
Este Búho asistió a las celebraciones que se realizaron por el natalicio de uno de los más grandes futbolistas en la historia, Diego Armando Maradona. El pasado 30 de octubre hubiera cumplido 65 años. Pero los excesos en su vida cobraron factura hace cinco años. Su deceso, producto de un paro cardiorrespiratorio, paralizó al globo entero.
Las imágenes de los hinchas que tuvieron la fortuna de despedir al ‘Pelusa’ en la Casa Rosada fueron desgarradoras. Ese fanatismo que roza con la locura solo podía generarlo el ‘10’ argentino. Y es que su historia de vida es la historia de vida de muchos. Fue un hombre cargado de matices y claroscuros. Vivió entre el cielo y el infierno. Conoció todos los extremos de la vida. No le midió a nada. A pesar de su genialidad y divinidad, padeció los males que padecemos los mortales.
Como dijo Nietzsche: fue ‘humano, demasiado humano’. Bocón, tramposo, mujeriego, vicioso y un rosario de defectos que sería ocioso enumerar. A pesar de todo ello, al Diego se le quería como se le quiere al hijo descarriado. No puedo dejar de pensar en el documental ‘Diego Maradona’, un retrato íntimo y crudo sobre la desenfrenada temporada que vivió el gaucho en Nápoles, Italia, en donde es venerado casi como un santo.
En aquella ciudad sureña conoció la gloria, pero también la derrota. Sobre todo, la derrota personal, humana, moral. Fue ahí donde se asentó y profundizó su adicción a la cocaína. En 1984 llegó a Nápoles después de una temporada desastrosa en el Barcelona, confiesa en la cinta. “No había equipo que me compre”. Y fue así como el club más pobre de Italia adquirió al jugador más valioso del mundo.
“Pedí una casa y me dieron un departamento. Pedí un Ferrari y me dieron un Fiat”. En Nápoles, Maradona empezó a construir y afianzar su leyenda. En su presentación, más de cincuenta mil personas lo ovacionaron y la prensa lo agobiaba para robarle una foto o una declaración. Era la esperanza de un club acostumbrado a los últimos puestos de su liga, ensombrecido por gigantes como la Juventus, Inter o Milan. Y no defraudó.
Con sus goles y sus gambetas fue ganándose el respeto y la admiración de los napolitanos. Maradona goleaba en el césped, pero también fuera de él. Quedó cautivado con la belleza italiana. “Tampoco era un santo”, dijo para exculparse de sus infidelidades, pues mantenía una relación formal de años con Claudia Villafañe. “(En Italia) Había mujeres hermosas. Mujeres divinas. Uff, ¡cualquier cantidad!”, confesó para el documental.
Producto de un amor fugaz con Cristina Sinagra nació Diego Maradona Junior, a quien no reconoció hasta después de treinta años. También estableció vínculos con la mafia de la ‘Camorra’, que movía en la ciudad el comercio de las drogas, el contrabando, las extorsiones, la prostitución y los juegos de azar. Se dice que fue el capo Carmine Giuliano quien proveía de cocaína a Maradona y, abusando de su adicción, lo manipulaba.
“Empecé en Barcelona, en un boliche. Un ‘touch’ y parecía que era Supermán. La droga estaba por todos lados. Y cada vez fue más y más”, reveló en la entrevista que le hizo el director Asif Kapadi para el documental. Tras el Mundial de México 86, en donde alzó la Copa y se consagró como el mejor jugador del mundo, Maradona regresó a Nápoles para llevar a su equipo a ganar el título de la serie A en 1987 y 1990.
Fue cuando subió a la categoría de divinidad en aquella pequeña ciudad discriminada por los ‘ultras’. Contó en el documental que después de cada partido de los domingos, se ‘perdía’ hasta el miércoles con mujeres, trago y droga.
“Y de ahí empezaba a limpiar y limpiar hasta el domingo”, relató. Para algunos, el futbolista no supo lidiar con el éxito. Su fragilidad mental le jugó en contra. Incluso, en sus propias palabras, él jamás imaginó que lograría tanto: “En realidad yo jugué al fútbol pensando siempre en comprarle la casa a mis viejos. Yo nunca soñé nada de lo que me pasó”.
No demoró mucho para que una prueba antidoping revelara los excesos del ‘Dios’ de la pelotita. Fue suspendido por quince meses. Inmediatamente abandonó Italia y no volvió más. Aunque se creyó que su partida del país de las pizzas tendría una repercusión positiva en su vida, sucedió lo contrario. Regresó al fútbol vistiendo la camiseta del Sevilla de España y se retiró luciendo la de Boca Juniors.
Con el tiempo, sus excesos personales terminaron opacando en gran medida su grandeza futbolística. Hoy los videos sobre sus hazañas en el césped tienen tantas reproducciones como sus papelones públicos. Su vida es un ejemplo para los jovencitos: el esfuerzo y el talento te llevan a la cúspide; las malas decisiones y los malos amigos, al abismo.
El documental, una joyita por la sinceridad con que el Diego relata los episodios más escabrosos de su vida, se puede ver en YouTube y dura dos horas. A ver si algunos peloteros peruanos que son ampayados en conciertos, con chelas en mano, le dan una chequeada. Apago el televisor.
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