Dina Boluarte Zegarra, presidenta del Perú.
Dina Boluarte Zegarra, presidenta del Perú.

Este Búho observa con indignación el comportamiento de la presidenta Dina Boluarte ante el allanamiento de la Fiscalía a la casa de su hermanísimo Nicanor. Empoderada por el fujimorismo y el acuñismo, la jefa de Estado cree que el Perú es su chacra donde puede hacer lo que le da la gana, y en medio del discurso oficial por el Día de la Defensa Nacional interfirió abiertamente en las investigaciones a su hermano.

Teniendo detrás de ella a ministros y altos mandos militares, se dedicó a despotricar contra la Fiscalía por el allanamiento debido a una nueva investigación sobre su hermano, con la cantaleta de que buscan desestabilizar al gobierno y al país y que ‘el doctor Nicanor Boluarte’, como ella le dice, es una persona decente. Siendo la primera servidora del país, se zurra en la separación de poderes.

No entiende o no le importa que en este país cada poder del Estado es independiente y que precisamente ella, por su cargo, es quien debería garantizar ese principio democrático que busca evitar el abuso del poder y la concentración de autoridad. Y el Consejo de Ministros, en una actitud servil y vergonzosa, se atreve a sacar un comunicado de defensa al hermanito Nicanor que el mismo premier Eduardo Arana, nada menos, se encarga de leer acompañado de 15 ministros de Estado. En ese papel señalan que es ‘un abuso de poder’ del Ministerio Público que busca el desgobierno. Tanta sobonería es increíble. Con una Junta Nacional de Justicia elegida a dedo y con un Congreso que mantiene a Dina en Palacio pese a todo, la Fiscalía en estos momentos resulta ser un contrapeso necesario.

No sé si hubo excesos en la actuación de dicha institución en el allanamiento de la casa de Nicanor Boluarte, como se queja él mismo, pero por las imputaciones que le hacen se trataría de un ‘joyón’ acostumbrado a las triquiñuelas y los negocios turbios con organismos del Estado y que, además, se acaba de revelar que tendría nexos oscuros con el vacado ministro del Interior y hoy flamante titular de Justicia, Juan Santiváñez.

La presidenta, en lugar de desesperarse por proteger a su hermano, en lugar de dedicar tanto tiempo y esfuerzos en los casos de sus cirugías y de los Rolex, debería preocuparse por combatir a la ola delincuencial que cada vez es más grande y sangrienta. Eso a la señora, que brilla por su frivolidad, no le importa. No le interesa que miles de bodegas hayan cerrado durante su gobierno por los balazos y bombas de los extorsionadores.

Tampoco le mueve un pelo que los criminales se dediquen a dinamitar buses y hasta locales públicos como la Fiscalía de Trujillo, como en los tiempos de terror de Sendero Luminoso. Qué espera para conformar un comando especial de la Policía que enfrente a las lacras de las organizaciones criminales que extorsionan y matan en todo el país. Por qué no da a la Policía lo necesario para que haga bien su trabajo, comenzando por chalecos antibalas que les eviten morir acribillados en las calles.

En medio de esta desgracia que vivimos por la delincuencia, es una burla que Dina salga a hablar con jactancia de que en su gobierno los peruanos gastan más porque su capacidad adquisitiva ha mejorado. Qué dirán las madres de los niños con anemia, que cada vez son más. Esta es la consecuencia de haber elegido a un ignorante y ladrón de la izquierda como Pedro Castillo, que llegó con una incapaz como Dina de vicepresidenta, no hay que olvidarlo.

Hoy, la chalhuanquina, cogobernando con el fujimorismo y el acuñismo, y con el cuento de que salvaron al país del golpe de Estado y de la tiranía, se atreve a pisotear la democracia y, encima, se vanagloria. ¡Qué estaremos pagando todos los peruanos! Apago el televisor.

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