
Cada vez que hay un fuerte sismo, este Búho abre sus ojazos y se sobresalta. Nunca olvido que los sismólogos han pronosticado que en cualquier momento podría producirse un movimiento telúrico violento de grado 8 en Lima. Sería algo desastroso. Ayer fue el gran simulacro de sismo y salí a la pista frente a mi casa cumpliendo los protocolos, pero la gente estaba en otra. Ni enterados.
Precisamente, hay que recordar el terremoto de 1970, que destruyó el Callejón de Huaylas y provocó un aluvión que desapareció Yungay. Se calcularon cerca de 70 mil muertos. Ese castigo de la naturaleza se produjo un domingo, con las familias reunidas en casa a las tres de la tarde, pues se jugó el primer partido del Mundial de México 1970 y se vio en directo por TV vía satélite.
Aquella tarde del 31 de mayo de 1970, las réplicas no cesaban. En la televisión el recordado Humberto Martínez Morosini, del noticiero ‘El Panamericano’, dio las primeras informaciones. Se escuchaban nombres extraños: Callejón de Huaylas, Yungay, ‘aluvión’. Las comunicaciones habían colapsado en la zona de desastre. No había electricidad en todo el Callejón de Huaylas y hasta en Chimbote, de donde provenían las noticias del interior del Callejón: Caraz, Huaraz, pero de Yungay nadie informaba nada.
En México la selección peruana se aprestaba a jugar el 2 de junio su primer partido ante Bulgaria, y un despistado le fue con la noticia de la tragedia al arquero trujillano Luis Rubiños: ‘Lucho, ¡Trujillo ha desaparecido!’. Esa noticia destrozó al golero, que ya no fue el mismo en todo el torneo porque su familia vivía allí.
El delantero ‘Perico’ León, con cara seria, preguntó: ‘¿Tan grande es ese callejón para que muera tanta gente?’. La tarde del debut mundialista, jugando con camiseta roja y un crespón negro, los muchachos estaban desmoralizados.
A don ‘Pepe’ Brandariz, jefe de equipo, se le ocurrió una idea. Llenó de tierra el jardín del estadio de León y antes de que salgan a la cancha les gritó: ‘¡Esta es tierra que acaba de llegar de Perú!’. Los jugadores la besaron, se la pasaron por la cara, alguno hasta probó un poco y, como por encanto, salieron renovados.
En Lima, periodistas como el recordado Javier Ascue, de El Comercio, y su fotógrafo José Michilot fueron los primeros hombres de prensa en llegar a Yungay, desde Casma, caminando días, cruzando la helada Cordillera. Eran definitivamente otros tiempos. Se esperaba el diario impreso para estar bien informado. Hoy, todo es diferente. Cuando hay un sismo las páginas digitales suben casi de inmediato la información. El minuto a minuto.
La información vuela en estos tiempos y los periodistas están adaptados a la era digital. En el parnaso de los grandes hombres de prensa, Javier Ascue -quien, por esas inexplicables cosas del destino, ya jubilado del diario Decano, muriera durante una comisión periodística al caer su vehículo a un río en Tarma- seguramente le estaría alzando el pulgar a los chicos de la web de Trome en señal de aprobación, pues nuestra versión online (trome.com ) es una de las primeras en ‘subir’ información de todo tipo.
Y al día siguiente el diario impreso amplía y da más notas especiales. Por eso seguimos siendo el periódico más leído del Perú. Los tiempos y las tecnologías cambian, pero es el espíritu y la pasión los que marcan la diferencia entre los periodistas de ayer, hoy y siempre. Apago el televisor.
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