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El Búho y las obras de Vargas Llosa

El Búho de Trome habla de las obras de Mario Vargas Llosa a propósito de la puesta en escena del libro ‘¿Quién mató a Palomino Molero?’.

Este Búho admira la obra de Mario Vargas Llosa. Leo que hay una puesta en escena teatral de su libro ‘¿Quién mató a Palomino Molero?’, dirigida por Edgar Saba y donde actúan Gustavo Bueno, Haydée Cáceres, Ramón García y Susan León, entre otros. Se trata de una intensa novela policial donde el suspenso y la tensión recorren toda la historia.

“Escribí esta novela por la indignación que me produjo el asesinato de un joven avionero de la base aérea militar de Talara que quedó misteriosamente silenciado por la burocracia estatal”, dijo nuestro premio Nobel.

Su obra es muy amplia, pero ‘Conversación en La Catedral’ es el libro que, según el escritor, más le costó escribir y el que ‘salvaría de la hoguera’. Mario, aunque no lo crean, se vio criticado después que sacó la divertida ‘La tía Julia y el escribidor’. Para mí, buenísima. ‘Está en declive’, decían los críticos. Cuando vio la luz ‘Pantaleón y las visitadoras’, estos mismos se frotaron las manos. ‘Ya está en decadencia, solo escribe obras divertidas o anecdóticas’, decían. Años después les tapó la boca a todos con ese novelón llamado ‘La guerra del fin del mundo’, basada en una obra de Euclides da Cunha, ‘Os sertoes’.

Para eso, Mario se sumergió un año en las bibliotecas de Recife, para documentarse sobre la alucinante rebelión de los Canudos, los más pobres del norte de Brasil. Luego nos presentaría otra gema, ‘La fiesta del Chivo’, sobre la dictadura de Rafael Leónidas Trujillo, en República Dominicana. Después, definitivamente su producción no alcanzó picos tan altos. Pero Mario, siempre a la vanguardia, comenzó a escribir novelas para leerlas de un tirón, de Matellini a la Estación de Naranjal del Metropolitano, como ‘El sueño del celta’. Tras ganar el Nobel, podía darse el lujo de vender quince mil libros en una semana en Lima, algo increíble.

Lo mismo sucedió con ‘Cinco esquinas’, que la lanzó cuando ya bordeaba los 80 años. Esta novela, me imagino, la escribió de cabeza, sobre un tema que domina: el periodismo. Hay tres periodistas clave en la narrativa vargasllosiana. ‘Zavalita’, su alter ego, en ‘Conversación en La Catedral’. Luego, en ‘Pantaleón y las visitadoras’, muestra el lado siniestro del periodismo. Un locutor radial ‘mermelero’, ‘El Sinchi’, interpretado para la posteridad, en el gran filme de Francisco Lombardi, por el recordado Aristóteles Picho.

En el 2016 nos presenta a un periodista, Rolando Garro, director de una revista sensacionalista, desalmado, impresentable, enano, extorsionador. Pero no solo ha trabajado en libelos de medio pelo, sino que ha sido conductor de programas políticos en la tele y todos fueron cerrados. Es obvio que Vargas Llosa se toma sus revanchas. Este ‘plumífero’ pretende extorsionar a Enrique Cárdenas, el millonario hombre fuerte de la minería en el país.

La trama está ambientada en la Lima de inicios de 1990, con un Alberto Fujimori y Vladimiro Montesinos más poderosos que nunca. Aquí también Mario saca la chaveta y humilla, en el papel, a este millonario amigo del ‘Chino’ y el ‘Doc’, al que un fotógrafo de quinta le toma fotos íntimas para ‘Destape’ y Garro, al ser rechazada su proposición de chantaje, publica y ocasiona un escándalo a nivel nacional. Pero, sospechosamente, al día siguiente termina asesinado brutalmente y su cadáver dejado en el barrio Cinco Esquinas de Barrios Altos. Su brazo derecho, ‘La retaquita Leguizamón’, descubriría que los asesinos fueron miembros del SIN con el fin de extorsionar al empresario minero.

“Este Búho conoce perfectamente el barrio porque el colegio de monjas Señor de la Misericordia”

Este también debe soportar que su mujer le sea infiel con su mejor amiga, en calientes páginas de amor lésbico. Mario describe la podredumbre del periodismo amarillo, chicha, de la época de Montesinos y, en ‘La retaquita’, sin temor a equivocarme, se ha inspirado en una famosa conductora de espectáculos. Ya alejado de la novela total, Mario, a sus 80 años, se cobró revanchas.

“Quiero al periodismo, es una actividad que me entusiasma, y me apena mucho la deriva que ha llegado a tener en nuestro tiempo. En muchos casos se ha convertido en una forma de entretenimiento que no tiene límites, utiliza el escándalo y se basa en husmear en la basura humana”, sostuvo el escritor a propósito de la novela. El Perú se divide en dos: el de los ricos como Kike, el minero ampayado en orgías con chibolas. Luciano, el puritano, pero a la vez apañador abogado. Marisa y Chabela, sus esposas, insaciables amantes lesbianas. Y abajo, solo podredumbre, artistas menesterosos, víctimas de Rolando Garro y su carroñero sensacionalismo. El escritor cuenta que de joven llegaba mucho a Cinco Esquinas como periodista de Policiales.

Este Búho conoce perfectamente el barrio porque el colegio de monjas Señor de la Misericordia, que dirigía mi tía sor Adelaida, quedaba a diez metros de ese lugar y trabajaba en la biblioteca. Nunca me imaginé que varios lustros después esas calles apeligradas donde vivían mis compañeros sanmarquinos, como Tino Vega Bazán y el ‘Negro’ Exler, serían protagonistas de una novela de Mario. Apago el televisor.

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