Este Búho ve en redes una foto histórica donde están el ‘Nene’ Cubillas, el ‘Cholo’ Sotil y ‘Pitín’ Zegarra acompañando al maestro Roberto Chale, quien se viene recuperando en casa de sus males. En esa imagen, tal vez, están los más grandes cracks que ha dado el fútbol peruano en toda su historia.
Y creo que los homenajes se deben hacer en vida como canta el Gran Combo de Puerto Rico. Hace poco vi en YouTube el partidazo de la primera fase del mundial de Mexico 70 entre Perú y Bulgaria, el de la gran remontada tras ir perdiendo 0-2 y terminar ganándolo 3-2.
Gracias a la llegada del primer hombre a la Luna, en julio de 1969, que inauguró las transmisiones ‘vía satélite’ en vivo y en directo, el país pudo por fin ver los partidos de la selección fuera del territorio nacional.
El encuentro fue seguido por todos los peruanos en sus tremendos televisores en blanco y negro. En esos tiempos no había cable, solo los canales cuatro (América) cinco (Panamericana), siete y nueve. Y durante la transmisión todos escucharon al popular animador de Panamericana, Augusto Ferrando, llorar y gritar ‘¡¡por mi madre que no nos ganan, lo digo con lágrimas en los ojos!!’.
Este columnista estaba chibolito, pero como tengo memoria de elefante, me acuerdo. La selección se convirtió en un sentimiento nacional. Ya el presidente militar Juan Velasco Alvarado, que no era afecto al fútbol, se había dado su primer baño de pueblo al llegar al palco presidencial en el Estadio Nacional cuando le ganamos a Argentina con golazo de ‘Perico’ León.
La clasificación le dio un respiro a un gobernante que llegó a Palacio por un golpe militar, sacando al presidente Fernando Belaunde en pijama para deportarlo a Argentina, y también cerró el Congreso.
Pero justo cuando todo era algarabía por el inminente debut en el Mundial el 2 de junio, dos días antes un terrible terremoto de 7.8 grados sacudió nuestro territorio, siendo su epicentro en el departamento de Áncash. Todo el Callejón de Huaylas se destruyó, pero un aluvión desapareció del mapa a la bucólica ciudad de Yungay donde perecieron 25 mil personas, aunque otros manejaron la cifra de cincuenta mil fallecidos en total.
Esta desgracia que puso al Perú en la mira mundial causó un terrible impacto entre los dirigentes peruanos en León, ciudad sede del partido con Bulgaria. Junto a Didí, el técnico, decidieron acuartelar a los jugadores y no dejarlos hablar con la prensa. Pero no faltó un ‘zapato roto’ que llegó con la noticia.
Pero a don Pepe Brandariz, el jefe de equipo nacional, se le ocurrió una gran idea: minutos antes del partido con los europeos corrió a los jardines del estadio con una bolsa y la llenó de tierra. ‘¡¡Muchachos, me acaba de llegar del aeropuerto tierra peruana!! ¡¡Agárrenla y jueguen por los compatriotas que murieron en el terremoto!!
Algunos se frotaban la cara con la tierra, otros la besaban. Así salieron a jugar sabiendo que el sufrido pueblo peruano merecía una alegría. La incertidumbre era comprensible. Hasta el 2 de junio todavía no se conocía la magnitud de la tragedia. No existía la carretera al Callejón de Huaylas y a Huaraz se llegaba por Chimbote.
El primer periodista que arribó a Huaraz, enviado de El Comercio, demoró dos días en carro, burro y a pie, desde Chimbote. Por lo tanto, si en Lima las informaciones eran escuetas, imagínense la incertidumbre de los seleccionados que no habían viajado con sus familias, como se estila en los mundiales de hoy.
Esa selección le dio al país una alegría cuando más la necesitaba. Y como me dijo una vez el gran ‘Chito’ La Torre, quien falleció reclamando una ayuda del gobierno: Desde hace años nos prometieron la pensión a los mundialistas del 70.
Fue presentada la petición en varios periodos congresales y con diferentes mayorías, pero se van muriendo seleccionados como Alberto Gallardo, Nicolás Fuentes, el ‘Muerto’ Gonzales, Lucho Cruzado, ‘Perico’ León, y no recibieron nada. Los reconocimientos se dan en vida y estos valientes jugadores se lo merecen. Apago el televisor.
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