
Este Búho, como millones de peruanos, padeció en los años ochenta las duras épocas del terror de Sendero Luminoso. La demencial agrupación liderada por el genocida Abimael Guzmán perpetraba matanzas en las alturas de los Andes, como en Lucanamarca, donde asesinaron a 69 campesinos. La Policía también cometió masacres, como la de Soccos, donde fueron aniquilados más de 30 pobladores que participaban en una fiesta.
Sobre esta última, el gran Francisco ‘Pancho’ Lombardi estrenó en 1988 ‘La boca del lobo’, una película audaz y polémica. Comento esto porque el realizador acaba de estrenar en cines ‘El corazón del lobo’, que es una especie de continuación de la ya mencionada. Como él mismo explica, en la primera narra la etapa del terrorismo desde la perspectiva de un grupo de uniformados.
En su nueva cinta trata de meterse en el mundo de Sendero y contar cómo su ideología los hace cometer monstruosidades. Merece ser vista y cuando lo haga les comentaré.
Impresionante cómo pasa el tiempo, pues ‘La boca del lobo’ ya tiene treinta y siete años. En plena guerra antisubversiva, Lombardi se atrevió a abordar el conflicto que no había acabado y que no tenía visos de llegar a un final. Por obvias razones, no podía filmar en Ayacucho esta película basada en una historia real, así que lo hizo en Tarata, la sierra de Tacna.
En Soccos, un fatídico martes 13 de noviembre de 1983, se realiza en el pueblo una fiesta por una ‘pedida de mano’. Un grupo de policías del puesto del pueblo, ebrios, intentaron ingresar a la fiesta, pero los pobladores no lo permitieron. Con sed de venganza, los agentes regresaron con todo el destacamento, bajo el pretexto de que en la celebración se habían escuchado consignas senderistas.
Los policías, al mando de un capitán, detuvieron a los novios, niños, mujeres y ancianos, más de una treintena de personas. Los amordazaron y los llevaron a una quebrada donde los ametrallaron y asesinaron. Luego cavaron zanjas y los enterraron.
Solo una comunera, María Cárdenas, sobrevivió al caer a un pozo. Ella vio la masacre y denunció el hecho en el pueblo. Una habitante que había perdido en los asesinatos a su prima embarazada, al esposo de esta, a su esposo, su hijo y sus suegros, reunió a la población y fueron a hacer la denuncia al puesto policial, pero los desalojaron.
Cuando se disponía a marchar a Huamanga en busca de justicia, tres encapuchados la acribillaron en su casa. Se fueron gritando consignas senderistas, pero los familiares dijeron que usaban botas militares. Cuando se inició el proceso judicial a once policías implicados, se les aplicó penas benignas y a varios de ellos los vieron laborando en Lima cuando debían estar presos.
Con la ley de amnistía que dio Alberto Fujimori para beneficiar al Grupo Colina, los policías asesinos de Soccos fueron amnistiados. Pancho Lombardi fue uno de esos peruanos que se sintió asqueado al enterarse de la masacre y le costó años consolidar su arriesgado proyecto.
El director ubica la tragedia en el ficticio pueblo de Chuspi, Ayacucho, asolado por el demencial terrorismo senderista que ya había atacado el puesto policial. El gobierno decide reforzar dicho local con más hombres y pertrechos, al mando de un oficial mestizo, el teniente Basulto. Junto al nuevo destacamento llegan dos amigos de un barrio limeño, Vitín Luna (Toño Vega) y Kike Gallardo (José Tejada). Ambos se enrolaron como personal subalterno solo para hacer méritos y postular a la Escuela de Oficiales.
Pero Vitín tiene valores y trata de no cometer abusos con la población campesina, a diferencia de Gallardo, que es racista, desprecia a los pobladores y considera a todos terroristas, además de estar encaprichado con Julia (Bertha Pagaza), una agraciada muchacha campesina que vende en una bodeguita.
Cuando la política relajada del teniente Basulto fracasa, al ser emboscado y asesinado por una columna subversiva, el comando policial manda al teniente Iván Roca (notable Gustavo Bueno), un oficial con antecedentes siniestros y que cree que en ese pueblo todos son senderistas mientras no le den muestras palpables de lo contrario.
La masacre de Soccos fue el pretexto del director para retratar ese clima claustrofóbico que viven los policías, entre ellos un chibolo Aristóteles Picho, como ‘Chino’, y el abismo existente entre estos y la población campesina. Sendero es como un fantasma que aterra, mata, pintarrajea, pero nadie lo ve. Roca enloquece y se produce un enfrentamiento, luego de la masacre, entre él y Vitín. Aquella memorable escena de la ruleta rusa es una de las mejores y más impactantes del cine nacional. Todo peruano debe verla. Apago el televisor.
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