Este Búho siente admiración por los jueces y fiscales que en todo el mundo se enfrentan con solo las armas de la justicia y el derecho a las siniestras bandas del crimen organizado, como el narcotráfico o el terrorismo. Cómo no recordar a los magistrados italianos Giovanni Falcone y Paolo Borsellino, que dirigieron el llamado ‘Maxi proceso’ en contra de los principales capos de la mafia siciliana en la década de los ochenta, llegando a encarcelar a 400 miembros de la ‘Cosa Nostra’.
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La mafia no se quedó con las manos cruzadas y en venganza asesinó a ambos en 1992 mediante coches bomba. El explosivo colocado en el auto de Falcone también mató a su esposa y a tres guardaespaldas. Este columnista recuerda a estos dos ejemplares hombres de leyes a propósito de una noticia de hace unas semanas que ha conmocionado a todo Paraguay y el mundo: el asesinato del incorruptible e implacable fiscal paraguayo Marcelo Pecci, de 45 años. Por matarlo habrían pagado 500 mil dólares.
El largo brazo de la mafia guaraní lo alcanzó en Colombia, en la paradisiaca isla de Barú, a cuarenta minutos en lancha de Cartagena de Indias. ¿Quien era Pecci? Era el fiscal que llevaba los casos llamados de ‘altísimo perfil’ en su país, como el operativo ‘A Ultranza’, que investigó un inmenso esquema de narcotráfico y lavado de dinero. También tuvo a su cargo un cuádruple homicidio, donde una de las víctimas era la hija de un gobernador.
Al despacho de Pecci llegaban los procesos denominados ‘picantes’: lavado de dinero, financiamiento de terrorismo. A todos los culpables los colocaba entre rejas, por lo que tenía infinidad de enemigos en el hampa. Su asesinato fue fríamente calculado. En Asunción andaba fuertemente custodiado pero esperaron encontrarlo con la guardia baja. Recién se había casado con una periodista y viajó a Colombia para pasar su luna de miel.
“El fiscal habría recibido llamadas amenazantes justo en los días previos a su matrimonio”
Una de las circunstancias más tristes del crimen es que desde Colombia la pareja había posteado en sus redes sociales que esperaban la llegada de su primer hijo. Pocos íntimos sabían que se iban a una isla remota y tranquila a pasar su luna de miel. El homicidio demostró que la pareja fue víctima de un reglaje. El asesinato parecía sacado de una película de mafia. Los criminales esperaron que los esposos se tumbaran en su perezosa en la arena a descansar y llegaron en dos motos acuáticas.
Los sicarios fueron directo hacia Pecci, a quien acribillaron, y huyeron nuevamente con las motos, dejando ilesa a Claudia Aguilera, su pareja, sumida en la histeria. El fiscal habría recibido llamadas amenazantes justo en los días previos a su matrimonio y las autoridades han incautado celulares y tablets a presos que han sido investigados por el fiscal con el fin de encontrar alguna evidencia que los conecte con el crimen.
En Cartagena ya hay cinco detenidos. Acá un detalle: el error del implacable magistrado fue publicar su viaje en las redes sociales. Por ese medio lo ubicaron los asesinos. Este caso también me hizo recordar al asesinato del fiscal argentino Alberto Nisman, quien interrumpió sus vacaciones en España para sustentar en el Congreso una grave denuncia contra la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, acusándola de ‘traición a la patria’.
Sin embargo, a pocas horas de testificar, fue hallado sin vida en su departamento con una bala en la cabeza el 18 de enero del 2015. Nadie creyó la versión de ‘suicidio’ que esparció el peronismo. Han pasado los años y todavía su muerte y sobre todo los responsables resultan un misterio. Solo se sabe oficialmente que fue un ‘homicidio’ y que su muerte benefició a Cristina Fernández.
Por eso el documentalista inglés Justin Wenster realizó una notable investigación titulada ‘Nisman: el fiscal, la presidenta y el espía’, que se convirtió en la serie de Netflix. Porque ese tipo de casos de la vida real superan largamente a la ficción. Apago el televisor.
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