Julio Ramón Riveyro
Julio Ramón Riveyro

Este Búho lee con emoción que hay gran expectativa por el libro ‘Invitación al viaje’ que trae cuentos inéditos de Julio Ramón Ribeyro. Se conoce que los manuscritos estuvieron ocultos más de 50 años y acá debo destacar el gran trabajo del periodista y biógrafo del escritor, el sanmarquino Jorge Coaguila. Hay que leer más a Julio Ramón, quien debutó en la literatura a los 19 años con el cuento titulado ‘La vida gris’ publicado en la revista Correo Bolivariano, que rápidamente terminó en el cementerio de papel. Su monumental obra cuentística titulada ‘La palabra del mudo’ (1973) lo convirtió en una celebridad. Él mismo explicaba en el inicio sus razones para colocarle ese título: “En la mayoría de mis cuentos se expresan aquellos que en la vida están privados de la palabra, los marginados, los olvidados, los condenados a una existencia sin sintonía y sin voz. Yo les he restituido este hálito negado y les he permitido modular sus anhelos, sus arrebatos y sus angustias”. Creo que él en esos relatos sintetizó la fatalidad del infortunio de los de abajo, de una clase media venida a menos, de los empleados públicos, de los mediocres, arribistas o perdedores. Junto a todo esto una herencia kafkiana, como en el inolvidable cuento ‘La insignia’, donde un hombre encuentra una misteriosa insignia y de a pocos se involucra en una secta incomprensible en la que con absurdas pruebas llega a ser el presidente. ‘El banquete’ y la notable ‘Alienación’ son muestras del corrosivo humor negro que desnudaba el racismo y el arribismo impregnado en la sociedad peruana.

El año en que la editorial Seix Barral publica su obra cuentística en momentos dramáticos para el escritor, quien era diplomático con el cargo de representante peruano ante la Unesco en París, gracias al pedido de su esposa Alida Cordero a Consuelo Gonzales de Velasco, cónyuge del gobernante de facto Juan Velasco Alvarado. Ribeyro necesitaba de urgencia una operación oncológica que costaba varios miles de dólares y Alida recurre otra vez a la primera dama pidiéndole ayuda para su marido. El ‘Chino’ valoraba el apoyo de Ribeyro a la ‘revolución peruana’ y lo admiraba como escritor, por lo que el dinero llegó de inmediato en valija diplomática. La operación fue complicadísima y le sacaron casi todos los intestinos. Su mejor amigo Alfredo Bryce Echenique rememoró esas horas desesperadas en París. “Cuando terminamos esperamos por ese ‘tres por ciento de posibilidades que deja la ciencia al milagro’, me dijo textualmente el médico que operó a Julio Ramón de un cáncer al esófago que hizo metástasis. Y lo dejaron en un apartado de vidrio empañado en que se solía dejar a los muertos para que se los llevaran ya”, explicó el autor de ‘Un mundo para Julius’ sobre la vida de calamidades de su gran amigo. Ribeyro podía tener derecho a su pesimismo. Él pertenecía a la misma generación de los grandes escritores del ‘boom latinoamericano’ con ‘obras totales’, como Mario Vargas Llosa, Gabriel García Márquez, Carlos Fuentes, Julio Cortázar, que habían obtenido fama y fortuna. Julio Ramón había escrito cuentos, tres novelas: ‘Crónica de San Gabriel’, ‘Los geniecillos dominicales’ y ‘Cambio de guardia’, y sentía que su trabajo no era reconocido. Por eso, en noviembre de 1976 anotaba en su diario: “Escritor discreto, tímido, laborioso, honesto, ejemplar, marginal, intimista, pulcro, lúcido: he allí algunos de los calificativos que me ha dado la crítica. Nadie me ha llamado nunca gran escritor. Porque seguramente no soy un gran escritor”. Sin embargo, cuando Seix Barral publicó ‘La palabra del mudo’, el crítico Julio Ortega escribió: “Si el Perú desapareciera, este podría ser reconstruido”. Se comentaban algunas de las anécdotas más increíbles que fueron escritas por Alfredo Bryce: Fue un día cualquiera que Ribeyro se apareció en su casa buscando una cámara de fotos para registrar a su hijo que estaba por nacer. Como Bryce no tenía máquina, se pasaron la tarde andando, comiendo y bebiendo pisco, vino y aguardiente en los bares donde Atahualpa Yupanqui dormía la siesta o Hemingway, en otra época, mataba la resaca. Las horas se volvieron días y el hijo (Julito) que tuvo con su esposa Alida Cordero, recientemente fallecida, nació sin su presencia. Parecía uno de sus personajes de ‘La palabra del mudo’. Ribeyro se fue solo en cuerpo. Su mito y sus obras posteriores, como su diario ‘La tentación del fracaso’, están in crescendo a pasos agigantados en Hispanoamérica. Apago el televisor.POR: EL BÚHO

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