Este Búho intenta recapitular lo sucedido en casi un año de (des)gobierno de Pedro Castillo y lo puedo resumir como si el fantasma del gran maestro Manuel González Prada me lo estuviera soplando al oído: ‘en resumen, hoy el Perú es un organismo enfermo: donde se aplica el dedo brota la pus’.
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Solo hace falta cambiar la palabra ‘Perú’ por ‘gobierno de Castillo’ para comprender que la definición del autor de ‘Pájinas libres’ le cae como anillo al dedo a este régimen enfermo del profesor.
La punta del iceberg se descubrió en un audio donde Zamir Villaverde afirma entregarle ‘cien grandes’ (cien mil soles) a Silva ‘como adelanto’. Pero eso no era todo.
Un colaborador eficaz acaba de declarar a la Fiscalía que el mandatario habría recibido ¡cincuenta mil! de los cien mil entregados a Silva, aparte de treinta mil adicionales y un iPhone de alta gama, muy aparte que a los familiares directos del ‘Profesor’: hermanos, papá, cuñadas, les compraba pasajes aéreos.
Ya se destapó la putrefacta olla de corrupción. Por todo esto Castillo está con la soga al cuello. Y el Congreso podría emular lo que se hizo con Vizcarra y vacarlo, pese a los despreciables ‘Niños’.
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Donde el periodismo puso el dedo saltó la pus de la corrupción desde el primer día, cuando en su mensaje presidencial anunció como una gran ‘primicia’ que no iba a despachar en Palacio y que lo iba a convertir en ‘museo’ e iba a gobernar desde otro lugar. Pero la realidad era otra.
Desde antes de asumir ya venía ‘despachando’ desde una casa en una oscura calle en Sarratea, Breña. Una especie de cueva de ‘Alí Babá’, donde desfilaban nombres que se transformarían en siniestros personajes por organizar millonarias ‘cutras’ por obras en el Ministerio de Transportes, con el ministro favorito de Castillo, el que nunca era cambiado en los sucesivos gabinetes, su amigo y paisano Juan Silva.
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Sus sobrinos, como Fray, también prófugo, Bruno Pacheco, no habido, y el oscuro empresario Zamir Villaverde, liberado para que siga aportando pruebas que hundan más al chotano.
La estructura mafiosa, según la Fiscalía, la encabezaría el presidente y todos giraban alrededor suyo consiguiendo los ‘clientes’, empresarios ambiciosos que preferían la ruta corta de la coima para conseguir contratos millonarios como el de 80 millones de dólares de una empresa de biodiésel con Petro Perú, allí donde primero saltó la pus que terminó con el apartamiento de Karelim López y sus posteriores gravísimas denuncias contra el jefe de Estado.
Tal es el cariz de la organización mafiosa que acaban de colocar un sobre con balas y pólvora en casa de la lobista con amenazas de muerte a ella, sus hijos y a la prensa.
Pero la banda siguió funcionando sin López y Pacheco. Hoy se sabe que se favorecieron obras millonarias a inescrupulosas empresas chinas y sus socias peruanas que funcionaban en pueblos jóvenes. Ahora nos enteramos de que su cuñada-hija también viajaba por el país junto a un joven empresario, Espino, de constructoras ‘chichas’, ofreciendo obras sin ser funcionaria pública.
Esta familia chotana de personajes inescrupulosos me hace recordar a un álbum de unas figuritas grotescas que fueron prohibidas por el Gobierno llamado ‘La pandilla basura’.
Lo peor que le pudo pasar al país es que tuviéramos a un monstruo de dos cabezas en el Gobierno. Castillo y Cerrón. Mientras el chotano se abocaba a saquear al Estado como si fuera un botín, dejaba que Vladimir destruyera la meritocracia y los pocos buenos funcionarios de carrera para colocar a mediocres elementos con carnet partidario.
Castillo nunca escogió un premier digno, que fuera un parachoques o que apague sus incendios. El primero fue el impresentable Guido ‘Puka’ Bellido, pero el último, Aníbal Torres, se pasó de remalo, cruzó la línea de lo tolerable y resultó un payaso.
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El mandatario sabe que la embarró, pero se comporta como un mono con metralleta en sus estertores. Mientras el pan sube, al igual que los alimentos de primera necesidad, y las amas de casa maldicen al Gobierno, el mandatario utiliza su poder para intentar tomar por asalto la Derrama Magisterial.
Tiene que irse, pues se ha convertido en un peligro público. ¿Qué país le está dejando a nuestros hijos? El Congreso debe ponerse a la altura sin importar que todos tengan que irse y llamar a nuevas elecciones. Por menos renunciaron a PPK y vacaron a Vizcarra. Apago el televisor.
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