Este Búho se sorprendió con una noticia publicada en mayo, donde se daba cuenta que el actor nacional Andrés Wiese le había ganado al galán de Hollywood Brad Pitt en el concurso ‘Los cien rostros más bellos del mundo’, con más de 900 mil votos, dejando atrás a Pitt, quien obtuvo un poco más de 40 mil.
Mientras leía esta noticia recordé una película que vi entrando a la adolescencia en el cine Mirones: ‘El retrato de Dorian Gray’. Tendría doce o trece y en ese tiempo las películas eran catalogadas para ‘mayores de veintiún años con documento probatorio’. Pero a la cazuela, los menores podíamos ingresar a la hora que se apagaban las luces para el inicio de la película. En ese momento le entregábamos, aparte del boleto, unas monedas al boletero y nos dejaba ingresar. Gracias al cine pude conocer al escritor de esa novela. Oscar Fingal O’Flahertie, Wills Wilde o simplemente Oscar Wilde (Dublín, Irlanda 1854 - París 1900). El argumento era alucinante y más podía calificarla de un filme de misterio o terrorífico, que erótico. Dorian Gray es un jovencito de extremada belleza física que logra captar la admiración del pintor Basil, quien pierde la cabeza por el joven mientras es su modelo. El artista siente que nunca antes ni después podrá pintar un retrato como el que le hizo a Gray. Inclusive, le confiesa a su amigo Lord Henry que no lo exhibirá en ninguna galería y se quedará con él. Pero si bien el rostro de Dorian expresaba belleza y lozanía, su alma era pérfida. El muchacho gozaba el andar por el mundo destrozando corazones, descarriando almas, empujando a la muerte a las desdichadas o desdichados que osaron amarlo.
Como un vampiro, Dorian no envejece con las décadas, sigue manteniéndose como un jovencito. Su secreto era ese cuadro que nadie podía mirar, porque el verdadero rostro maligno de Gray, el verdadero rostro envejecido y de ojos inyectados de maldad estaba en el cuadro. ¡¡Ese era el verdadero Dorian Gray!!
El director Massimo Dallamano filmó en 1970 la película sobre la novela y escogió al actor alemán Helmut Berger para el papel. El astro había sido elegido ese año por la revista ‘Vogue’ como ‘El hombre más bello del universo’. Pero aunque no lo crean, ese libro le traería las peores desgracias al pobre Wilde, casi de manera idéntica como hizo sufrir Dorian al pintor Basil. Al genial escritor, la noche del estreno de su obra adaptada al teatro, se le acercó a saludarlo un jovencito de veintiún años, Lord Alfred ‘Bosie’ Douglas. Efusivamente le dijo que ¡¡había leído 19 veces la novela!! Sin saberlo, ese elogio de parte de este bello joven, pero de alma horrísona, idéntico a Dorian Gray, iba a llevar al novelista hacia su destrucción, a la cárcel, a perder a su esposa e hijos, y a la muerte.
Cuando Wilde conoce a ‘Bosie’ era obeso y le llevaba dieciséis años de diferencia, pero se enamoró a primera vista. Estaba en el mejor momento de su vida artística y social. Si viviera en esta época sería como una estrella de rock o un actor de Hollywood. Donde llegaba brillaba y se arremolinaban las multitudes para escucharlo y aclamarlo. Todavía no había pronunciado la frase que definiría su trágico destino: ‘En el mundo hay solo dos tragedias, una es no conseguir lo que se desea, y la otra es conseguirlo’.
‘Bosie’ era un vividor sin talento literario. Expulsado de la Universidad de Oxford, su padre, un marqués influyente, le quitó su pensión y el muchacho empezó a vivir costa de Wilde. Cuando el progenitor amenazó con querellarlo si seguía relacionándose con su hijo, el poeta debió tomar precauciones. El marqués movió sus influencias políticas y judiciales, y usando las cartas de amor que el autor le escribiera a su hijo, lo enjuició por ‘corrupción a la moral y sodomía’. Muchos amigos en el extranjero le aconsejaron que huyera del país, pero él no quería alejarse de ‘Bosie’.
Lo condenaron a dos años de trabajos forzados en la prisión de Reading. Cuando salió era un hombre destruido. Su esposa Constance Lloyd, escritora y feminista, se tuvo que cambiar de nombre y los de sus hijos, y se fue a vivir a Génova. Los amigos de Wilde hicieron una bolsa para que viajara a Italia a reencontrarse con sus hijos, pero fue con su joven ‘amigo’.
Antes de llegar murió Constance y los abuelos maternos no le permitieron ver a los niños. Desolado, Douglas traidoramente lo abandonó cuando se acabó el dinero. Solo llegó a París, donde vivió de la caridad de unos amigos, en un hotelucho. Alcoholizado, sin plata, vagabundeó por la ciudad hasta que cayó enfermo de meningitis y murió a los 46 años; se había registrado con otro nombre: Sebastián Melmoth. Increíblemente no se arrepintió de los errores que pudo cometer en su relación con ‘Bosie’: ‘He puesto toda mi genialidad en mi vida, en mis obras solo está mi talento’. Apago el televisor.