
Este Búho recibió una llamada hace unos días. “Hermano, tú y yo venimos de abajo. Hemos bregado en este país, como lo hacen millones de compatriotas día a día. Hemos sido callejeros y conocemos este Perú de cholos, chinos, blancos y negros”. Es el ‘poeta maldito’ Hernán Condori, ‘Cachuca’, al otro lado del teléfono.
“Quiero que asistas a la presentación de mi libro ‘Diario cataléptico. Entre París y La Parada’”. Y aquí estoy, en un rinconcito del bar Don Lucho, en el centro de Lima, con una cervecita helada y una butifarra.
Al frente, el rockero más popular de las últimas décadas, con una copa de vino en la mano, afinando la garganta, calentando el alma. Se podrían decir muchas cosas de ‘Cachuca’, pero hay una verdad innegable, se trata de un artista que ayudó a construir la identidad de esta nación, que le ha dado voz a la marginalidad.
Como ‘Chacalón’ con la chicha, ‘Cachuca’ con el rock llegó a la arteria de las clases sociales desplazadas y que habitaron la periferia de esta gran ciudad. Con ‘Triciclo Perú’, por ejemplo, retrató ese país de los 90, sumergido en inflación, informalidad, terrorismo, pero también lleno de gente trabajadora, aguerrida, pujante.
Puede ser ‘Triciclo Perú’ nuestro segundo himno nacional y nadie lo discutiría. No se trata de un canción apesadumbrada o de lamento, sino de una en la que el peruano trabajador sale a buscarse el pan honradamente, sin excusas ni reproches. Con ‘Sarita Colonia’ contó sobre esas barriadas que se iban creando a las afueras de la ciudad y que poco a poco subían hacia lo más alto de los cerros, a punta de comba y cincel.
‘Cachuca’ -a quien se le fue media vida con el coronavirus- mantiene esa voz rasposa y estridente que ahora remece las paredes de este bar.
Ha organizado un pequeño concierto con motivo de la presentación de su libro. Tenía que ser aquí, en el corazón de Quilca, el centro de operaciones de este poeta bohemio y loco. ‘Diario cataléptico. Entre París y La Parada’ es un libro en el que cuenta su historia, sin filtros ni maquillajes.
Los apuntes revelan esa infancia difícil que terminaría forjando su carácter y su postura ideológica. Es de El Agustino, pero también habitó en los arenales de Villa El Salvador. La carencia lo obligó a ser creativo y así con latas de aceite como batería, botellas de gaseosas como wiro y tarros de leche con piedritas como maracas empezó en la música sin presagiar que muchas décadas después se volvería un referente.
En las páginas de su libro cuenta cómo en un confuso incidente fue capturado por la Policía y encarcelado durante varios días en El Sexto. También relata sobre la vez en que el mismo ‘Chacalón’ lo invitó a la Carpa Grau, legendario recinto en donde se organizaban conciertos tropicales y a donde asistían ranqueados ‘angelitos’. Allí ‘Cachuca’ fue abucheado y en ese momento el ‘Faraón de la cumbia’ dijo: ‘Al próximo que joda le sacamos la con...’.
El libro está salpicado de anécdotas con escritores, poetas, sobre sus viajes por el mundo y sobre el legendario Festival ‘Agustirock’. Sobre la fama, el racismo, las drogas, los excesos y más. Y cada historia tiene al pie de página una recomendación musical. Además, se está produciendo una biopic sobre ‘Los Mojarras’ y quienes somos hinchas de este grupo ya estamos ansiosos por verla.
‘Cachuca’, macerado por las incontables copas de vino encima, recibe con humildad los vítores de sus invitados. Un pequeño, pero justo homenaje a un poeta transgresor, trasnochador, cojonudo, quien con su música reivindicó a los de abajo, a los choches y a los ambulantes. Apago el televisor.
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