Este Búho analiza la composición del gabinete de Francisco Sagasti y comparto la extrañeza de muchos, pues al ver algunos nombres de sus ministros de Estado podemos advertir que no encarnan lo que prometió y enfatizó en su discurso de asunción de mando: ‘Este gobierno de transición será un gobierno plural’. Tenemos que decir que no hay que ser un brillante analista para darse cuenta de que empezó su mandato con una primera mentira. Un gabinete ‘plural’, de ‘consenso’, como reclamaba todo el país, después del ‘golpe’ de Merino y su gabinete conservador del jurásico Ántero Flores-Aráoz, tenía que haber convocado a personalidades destacadas en sus profesiones, con probado compromiso con el país y de distintas simpatías. Me parece que no lo hizo. Mucho se le compara a Sagasti con Valentín Paniagua, pero por sus primeras acciones ha actuado en forma opuesta. ‘Chaparrón’, al igual que el nuevo mandatario (Partido Morado), provenía de una bancada minoritaria como Acción Popular y eran varios los partidos que habían luchado en la calle y en el Congreso una década para tumbarse a un fujimorismo corrupto. Al ser elegido presidente, en el 2000, hubiera sido suicida nombrar premier a un acciopopulista o cercano a su partido. Por eso convocó a un gran demócrata como Javier Pérez de Cuéllar, una de las pocas personas para lograr un consenso en esas horas dramáticas. Igual nombró a personalidades representativas cercanas a las distintas fuerzas políticas que combatieron al fujimorismo, como Javier Silva Ruete (Economía), Marcial Rubio (Educación), Antonio Ketín Vidal (Interior), el policía que jefaturó el Gein que capturó a Abimael Guzmán; o técnicos como Juan Incháustegui o Carlos Amat y León. Muchos ni se conocían ni conocían a Paniagua, pero eran destacados en sus respectivas ramas, no fueron llamados por amiguismo o camiseta política.
Sagasti no imitó a ‘Chaparrón’ y me temo que ha conformado un gabinete con viejas amistades de su dilatado paso por las ONG. La calle no tumbó a Merino y su apócrifo gabinete para que los ministerios los copen los amigos del presidente y los amigos de los amigos de Sagasti. Este columnista lo advirtió un día antes de que asumiera el mando: “El nuevo régimen no debe cometer el error de Vizcarra de querer gobernar con un premier y gabinete opacos que no le hagan sombra. Lo peor sería dirigir al país con los amigotes de la argolla...”. Pienso que ahora corre el riesgo que este gabinete termine siendo un club de viejos conocidos en los que todos piensan igual y ante los problemas, crisis y conflictos, se blindarán y dirán: ‘los malos están afuera’. La Presidencia del Consejo de Ministros puede convertirse en una burbuja ajena a la telúrica situación política y social que se vivirá una vez que pase la anestesia de la caída de Merino y los golpistas. Mucho se habló que le aconsejaron a Sagasti apostar por un premier experimentado y con un respeto ganado en todas las tiendas políticas, incluso se habría mencionado al expremier Allan Wagner, para que contribuya a abrir un necesario mínimo entendimiento con los partidos del Congreso derrotados en esta coyuntura, y que están con la sangre en el ojo, al acecho para tumbarse ministros, pero el nuevo presidente optó por Bermúdez. Ella es conocida en los ámbitos académicos, ONG y la izquierda, pero desconocida para el grueso del espectro político nacional y menos para la ciudadanía. Este columnista también percibe que este gabinete, en lugar de buscar ‘consensos’, del saque ya produjo fisuras innecesarias. Militares y policías se sienten incómodos con los nuevos nombramientos. En las Fuerzas Armadas, de impecable comportamiento para preservar el orden constitucional en los dos últimos intentos de vacancia presidencial, esperaban que uno de los suyos sea ministro de Defensa. En la Policía se cocina un polvorín. El nombrar a un abogado, viceministro de la época de PPK, para que haga el papel de odioso investigador de ‘asuntos internos’ no cayó nada bien en la institución. No olvidemos que el ministro del Interior tiene la tremenda responsabilidad de encabezar la lucha contra el principal flagelo de nuestra sociedad: la inseguridad ciudadana. Sé de buena fuente que hay una gran indignación en el seno de la Policía, pues se sienten humillados por algunos ‘intelectuales de café’ que no están en la calle para combatir a peligrosos ‘marcas’ y ‘raqueteros’ que disparan a matar. Durante la pandemia, eran los héroes del país, ahora son los ‘asesinos’. Mucho cuidado. Apago el televisor.