Este Búho cree que pese a su autoexilio en España, desde hace más de siete años, el periodista y escritor Renato Cisneros (Lima 1976) lleva al Perú en el corazón y sobre todo en su mente, como el entrañable tema ‘Always on my mind’ (Siempre en mi mente) interpretado por grandes voces como Brenda Lee, Elvis Presley o Pet Shop Boys. Después de tantos años viviendo en un barrio clasemediero en Madrid asegura que hasta la verdulera lo fastidia y juega con su hija, el farmacéutico gallego le acepta el ‘fiado’ de algún medicamento urgente y hasta el calabrés de la pizzería le regaló una botella de vino por su cumpleaños.
‘La distancia que nos separa’ (2015) y sobre todo la notable ‘Dejarás la tierra’ (2017) fueron las dos obras que catapultaron a Renato ya no como una promesa, sino una realidad de escritor consagrado en el país y con algunos reconocimientos en el extranjero. En ambas exorcizaba los demonios de la relación con su padre y en una de ellas un desgarrador y prohibido secreto familiar.
En las ferias sus libros siempre aparecen entre los más vendidos. Después de ‘Algún día te mostraré el desierto’ y ‘Diarios de una paternidad’ (2019) dejó de publicar para enfocarse en trabajar su reciente novela ‘El mundo que vimos arder’ (Alfaguara 2023).
Aquí vuelve a sorprender al lector. En lo fundamental es una novela de ficción, género al que no nos tenía acostumbrados. La narrativa transcurre en dos planos aparentemente inconexos entre sí... hasta un inesperado momento.
Empieza con la historia de un periodista limeño que regresa a su departamento madrileño después de viajar al Perú a refugiarse luego de separarse en malos términos de su esposa alemana Erika e intentará rehacer su vida sin ella en Madrid.
El periodista es el ‘alter ego’ de Cisneros (columnista de prensa escrita, de RPP y El Comercio para más señas) agregándole dosis de ficción a esa biografía. Al llegar al aeropuerto toma un taxi y conocerá a un chofer peruano, de los ‘Barracones’ del Callao, pero legal y con hartas historias que contar.
Al toque los dos se identifican como desarraigados. Antonio, el chofer, es más hablador y le describe que si bien hay marginación en España, no la siente tanto porque en el Perú es peor, porque si no eres blanco y no tienes plata estás fregado.
Este encuentro es el pretexto para que el narrador nos plantee el tema de la lucha antisubversiva en Lima. El taxista le cuenta que su esposa estudiaba en San Marcos y él siempre iba a recogerla y conocía a todos los ‘tucos’, pues ella tenía un novio senderista.
Así llegan a hablar de las últimas elecciones presidenciales, la polarización del país, donde muchos se sienten desarraigados si no optas beligerantemente por una de las dos únicas opciones en disputa. Los dos se identifican porque el chofer debe dejar a su familia constituida en España para viajar solo a Estados Unidos a buscar otra vez un mejor porvenir.
Mientras el periodista se siente desarraigado en su país donde lo insultan por opinar y pensar diferente no solo sus oyentes, en las redes, sino también sus propias hermanas. Y para colmo, su exesposa le escribe una larga carta diciéndole que al llegar a Alemania descubrió que estaba embarazada y le escribía para decirle que no se moleste en buscarla porque si llega ya habrá abortado y haría un viaje por gusto.
Solo en ese momento al hombre de prensa se le ocurrió quemar la carta y todas las fotos que tenía con Erika. Este golpe al corazón me comprueba que estamos frente, más que a una historia de amor, a historias de desamor profundo y desarraigo.
Un segundo capítulo nos presenta un flash back. Espacio: Trujillo, Peru. Fecha: julio de 1939. Matías Giurato Roeder, hijo de italiano y alemana, también se siente desarraigado en un hogar donde su padre delincuente, pero bien ubicado en la sociedad trujillana, maltrata a su madre, quien deposita en su hijo las historias de su numerosa familia de su lejano Hamburgo.
Matías crece viendo las fotos que le manda su abuelo a su madre, conoce a todos los parientes teutones, tías, tíos, primos, primas, hasta las mascotas. Su sueño es viajar a Hamburgo donde residen. Así nace primero Matías Clifford Roeder. Luego, cuando se hizo piloto de bombarderos para destruir objetivos alemanes, su nombre definitivo será Matthew Clifford Ryder, pues el ‘Roeder’ alemán podría traerle muchos problemas durante y después de la guerra.
Las páginas donde nos presenta la convivencia de los pilotos y el infierno de aquellas batallas aéreas entre los bombarderos y cazas norteamericanos e ingleses, y la implacable y arrolladora escuadra aérea de la Luftwaffe de Goering, son de lejos lo más logrado del libro, como también el descenso de Matthew a los tortuosos y procelosos infiernos de la locura.
Del brillante artillero solo quedó un despojo de violador convicto. Valió la pena esperar cuatro años, sacudirse de las temáticas familiares y adentrarse en los archivos de increíbles historias de guerra del siglo pasado con las problemáticas de sus protagonistas, que siguen más vigentes que nunca entre los hombres de hoy: el amor, el desamor, el desarraigo y la locura. Apago el televisor.
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