Better Call Saul
Better Call Saul

Este Búho abre sus ojazos y está muy atento a las redes sociales. Leí los comentarios sobre mi columna de ayer sobre una de mis series favoritas, ‘Los Soprano’, y algunos lectores me piden que siga escribiendo. Ahora que se viene el cobro de impuestos del gobierno a las plataformas de streaming, solo espero que no ajusten más los bolsillos de los usuarios, pero eso será motivo de otra columna. Les recomiendo ‘Better Call Saul’ (‘Mejor llama a Saul’). Para muchos críticos, una de las mejores producciones de las últimas décadas, incluso al mismo nivel que su antecesora, la ya mítica ‘Breaking Bad’. Durante seis temporadas, millones de espectadores alrededor del mundo seguimos con emoción la historia de Saul Goodman (magistral interpretación de Bob Odenkirk), un abogado sin escrúpulos, audaz para desenvolverse al margen de la ley, para jalar a su pantano a quienes lo rodean y con una naturaleza innata para relacionarse con mafiosos. ¿Les hace recordar a algunos personajes de nuestra fauna peruana? Quizá. Saul Goodman siempre fue un tipo en problemas, perdedor, sin futuro. Acostumbrado, desde su adolescencia, a timar. Fue desdeñado por su propio hermano Chuck, un abogado de renombre y fundador de uno de los bufetes más prestigiosos de Albuquerque (Nuevo México, Estados Unidos). Quizá por eso mismo, para desafiar a Chuck, o para demostrarle que también podía lograr algo, estudió Derecho a distancia, una modalidad que sus colegas despreciarían y utilizarían para burlarse de él, sin saber que se convertiría en el abogado del más grande productor de metanfetamina azul que haya existido en Estados Unidos.

La serie utiliza dos líneas temporales para contar la vida de Saul Goodman, la primera, que narra sus inicios, pre ‘Breaking Bad’. Es decir, antes de conocer al siniestro Walter White (Bryan Cranston), creador de la ‘meta azul’. Nos muestra esos detalles que pintan al protagonista, quien con el seudónimo de ‘Jimmy Patín’ pisa la tierra de lo ilegal con pequeñas estafas desde muy joven. También aborda la relación que mantiene con Chuck, a quien cuida y quiere a pesar de su desprecio y recelo. Vemos sus primeros litigios, aunque insignificantes siempre recurre a lo torcido, al camino fácil. Y cómo por una situación fortuita se relaciona con traficantes mexicanos, el hilo que lo llevará a otros personajes más sórdidos y peligrosos. El contraste de esa vida problemática la hace Kim Wexler, con la soberbia actuación de Rhea Seehorn. Kim es una abogada respetable. Una profesional audaz, implacable, con proyección. Su entorno la mira como un ejemplo, con admiración. Además, es apoderada de su hermano Chuck. Por eso sorprende cuando se enamora y posteriormente se casa con Saul. Luego participará en los descabellados planes de su esposo hasta convertirse en cómplice de algunos delitos.

La segunda línea temporal, narrada en blanco y negro, es la etapa post ‘Breaking Bad’. Cuando ya el imperio de los ‘cristales azules’ de Walter White se ha desmoronado. Entonces, Saul es un prófugo de la justicia, porque ayudó al químico a lavar su dinero y a esconder sus crímenes. En Nebraska, y con otra identidad, intenta rehacer su vida, pero ese espíritu pegado a lo delincuencial lo traiciona. El desenlace es la cereza del pastel de una producción que no defraudó en ningún momento (estuvo dirigida por Vince Gilligan). Cada capítulo está lleno de simbolismo, cada detalle revela una historia. Cada personaje encaja como una pieza de rompecabezas. En la serie no hay más ni menos. Para los nostálgicos, fue emocionante la aparición de personajes como Walter White, Jesse Pinkman (Aaron Paul) o Gustavo Fring (Giancarlo Esposito). De cierta manera y hasta cierto punto, quizá muchos se identifican con la desbaratada vida de Saul Goodman, quien desafía a la moralidad y lo políticamente correcto para conseguir lo que desea. Y eso es lo que hace memorable a esta serie. Apago el televisor.POR: EL BÚHO

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