Este Búho recibe correos de sus jóvenes lectores. ‘Búho, nos vamos a Marcahuasi por Semana Santa, cuéntanos de tus campamentos…’. No pude evitar ingresar al túnel del tiempo. 1980. Este columnista era un cachimbo sanmarquino cuando llegó a este impresionante bosque de piedras de granito que se ubica a 4 mil metros de altura, en el pintoresco pueblo de la comunidad campesina de San Pedro de Casta, en la provincia de Huarochirí.
LEE TAMBIÉN: Castillo y el chavismo
En ese tiempo no era tan fácil llegar. Tenías que madrugar para ir de Lima a Chosica. De allí partían destartalados camiones o micros que avanzaban por una tortuosa pista afirmada en horas a San Pedro de Casta. Viajábamos junto a pollos vivos y sacos de arroz, azúcar y cebollas.
Aquella vez cometimos un grave error. Nos dijeron: viajen descansados, no se amanezcan porque el camino es bravo. Pero desobedecimos la recomendación, pues nos amanecimos en la casa de Pablito Concha. Era su cumpleaños y, como buen cusqueño, tiró su casa por la ventana con comida y licor, y de ‘boleto’ nos fuimos a tomar el micro Lima-Chosica.
Dormimos todo el viaje hasta San Pedro de Casta. Nuestros estrechos bolsillos solo nos alcanzaron para pagar un burro que lleve nuestras mochilas, pero las dos horas de subida a pie ‘por el camino corto’ nos mató. Adriana, una de nuestras amigas, a mitad de camino se rebeló y sentó en una piedra y llorando gritó: ¡Una ambulancia! Increíble pedido, si el camino con las justas daba para el paso de un burrito.
Así de complicado era el ‘camino corto’. Los que tenían monedas hasta caballos podían alquilar, pero nosotros, sanmarquinos con ‘pocas balas’, subimos a pie. Valió la pena tanto esfuerzo. Acampamos junto al mítico ‘Monumento a la Humanidad’. Por donde se le mire, observas esa estatua de piedra gigante y vez la faz de un hombre. Otro de los grandes errores que cometimos fue llevar frejoles crudos con tocino para la cena. A esa temperatura de pocos grados los benditos frejoles nunca se cocinaron. Al final mandamos a un ‘chaski’, Tino, el atleta del grupo, para que traiga latas de atún del pueblo.
Fue en la fogata donde nos acabamos dos damajuanas de pisco que pasaban como si nada por el frío bajo cero, cuando en la mancha mixta, donde estaban la guapa Conchito, la sensual Martha y la gordita Magaly, entre otras, se escuchó el pedido a todo pulmón de la última: ¡Quiero un hombre! Varios se quisieron apuntar, pero las chicas se la llevaron a la carpa.
El Búho recuerda que en 1988 se organizó el ‘Concierto por la paz’ en el anfiteatro de Marcahuasi
Ese viaje fue inolvidable porque recorrimos la meseta identificando ‘El valle de las focas’, ‘El sapito’ o ‘La vicuña’, esculpidas en piedra sabe Dios en qué épocas. Uno se paraba al borde de Marcahuasi y podía ‘tocar las nubes’. Nos sentíamos como en el cielo. En la noche mirábamos el inmenso azul cubierto por miles de estrellas y por ahí observamos una estrella fugaz e inmediatamente pedimos un deseo.
Mi segundo viaje a Marcahuasi fue más alucinante. En 1988 el destacado músico Arturo Ruiz del Pozo, en plena época del terrorismo demencial de Sendero Luminoso, organizó el ‘Concierto por la paz’ en el anfiteatro de Marcahuasi. Allí, a 4 mil metros de altura, estrenó su ‘Sinfonía a Marcahuasi’.
Hasta el lugar llegaron Manongo Mujica y el mítico ‘Chocolate’ Algendones en percusión. Fue un concierto increíble. 5 mil personas abarrotaron el ‘anfiteatro’ en una presentación que está entre los récords mundiales por la altura en que se desarrolló. Lo increíble es que paralelamente al megaconcierto, otro grupo desconocido hasta el momento también realizaba su performance ‘caleta’ en los campamentos que quisieran escucharlos, a cambio de un buen trago.
El grupo se hacía llamar ‘Baja Policía’. El vocalista, tomen nota, era un desconocido Raúl Romero que luego se haría muy popular en los noventas, con su agrupación ‘Los Nosequién y Los Nosecuántos’. Junto a Raúl estaba el futuro periodista viajero de Caretas y Somos, Álvaro ‘Caníbal’ Rocha en batería y Ato Bouroncle en el bajo. Ellos calentaban las frías noches con sus hilarantes canciones que luego se incluirían en el notable primer disco del grupo de Romero, como ‘Pacharaca’ y ‘Aló Gisela’, composiciones de ‘Caníbal’ y Ato. Pero esa es otra historia. Apago el televisor.
VIDEO RECOMENDADO
TE PUEDE INTERESAR
Pedro Castillo, Vladimir Cerrón, el Congreso y más, hoy en los ‘Piqueítos’ de El Búho