Este Búho aprovecha los feriados largos para salir de Lima y purificar los pulmones, así como hacen miles de compatriotas en estas fechas. Impulsar el turismo nacional también depende de nosotros. Recorrer nuestro país empuja a la economía interna, pues impacta en los bolsillos de quienes participan en esta gran rueda, desde pequeños artesanos hasta grandes cadenas hoteleras. Pienso en todo ello mientras ingreso al inmenso La calma de los lagos, la majestuosidad de los nevados, un cielo intensamente azul coronado por un halo solar emocionan a este columnista acostumbrado a una vida vertiginosa por el periodismo, bajo el cielo percudido de Lima.

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No me quejo, porque es lo que escogí y me apasiona. Por eso disfruto cada instante cuando cojo mi mochila y viajo por aire, tierra o río. Para entender esta patria, primero, hay que recorrerla. Observo desde mi ventana la Cordillera Blanca, esa muralla que cruza el continente y parte a la mitad nuestro país. Vamos hacia el Pastoruri (5240 metros sobre el nivel del mar) sobre una carretera aparatosa, llena de baches, bordeada por puyas de Raimondi e ichu.

El muchacho que nos guía habla de esta ruta como la ruta del deshielo. Dice que allá, donde la montaña ahora es roca y tierra, antes había nieve. Menciona que, por el otro lado, donde hay una pampa ondulante, antes había una laguna. En esos surcos antes corría el agua, donde habitaban truchas. Cree que los hijos de nuestros hijos, cuando hagan estas mismas rutas en unos años, ni siquiera alcanzarán a ver las bellas cochas que vamos dejando atrás, en donde habitan patos salvajes y de donde beben algunos ganados.

Hombre es quemado vivo en Chepén

El bus nos deja a una hora del nevado. Desde ahora hay que caminar cuesta arriba. Hay un viento frío, pero el sol calienta. Antes de empezar el sendero, unas mamitas ofrecen matecito de muña o coca. Caldito de cabeza de cordero, cebiche de chocho o choclito con queso. El turismo no solo beneficia a las grandes agencias, sino a los actores que orbitan alrededor, niños que jalan caballos, señoras que tejen u hombres que esculpen artesanías. Hasta aquí llegan turistas de todas partes del mundo, sobre todo montañistas que se internan en los nevados durante semanas para poder alcanzar las cimas más altas de la cordillera.

Mientras avanzamos hacia el Pastoruri por un caminito empedrado, quien me acompaña pregunta si respirar este aire puro nos devuelve algo de la vida perdida en la gran ciudad. Si estos paisajes que parecen pintados nos rejuvenecen o purifican el alma. Si acaso este cansancio placentero servirá para reiniciar nuestra mente abrumada de tanta basura política. Hay una respuesta a sus preguntas y la canta el trovador uruguayo Jorge Drexler: ‘Somos una especie en viaje/ No tenemos pertenencias, sino equipaje/ Vamos con el polen en el viento/ Estamos vivos porque estamos en movimiento’.

El frío viento del Pastoruri

El viento frío golpea el rostro y llega a los pulmones como navaja. Después de una hora intensa, ante nuestros ojos se presenta el nevado Pastoruri, famoso por ser tomado como ejemplo para medir las consecuencias del cambio climático. Cada vez está más pequeño, dicen los que vuelven después de algunos años. Se va desvaneciendo a una velocidad que horroriza a los ambientalistas.

Si actuamos ahora, promoviendo conductas responsables desde los más pequeños hasta los más grandes, quizá podamos conservarlo un poco más, aunque a estas alturas ya parezca una tarea inútil.

Los pronósticos pesimistas afirman que para el 2060 el planeta habrá subido 4 grados de temperatura, lo que significa inundaciones, pérdidas de glaciares, olas de calor, escasez de agua y más. Conocer esta maravilla geográfica debería considerarse una obligación ciudadana. Son desde estos nevados que nacen nuestros ríos más importantes, los que dan vida a todo el país.

Los recorridos hacia el Pastoruri salen de Huaraz, una ciudad tan golpeada por la corrupción, pero que, gracias a la calidez y calidad de su gente, se ha posicionado como uno de los destinos turísticos más importantes del Perú. El visitante, además de recorrer su impresionante geografía, puede hacer rutas gastronómicas para probar el pancito serrano, el jamón local, el queso paria, el chicharrón de chancho, el tradicional manjar blanco, la cerveza artesanal o la raspadilla con hielo del Huascarán.

Además, producen fresas y arándanos de primerísima calidad y que en el mercado de la ciudad se puede encontrar hasta 1.50 el kilo cuando es temporada. Hoy, ‘Día del Trabajador’, va mi saludo y afecto a todas esas personas del sector turismo que no tienen feriados ni fines de semana libres, porque su loable labor es hacer que el viajero viva una experiencia que recordará toda su vida. Apago el televisor.

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