
Este Búho entiende que el rock, más que un estilo musical, es una manera de ver la vida. El rock, a diferencia de otros géneros, es transgresor. Es moralmente atrevido, socialmente disruptivo. Y, en general, tan estruendoso, salvaje y caótico como bello y profundo en su mensaje. Hace algunos días llegó el gran Fito Páez a la ciudad del ‘polvo y la niebla’, como llama Jaime Bayly a Lima. No fue una buena noche para el autor de ‘Mariposa technicolor’. A mitad del concierto se detuvo para calificar de ‘cementerio’ a su público peruano.
Al artista le jodió que los asistentes a su espectáculo se preocuparan más en los selfis y en transmitir en vivo por TikTok que sentir, disfrutar y cantar sus canciones. Coincidentemente, el último fin de semana estuve pegadazo a un nuevo documental que se estrenó por YouTube: ‘¿Quieren rock?’.
Se trata de una extensa crónica en la que se cuenta la historia del emblemático festival argentino ‘Quilmes Rock’ y cómo este sirvió de plataforma y trampolín para que sus agrupaciones nacionales saltaran a la fama internacional. Pero no solo eso, gracias a ese festival se asentó esa característica tan marcada en los gauchos, a quienes se les considera como el mejor público de conciertos en esta parte del continente.
El documental hace un repaso del ‘Quilmes Rock’ desde sus inicios hace más de 20 años, cuando fue concebido como un evento en el que se mezclarían grandes de la música con nóveles agrupaciones con proyección.
La idea era copiar el concepto del Lollapalooza o el Glastombury, festivales consagrados que se celebraban (y se celebran) durante días. Argentina, entonces, vivía en plena crisis política y económica. Estaba la pobreza tan asentada, dicen en el documental, que no había plata para traer grupos extranjeros. Y fue por ese motivo que las bandas nacionales repuntaron y se consolidaron.
En ese contexto nació el festival argentino. Con los años se fue asentando como un referente nacional, pero también internacional. Su primera edición fue en 2003. Con Gustavo Cerati, Luis Alberto Spinetta, Babasónicos, Divididos, Café Tacuba y Ataque 77 a la cabeza. Fueron 5 días intensos de rock puro y duro en la capital argentina.
El festival fue un evento sin precedentes, un hito histórico y memorable en el país de las parrillas y el fernet. La asistencia fue multitudinaria y la performance artística perfecta. Pronto incluyeron artistas de talla mundial a su cartel. Cuentan los periodistas que cubrían aquellos conciertos que en los camerinos uno se podía encontrar con Cerati y al rato con Spinetta. Con Gene Simmons -líder y vocalista de Kiss- y al instante con Andrés Ciro de ‘Los Piojos’. Con el ‘Pity’ Álvarez de ‘Intoxicados’ y con Ozzy Osbourne de Black Sabbath.
Era alucinante esa mezcolanza de culturas y lenguas, pero todos se entendían por el rock. También tocaron allí Radiohead, Iron Maiden, Foo Fighters, Sepultura, Gorilaz, entre otros. Sin duda, una de las imágenes más icónicas de aquel festival es la de Charly García cantando ‘Seminare’ bajo una lluvia torrencial. Al flaco no le importó que lloviera a cántaros y antes de empezar a tocar el piano lanzó: ‘No llueve, escupen’, una frase que quedó inmortalizada.
Su presentación fue épica y considerada uno de los momentos más legendarios en la historia del rock mundial. En el documental uno se encuentra con imágenes inéditas, así como entrevistas a los protagonistas de aquellos conciertos o a los productores del evento. Pero para este columnista, lo más alucinante fue ver aquel público argentino que gozaba del espectáculo con tal intensidad como si se tratara del último de sus vidas.
No en vano, Dave Grohl dijo durante su presentación: “Son el mejor público de este maldito mundo”. No condeno a quienes quieran llevarse un recuerdo en video. Pero desaprovechar un momento tan especial e íntimo y preferir una pantalla antes que el contacto directo con el artista, pues me parece una manera desconcertante de disfrutar un concierto. Apago el televisor.
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