Este Búho considera que es muy triste para nuestro país que tengamos a un ‘bárbaro’, como Carlos Gallardo, liderando el Ministerio de Educación. No es casualidad que se hayan filtrado las pruebas de los docentes, las cuales fueron vendidas en tres mil soles. Qué vergüenza. Tampoco es casual que pretendan dar vida nuevamente a las ‘universidades chifas’, esos ‘centros superiores’ que son una verdadera estafa a los alumnos y a sus padres.
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Tengo que ingresar al túnel del tiempo. Año 1980. Un estudiante recién salido del colegio llegaba con expectativas para ingresar a San Marcos, la Decana de América. Recuerdo que postulamos más de 50 mil para menos de 5 mil vacantes. La Oficina de Admisión quedaba al costado del Congreso, no había inscripción por Internet ni celulares como ahora, sino presencial, y los postulantes, como este columnista, llegaban con su viejito a medianoche con frazadas y sillas para agarrar un buen lugar y hacer vigilia hasta las ocho de la mañana en que empezaban a atender. Salíamos de doce años de una dictadura militar que había tenido un discurso similar al que exhibe hoy Pedro Castillo en plazas: ‘reforma agraria’, ‘siempre con el pueblo’ y ‘el gobierno de los campesinos’. Pura palabrería barata. Escaseaban los alimentos, no había suficiente gasolina, los medios de comunicación fueron expropiados y se perseguía a los opositores. El Perú retrocedió y solo los altos oficiales militares vivían como reyes. Meses antes los universitarios y profesores del Sutep habían puesto en jaque al gobierno militar y se unieron para exigir elecciones democráticas. Hay una anécdota de las redadas que hacían los ‘milicos’. Un día detuvieron a Alfonso ‘Frijolito’ Barrantes, quien años después fue alcalde de Lima, y tuvo que compartir celda con Abimael Guzmán, sí, el líder terrorista de Sendero Luminoso que causó tanta muerte y destrucción en el país. Cuando le preguntaron a Barrantes cómo durmió en la misma cama con el ‘camarada Gonzalo’, respondió: ‘Como los hombres, de espalda a espalda’. En San Marcos también se vivía una lucha interna entre facciones de izquierda. La ‘moderada’ con Enrique Jacoby, del Partido Comunista Revolucionario, donde militaba el actual ministro de Economía, Pedro Francke, que estudiaba en la Católica; y la ultraizquierdista, donde uno de los líderes era Alfredo Crespo, quien fue el abogado de Abimael Guzmán.
SAN MARCOS Y EL AZOTE DE SENDERO
La polémica era si se participaba o no en el tercio estudiantil. Había debates en todos lados. Este columnista, cachimbo sanmarquino, estuvo en el comedor de Cangallo, donde se iba a realizar uno de ellos. Pero de la nada aparecieron unos desconocidos con pasamontañas. Allí anunciaron que ese tercio no servía de nada, que mejor discutieran la ‘situación nacional’. Allí su líder hizo un anuncio que, se los juro, hizo reír a todos: ¡¡Nuestro IX pleno del Comité Central del Partido Comunista del Perú acordó el inicio de la lucha armada el 18 de mayo de 1980!! Todos se reían. Como Sendero dominaba el Sindicato de Hoteleros y Chifas, los de Patria Roja les decían: ¿Y cómo van a enfrentar al Ejército? ¿Tirándoles wantanes fritos? Nunca imaginé que meses después, en Chuschi, una columna senderista quemó ánforas y actas e inició su sangriento accionar. San Marcos no fue ajeno al azote senderista. Cuando iniciaron su estrategia de ir ‘del campo a la ciudad’, volvieron a la universidad. Se infiltraban en los grupos de zampoñas, en los salones de Filosofía y Ciencias Sociales, en las dirigencias de los comedores, en los sindicatos de docentes y trabajadores para realizar huelgas pagadas. Era inaudito que las ollas de comida que debían servir para alimentar a los alumnos se iban por las puertas falsas a la calle, a dar de comer a los ‘sacolargos’, así llamábamos a los de Sendero Luminoso. Por las noches provocaban apagones y los ‘terrucos’ atacaban a estudiantes: trasquilaban el pelo a los homosexuales, agredían y expulsaban profesores destacados. Los alumnos, que esforzadamente realizaban jornadas de limpieza, veían cómo al día siguiente las blancas paredes lucían con delirantes pintas rojas alusivas a la lucha armada con la hoz y el martillo.
Pero no olvido que muchos de esos muchachos de menos de veinte años captados por los senderistas morían intentando colocar una bomba en una torre de alta tensión, o en enfrentamientos con la Policía. En 1985 parecía un claustro abandonado a su suerte, a pesar de que grandes maestros seguían enseñando pese a esas huelgas politizadas, como Antonio Cisneros, Heraclio Bonilla, Julio Cotler, Rodrigo Montoya, César Germaná y Aníbal Quijano. Poco a poco la universidad se tuvo que adecuar a los tiempos y cobraba una tarifa módica para que el menú mejore. Luego llegaron las reformas en la enseñanza. Se suprimieron los cursos que uno repetía hasta seis veces y no pasaba nada. Se aprendió de los ejemplos de universidades eficientes. Provenir de provincia o de hogares humildes no era óbice para no estudiar. Fueron años en que San Marcos se modernizó. Se acabaron las huelgas de seis meses. Para esos años ya había más de un centenar de seudouniversidades, la mayoría ‘truchas’, que funcionaban en azoteas, playas de estacionamiento, sin servicios básicos y con profesores improvisados que enseñaban en corralones que de día eran chifas. Eso no puede volver. Apago el televisor.
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