Este Búho cree en el destino. Solo la exposición ‘Aniquilar la luz o hacerla’ en homenaje a la inmensa poeta Blanca Varela (1926-2009) me podía obligar a salir de mi apacible descanso hogareño para ingresar al averno del centro de Lima a mediodía. Pero todo valía por ver las muestras de mi admirada poeta, en una exposición donde se fundían con total armonía los hermosos o desgarradores poemas de Blanca con impresionantes trabajos plásticos de una pléyade de artistas que trabajan en base a su obra poética.
“Los pintores, escultores y dibujantes que participamos en este proyecto encontramos a Blanca desde el vacío, el silencio, las sombras, lo innombrable, el resto es prosa”, explicó Nani Cárdenas, la gran gestora y curadora de la exposición. Comencé diciendo que creía, como cantaba Federico Moura del grupo Virus que ‘el destino es circular’, porque al darme una vuelta por el otrora mítico jirón Quilca, me topé en una de esas laberínticas galerías editoriales con un libro que en ese momento me pareció fruto no del azar sino de designios divinos.
El texto era ‘Entrevistas a Blanca Varela’, el libro que editara Jorge Valverde Oliveros, una selección imprescindible para quien conoce o no conoce la obra de una mujer que solo abría su corazón a los extraños a través de su poesía en obras ya clásicas como su opera prima ‘Ese puerto existe’, ‘Canto villano’ o ‘El libro de barro’.
Este columnista aprovecha la oportunidad para conocerla más profundamente presentando el trabajo de una entrevistadora que quedó marcada con la experiencia: Rosina Valcárcel (poeta). Rosina Valcárcel: “Había leído un poco la poesía de Blanca Varela, pero tenía yo mis prejuicios ‘políticos’. Me parecía muy conservadora y algo ‘derechista’. Fue entonces cuando el poeta joven Sandro Chiri, director de la revista ‘La Casa de Cartón’, me convocó para entrevistar a Blanca Varela para dicho medio. Para mí fue un reto, un desafío que acepté asumir con gran interés. Me puse manos a la obra, y me dediqué a leer los libros que tenía en casa y otros que fui adquiriendo.
En el interín telefonée a la diva y le propuse tener un diálogo, ella no dudó y al mes nos reunimos en el local del Fondo de Cultura Económica de la calle Berlín. Entonces se usaban las grabadoras grandes. Ingresamos al espacio donde laboraba Blanca, ahí me ofreció: ‘¿Un café, una copita de licor, un cigarrillo?’. Acepté la copa de licor para entonarme. La plática fue extensa, compleja, controversial y humana, a la vez. Recuerdo haberle dicho ‘Si meto la pata me avisas para corregirme veloz’. Ella sonrió.
Yo estaba medio nerviosa, pues el gran reto estaba delante de mí. ¡La gran poeta! Y paulatinamente fui ‘haciendo un calentamiento’ y preguntando lugares más o menos comunes. Hasta que me dio un ataque de audacia y le lancé un comentario frío: ‘Blanca, antes de que perdieras a uno de tus hijos se te sentía indiferente, lejana, inaccesible al público y a tus lectores cercanos. ¿Me equivoco? Y después de la tragedia se te siente cálida, humanísima... Es la sensación que percibo’.
La poeta no titubeó y dijo: ‘Es cierto. Sucede que yo tuve un sueño largo y gris, como una premonición que se cumpliría después como un garrote sobre mi cuello’. Respiré hondo, bebí la copa y me di valor. Sentí mucho haber tocado un tema tan íntimo de esa forma, pero el espíritu de periodista autodidacta y poeta me lanzó a la piscina sin agua. Poco a poco fuimos tomándonos más confianza.
En otro momento le hablé del amor y de su relación con su exesposo, el pintor Fernando de Szyszlo. Ella no se entusiasmó. Comentó haberlo querido un tiempo largo, pero también que hubo desencuentros serios que influyeron en sus textos poéticos. Y narró brevemente algún episodio poco grato. Yo cité un poema que podría aludir a esa anécdota, pero ella prefirió abstenerse de responder. En otro instante le pregunté si había sentido rubor de que su madre fuese una cantante de valses criollos. Ella sonrió a medias.
Más adelante la abordé: ‘¿Si no fueras poeta qué te hubiera gustado ser?’. Ella, sin medias tintas, exclamó: ‘Una mujer revolucionaria, admiro ese papel. Pero, por ahora, esta afirmación no la publiques’”. Solo me quedo con una pequeña parte de su extraordianrio poema ‘Puerto Supe’.
Está mi infancia en esta costa,bajo el cielo tan alto,cielo como ninguno, cielo,sombra veloz, nubes de espanto,oscuro torbellino de alas,azules casas en el horizonte.
Junto a la gran morada sin ventanas,junto a las vacas ciegas,junto al turbio licor y al pájaro carnívoro.
¡Oh, mar de todos los días,mar montaña,boca lluviosa de la costa fría!
Allí destruyo con brillantes piedras la casa de mis padres,allí destruyo la jaula de las aves pequeñas,destapo las botellas y un humo negroescapa y tiñe tiernamente el aire y sus jardines.
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