Eliane Karp y Alejandro Toledo. (Foto: Getty Images)
Eliane Karp y Alejandro Toledo. (Foto: Getty Images)

Este Búho lee que muchos cibernautas en las redes sociales se preguntaban dónde está acaba de ser sentenciado a más de veinte años de cárcel por corrupción. La verdad es que la ‘gringa’ se encuentra en Israel desde mayo de este año, luego de la decisión de Estados Unidos de extraditar a su esposo. Ella tiene que responder a la justicia peruana, pero no hay un tratado de extradición con ese país y en este momento es ‘rea contumaz’.

Eliane no piensa volver nunca más al Perú, ni siquiera para ver la cara de su esposo, al que le esperan largos años de prisión. Algunos señalan que, en realidad, la historia de Karp y Toledo fue una siniestra relación de negocios, una sociedad conyugal para capturar el poder. Una suerte de ‘Bonnie and Clyde’ con canchita serrana. Pero esa es una verdad a medias. Como se sabe, se conocieron en el campus de la Universidad de Stanford, California. Eran los años setenta, de la cultura hippie.

La pelirroja, hija de padre polaco y madre belga, estudiaba la maestría de Antropología. Alejandro era algunos años mayor y cursaba un máster en Economía de los Recursos Humanos. Jugaba bien el fútbol, era bailarín, juerguero y de gran ‘floro’. Ella creyó haber encontrado al inca de sus lecturas y el ‘cholo’ a su gringa europea culta y políglota. Después de un largo enamoramiento, contra la opinión de los padres de ella, se casaron en 1979.

En 1982 nació su hija Chantal, mientras él trabajaba en organismos internacionales, acompañado de su esposa. En 1983 se afincan en Lima, donde el economista ingresa a dictar cursos en ESAN. El matrimonio entra en crisis. Toledo no puede con su genio y la engaña, ella se entera y le paga con la misma moneda. En 1986, el marido humillado la denuncia ante la comisaría de San Borja ‘por abandono de hogar’.

En las ocurrencias dice que su esposa ‘se alojó con su amante en un bungalow en Huampaní llevándose a su hijita Chantal’. Otra denuncia ingresa al día siguiente. La Karp lo acusa de ‘propinarle maltratos’.

Después de dos años hiriéndose el uno al otro, se separaron definitivamente en California y sellan el divorcio en 1992. La hija de ambos se quedó bajo la custodia del padre en Lima, mientras la madre trabajaba para el Banco Leumi en el extranjero. Pero Karp se entera de que su ‘Cholo de Cabana’ es uno de los rehenes tomados por el MRTA en la embajada de Japón. Regresa y con el reencuentro retoman su relación amorosa.

Alejandro se lanza como candidato a las elecciones convocadas por Alberto Fujimori para el año 2000. Se vuelve a casar con Eliane y la involucra de lleno en la campaña. La gringa se presenta en mítines y programas televisivos, bailando huaynitos y hablando en quechua. Inicialmente, la pareja capta la simpatía del pueblo. Pero la europea no pudo ocultar su verdadera ‘mala entraña’.

A las primeras críticas a su marido, en pleno mitin, despotricó de ‘los limeños pituquitos de Miraflores’ y les recalcó que ‘mi Cholo es sano y sagrado’. Pero sus palabras le rebotaron en la cara en el ‘secuestro’ del hotel Melody. Según Eliane, su esposo salió a las ocho de la mañana y no regresó en todo el día, ni siquiera en la noche, ni al día siguiente. Al rastrear los gastos de su tarjeta de crédito, la Policía y la esposa supieron que había realizado consumos por catorce mil soles.

‘El secuestro’ de Toledo

Karp y su esposo denunciaron un ‘secuestro’, como parte de la campaña del Servicio de Inteligencia de Montesinos ‘para grabarlo en un video pornográfico’. Pero era una burda mentira. Toledo había salido con tres meretrices para hacer una ‘encerrona’. De ahí mandó a comprar comida, licores, perfumes y lencería fina para ellas. El empleado de la farmacia Deza contó a los investigadores que el ‘Cholo’ le firmó los vouchers: “Nadie lo obligó ni estaba secuestrado”, dijo.

En el 2005, la revista Caretas reveló el examen médico al que fue sometido en la clínica San Pablo, que arrojó intoxicación alcohólica, barbitúricos y restos de cocaína. Eliane, por no querer pagar el consumo de la tarjeta de crédito, expuso a su marido a una vergüenza internacional. Ahora a los 78 años y mal de salud, el ‘sano y sagrado’ está encerrado en una fría celda sin su ‘gringa’. Apago el televisor.

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