Este Búho se sorprende ante los laberintos de la mente humana. De esas zonas oscuras, tenebrosas del cerebro en las que están agazapados monstruos terribles. Lo cierto es que jamás terminamos de conocer realmente a una persona. Lo digo por el cruel asesinato en su propia casa en Carabayllo de la joven estudiante de Nutrición, Ana Lucía del Portal, de 23 años, y de su madre, la psicóloga Nancy Carrión, de 64 años, a manos del enamorado de la chica, Sebastián Chacón. Ambas perdieron la vida acuchilladas sin compasión.
La pareja tenía ocho años juntos y en ese tiempo nada hizo sospechar a las víctimas de lo brutal que podía llegar a ser su futuro verdugo. La hermana de la estudiante dijo que en todo ese tiempo nunca vio en él conductas agresivas. Solo algunas acciones que evidenciaban que era algo manipulador y celoso.
Este columnista ha visto numerosas series y películas sobre horrendos asesinatos, capaces de poner los pelos de punta por lo espantosos, pero bien dicen que la realidad muchas veces supera a la ficción y por eso recordé el sonado caso, en nuestro país, del ‘Loco del martillo’. Clímaco Basombrío Pendavis, un joven de clase acomodada que fue alumno del colegio Santa María, en un acto aparentemente inexplicable asesinó a martillazos a la hermana de su mejor amigo, la guapa adolescente Alexandra Brenes (16), atacó a la empleada del hogar Ida Merino (28), dejándola en estado de coma, y grave a su mejor amigo Sebastián Brenes (18) y a Carlos Lescano (19).
El crimen tuvo una increíble cobertura en los medios. Ocurrió la tarde del 7 de julio del 2001. Tres exalumnos del colegio Santa María de Monterrico se iban a reunir en la casa de uno de ellos para ensayar con su banda de rock subterráneo Canchita Serrana. Sebastián era un eximio baterista y Lescano tocaba el bajo. Clímaco estaba allí de ‘hincha’, pues no tocaba ningún instrumento. O se encontraba allí porque estaba enamorado en secreto de la guapa hermanita de su amigo, Alexandra.
Los muchachos ensayaron toda la tarde y según la manifestación de Sebastián y Lescano bajaron a la tienda a comprar cigarros y galletas, ya que estaban con hambre porque fumaron un ‘tronchito’ de marihuana. Basombrío, según los amigos, estaba algo intranquilo, de acuerdo a los exámenes toxicológicos, habría consumido cocaína.
Espantosa historia
En el teléfono de la tienda llamó a su madre. Luego, en la azotea de la casa, al reanudarse los ensayos, le pidió al dueño que le preste una corbata, porque se casaba un primo suyo. “Anda a mi cuarto”, le respondió el anfitrión.
Al bajar al segundo piso se encontró con Ida, la trabajadora del hogar, cuando le dio la espalda, la agarró a martillazos en la cabeza. La empleada cayó al piso y de su cabeza manaba sangre y se veían restos de masa encefálica. Alexandra en ese momento comenzó a llamar a Ida, Clímaco le dijo “se ha caído por la escalera”, pero ella vio sus manos con sangre.
Según el asesino, “comenzó a gritar, yo le pedía que se calle y al no hacerme caso...”. Sin embargo, el policía que llegó después de producido el hecho de sangre afirmó que Clímaco le asestó a la infortunada jovencita ¡¡44 golpes de martillo en la cabeza!! Murió al instante.
Luego, como un autómata gritó: “¡¡Sebastián, baja, te llama Alexandra!!”. Cuando su mejor amigo bajó, lo golpeó con fuerza en la cabeza, pero felizmente este no perdió el conocimiento y pidió ayuda a Carlos, quien llegó justo cuando Clímaco iba a rematar a Sebastián. “¡¡Me quiere matar!!”, grita y Carlos se le abalanza. Un golpe le impacta en el mentón, pero logró abrazar al homicida y, al menos, neutralizarlo, mientras Sebas salió a llamar al ‘Cholo’ Julián, el vigilante, quien sube y ayuda a Carlos y entre los dos logran reducir a Clímaco, que parecía tener una fuerza sobrehumana.
Cuando llegó la Policía encontró un cadáver, una mujer cuya vida pendía de un hilo, dos muchachos conmocionados y un agresor que balbuceaba: “No me acuerdo de nada”. Durante el juicio, que duró dos años, repitió lo mismo. Su defensa arguyó que estaba traumado porque su padre, su ídolo, había muerto de forma súbita, cuando él tenía apenas once años y su madre y hermanas no le daban amor. Se le dictó veinte años de prisión y el pago de 400 mil soles de reparación civil. Las personas somos capaces de los actos más hermosos y sacrificados, pero también de los más espantosos. Apago el televisor.
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