Este Búho evoca con nostalgia a un viejo maestro que ya dejó este mundo. Él, con un cigarro entre los labios, peliblanco y con su jorobita a consecuencia de estar sentado tanto tiempo frente a una máquina de escribir, me dijo hace varias décadas: ‘Muchacho, nunca te doblegues ante los poderosos’.
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Creía firmemente que la labor del periodista era -de manera ineludible- cuestionar y confrontar a quienes ostentan cargos públicos. Siempre pararse en la orilla contraria del poder de turno. Observar con sospecha e incredulidad cada gesto. Dudar de sus palabras. Poner en tela de juicio cada una de sus promesas.
Hoy, si el viejo reportero estuviera vivo, levantaría la ceja y se reiría de lo que acaba de decir el profesor Pedro Castillo: ‘Esta prensa es un chiste’. Diría acaso que no existe mejor aliciente para un periodista que el desprecio y la rabia de un político que se sabe acorralado por sus mentiras e incapacidades. Para Castillo debe ser un chiste que mis jóvenes colegas lo cuestionen por sus descaradas contradicciones sobre su relación con la lobista Karelim López. Dio una versión a la fiscalía y otra a nivel internacional en entrevista con Fernando del Rincón, presentador de la cadena CNN.
El Búho: No somos sus relacionistas públicos, señor Castillo
Quizá nadie le ha comentado al señor Castillo que su investidura no lo blinda de cuestionamientos, de investigaciones, de críticas. Que en un país democrático y en donde se respetan las libertades, un hombre de prensa puede preguntar e indagar sin ningún tipo de represalias o persecuciones. Y que toda investigación periodística tiene un fin único: mantener informada a la ciudadanía de la gestión pública. Si no fuera por la prensa, quizá nunca se hubiera sabido que un allegado del exmandatario de Argentina, Néstor Kirchner, sacaba bolsas con millones de dólares hacia el extranjero.
Tampoco sobre las mañas del expresidente estadounidense Nixon, quien creó una red de espionaje para perseguir a sus opositores. Al hacerse pública la investigación, tuvo que renunciar. Mucho menos sobre la exquisita mansión de siete millones de dólares que compró la esposa del expresidente mexicano Enrique Peña Nieto, Angélica Rivera, a una inmobiliaria acusada de realizar lobbies con el gobierno de su marido. O de la descarada vacunación en las sombras del impresentable Martín ‘Lagarto’ Vizcarra. Por eso, los tiranos le tienen tanto recelo a los periodistas. Los desprecian. Podría mencionar a los sátrapas de Cuba, Venezuela o Nicaragua.
Pero no iré lejos. Aquí nomás, en la región Junín, el entonces gobernador regional y actual secretario general del partido Perú Libre, Vladimir Cerrón, fue acusado de atentar contra colegas que denunciaron actos de corrupción durante su gestión. Uno informó que fue secuestrado y lanzado al río Mantaro. A otro le reventaron un explosivo en la puerta de su casa. Y a un tercero le dejaron un perro muerto también en su domicilio.
En este punto quiero recordar al veterano periodista español Arturo Pérez-Reverte, quien con total sensatez describe que el miedo de los poderosos es perder la impunidad: “El único freno que conocen el político, el financiero o el notable, cuando llegan a situaciones extremas de poder, es el miedo (…). Miedo del poderoso a perder la influencia, el privilegio. Miedo a perder la impunidad. Al verse enfrentado públicamente a sus contradicciones, a sus manejos, a sus ambiciones, a sus incumplimientos, a sus mentiras, a sus delitos. Sin ese miedo, todo poder se vuelve tiranía”.
Es un miedo saludable, aclara Pérez-Reverte, pues mantiene en línea a quienes quieren aprovecharse de sus cargos, como ahora intenta hacer Pedro Castillo, que piensa que el periodismo está para adularlo, para seguir la línea que intenta imponer. No somos sus relacionistas públicos, señor Castillo. Apago el televisor.
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