos a la calle y ya se escuchaban los bocinazos. Alguien dijo ¡hay que celebrar! y enrumbamos a la licorería La Curva, que vendía puros tragos preparados. El temible ‘ronco’ (ron, anisado, ginger ale) que entraba suavecito y era recontratrepador, la ‘naranja mecánica’ (jugo de naranja y vodka), el ‘salta pa’trás’ (pisco, ron, Coca-Cola). A los diecisiete años no nos llamaba la atención la cerveza.
En Mirones no faltaba un señor hincha que salía con su carro y gritaba ¡a la esquina de la televisión! y nos íbamos movidos, gorreando autos, camionetas pick up, a la avenida Arequipa, a Panamericana, donde en pantalla gigante repetían una y otra vez los goles de Uribe y La Rosa narrados por el inigualable Humberto Martínez Morosini. Eran otros tiempos. No había inseguridad ciudadana. La gente era confiada y te llevaban en sus camionetas hasta la avenida Larco y de regreso a la avenida Arequipa. Fue un triunfo histórico. Apago el televisor.
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