
Este Búho es rockerazo y mis lectores lo saben. En esta columna he dedicado ríos de tinta a mis cantantes y bandas favoritas, que van desde el irremediable poeta maldito ‘Cachuca’, quien acaba de publicar un libro sobre la historia de ‘Los Mojarras’, hasta el versátil y disruptivo David Bowie. Por eso me quedé pegadazo con la película irlandesa ‘Sing Street’, producida y dirigida por John Carney.
Está ambientada en la Irlanda de los 80, cuando atravesaba una severa crisis económica y la población anhelaba migrar a Inglaterra, el país del frente, en donde los sueños se cumplían. En este contexto, un jovencito de 15 años, Conor, es cambiado de una privilegiada escuela privada a una pública porque su familia cae en bancarrota.
Ahí descubrirá un nuevo mundo: más perverso, cruel y abusivo. Será la música un salvavidas a ese trance tan abrupto. Hechizado por los ojos de la bella Raphina, una muchachita de 16 años con la ilusión de convertirse en modelo, Conor le propondrá ser protagonista del nuevo videoclip de su banda de rock. ¿El problema? Él no tiene una banda de rock.
Es ahí cuando la película, al ritmo de la batería, el teclado, el bajo y la guitarra, va in crescendo. Será su hermano, un músico frustrado, quien lo guíe y eduque musicalmente. Entonces, en las radios sonaban grupos como A Ha con su hit ‘Take on me’ o Spandau Ballet con ‘Gold’.
“El rock and roll es un riesgo”, le dirá el hermano a Conor, mientras va formando su banda con compañeritos de su escuela. La agrupación irá mutando a medida que van descubriendo nuevos géneros. Pasarán de los estrafalarios estilos de Village People a los alborotados peinados con delineadores negros en los ojos de The Cure.
En paralelo, la película hace una crítica al catolicismo, pues encarna a la represión, el maltrato y el autoritarismo, personificado en el director de la escuela, un sacerdote abusivo.
Finalmente, Conor logra grabar su primer videoclip y, a pesar de la precariedad de la producción, la belleza de Raphina termina deslumbrando. Así también descubre su primer amor. Un amor que parece imposible, pues ella tiene un pretendiente mucho mayor, fan de Génesis de Phil Collins.
“Ninguna mujer puede amar realmente a un hombre que escucha a Phil Collins”, lo alentará su hermano. Las referencias musicales van desde Duran Duran, Depeche Mode, Joy Division o Daryl Hall y John Oates. La música va entrelazada con el descubrimiento de la primera ilusión, de la amistad, de la vida difícil en la escuela. Pero también con una historia familiar trágica.
A medida que la banda de Conor se va construyendo, su vida familiar se desmorona. Será la separación de sus padres un punto de inflexión y quizá el principal motivo para las decisiones que tomará en adelante y que me reservo relatar aquí, pues tienen que buscarla en Netflix, Prime o páginas de internet.
La película es un repaso musical por toda esa bella época de los 80, cuando –pienso- se produjo la mejor música de este siglo. Aquí, en Perú, también llegaron y generaron alboroto entre la muchachada. Se bailaban en los pubs y otras se escuchaban en algún barcito del centro de Lima.
Era normal ver a un Robert Smith, con su gabán negro y botas altas, caminando por el Jirón de la Unión. Varios de esos temas ochenteros son fondos musicales de los episodios más importantes de mi vida. Por ejemplo, ‘Heroes’ de Bowie en el nacimiento de mi primer hijo. Apago el televisor.
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